Una de las virtudes de todo discurso social radica en la identificación de los problemas de las crisis sociales, pero uno de sus defectos es que no logra aterrizar una propuesta alternativa de desarrollo con distribución de la riqueza. Casi siempre se queda en una zona intermedia que alivia algunos problemas sociales, pero a costa de potenciar desequilibrios macroeconómicos.
El domingo 3 de mayo el presidente López Obrador dio a conocer su documento Algunas lecciones de la pandemia COVID-19 que tenía una lógica propia, pero que hay que leerlo con cuidado en el escenario del texto publicado por el expresidente Ernesto Zedillo en Este País como apuntes a su participación en una llamada de atención de personalidades del mundo sobre lo que debiera de hacerse al salir de la pandemia.
El pronunciamiento de López Obrador detecta los problemas sociales crecientes en situaciones de crisis sanitarias o económicas: el neoliberalismo como doctrina única desde noviembre de 1989 –caída del Muro de Berlín y el discurso supercapitalista del Consenso de Washington– se basa en el mercado, la codicia y las utilidades.
Sin embargo, el neoliberalismo se consolidó por el fracaso de la ola populista de los ochenta y la crisis provocada por el aumento del gasto, la falta de un modelo de desarrollo equilibrado y la incapacidad de la planta productiva para encarar la globalización: las inflaciones-devaluaciones se atendieron con disminución del crecimiento económico y la acumulación de desigualdades sociales.
El texto del presidente López Obrador acredita al neoliberalismo los daños sociales del coronavirus por la falta de políticas de salud social, inversión pública sanitaria y privilegios a la empresa privada. En sus ocho lecciones básicas, dos destacan su tema recurrente: cambiar el modelo neoliberal. La lección 5 convoca a “desechar el modelo que genera riqueza sin bienestar y procurar una mayor intervención del Estado en el cumplimiento de su responsabilidad social para garantizar derechos básicos universales”. Y en la lección 7 sugiere “reconvertir los organismos económicos y financiero internacionales como el Banco Mundial, el FMI, el BID, la OCDE, el Grupo de los 20″ en “verdaderos promotores de la cooperación para el desarrollo y el bienestar de los pueblos y las naciones”.
Estas dos propuestas forman parte de la agenda del desarrollo de la ONU que no ha sido posible avanzar. Las razones radican en que los organismos financieros internacionales citados son instrumentos del capitalismo mundial que domina la economía. Desde la Conferencia de Bandung de 1955, pasando por la Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados de Luis Echeverría y la alianza bolivariana, los países de bajo desarrollo no han sabido diseñar modelos nacionales de desarrollo con integración internacional.
En materia de inflación, por ejemplo, que es el eje del neoliberalismo friedmaniano –“la inflación es en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario”– se abandonó muy temprano la propuesta de Juan F. Noyola de finales de los cincuenta en la CEPAL sobre la inflación como un fenómeno estructural productivo y no de precios.
López Obrador ha acertado en su rechazo al modelo económico neoliberal, pero parece no encontrar todavía el modelo alternativo. Si un nuevo modelo de economía social no llega, entonces seguirá prevaleciendo el neoliberalismo. La clave se localiza en la definición de tres propuestas que construirían un modelo alternativo: nuevo modelo de desarrollo, reconversión de la planta industrial y una política económica basada en una reforma fiscal para el Estado. Se trataría de buscan la forma de crecer y de manera simultánea distribuir la riqueza producida, con un Estado promotor del desarrollo.
Ya pasó un año y medio del sexenio y no se ve que se esté construyendo pensamiento de economía estratégica para el desarrollo social. No basta con asignar presupuestos a marginados, sino de distribuir la riqueza de manera productiva. La salida no está en el populismo de gasto social, porque tarde que temprano estallan los desequilibrios macroeconómicos. Si el pronunciamiento del domingo es el punto de partida para el diseño de un nuevo modelo de desarrollo, el gobierno de López Obrador tendrá posibilidad de sentar las bases de una alternativa al neoliberalismo. Si no, todo quedará en pronunciamientos y el neoliberalismo sobrevivirá la pandemia.
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Política para dummies: La política es el espacio de las decisiones, no de las declaraciones.
@carlosramirezh
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