columna-invitada

Por Martín Antonio Escamilla Meza

A los tabasqueños los azotan grandes desastres: Las terribles inundaciones, la creciente propagación del covid-19, la insensibilidad, inhumanidad e ineficacia de los gobiernos de Morena, además de la pobreza y la desigualdad social.

En relación con las inundaciones recurrentes, que no inevitables en Tabasco, es claro que una de sus causas son la serie de fenómenos naturales como los frentes fríos y huracanes que sucedieron este año; y es que, al menos 60 por ciento del territorio tabasqueño es inundable, pues el 30 por ciento del agua dulce del país circula por la entidad cuyo territorio en buena medida es una planicie aluvial formada por la desembocadura del sistema de ríos Grijalva-Usumacinta, que desagua los escurrimientos de la parte central de los altos de Chiapas y parte de los altos del Petén guatemalteco. Asimismo, la cuenca proveniente del complejo hidroeléctrico Grijalva, formado por el sistema de presas como la de Peñitas, en ocasiones es un factor de riesgo, cuando es necesario desfogar las presas; las inundaciones son resultado, además, de que, en Villahermosa, desde el siglo XVI, se han realizado una serie de cortes a los ríos, llamados rompimientos, que han alterado sus rutas de escurrimiento.

Sin embargo, es, sobre todo, la falta de disposición de los gobiernos para invertir los suficientes recursos en la elaboración y ejecución de proyectos de infraestructura hidráulica de control en los ríos de la sierra y de un plan integral de manejo de crecientes, la causa más de fondo de por qué no se evitan las inundaciones en aquella entidad. En algunos casos, cuando hay alguna inversión, el gobierno deja obras inconclusas. El gobierno de Morena, por cierto, es el que menos, pero mucho menos recursos ha destinado para este fin.

Pero la incapacidad del gobierno morenista, en esta inundación, se demostró, además, en que la Comisión Federal de Electricidad calculó mal el desfogue de la presa Peñitas, de acuerdo con lo dicho por el propio gobernador, Adán Augusto López Hernández. Para evitar que se inundara la capital, aunque hay quienes sostienen que fue para que no se inundara la refinería en construcción Dos Bocas (mega obra de la que presume López Obrador como una de las que pretende ser emblemática de su sexenio), resolvieron extraer 2 mil 500 metros cúbicos por segundo de dicha presa, y verterlos sobre las comunidades pobres, sin prevenir a sus habitantes, sin organizar una evacuación de las personas a tiempo, sin prever las consecuencias.

El resultado de todo esto hasta el momento ha sido, según datos oficiales, poco más de 360 mil damnificados, muchos todavía, después de dos meses, con el agua hasta el cuello, literalmente, 12 muertos, casi 100 mil viviendas dañadas o perdidas, casi mil 400 comunidades afectadas en los 17 municipios que conforman el estado.

La consecuencia de esta mala política del gobierno de Morena, pues, es un desastre total para miles de familias que se quedaron sin viviendas o con sus casas dañadas, sin ganado mayor ni menor, que se quedaron sin cultivos, sin sus pertenencias, sin enseres ni animales domésticos, expuestas muchas de ellas a la intemperie, a las enfermedades, a la inseguridad y con una terrible incertidumbre para el futuro inmediato.

A esta desgracia que padecen nuestros hermanos tabasqueños, se suma la pandemia del coronavirus. Esta pandemia ha sido tan mal enfrentada por el gobierno de López Obrador que el propio señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), expresó el 30 de noviembre pasado: “La situación en México es muy preocupante. Los números muestran que el país está en mala situación. Cuando suben los casos y también las muertes es un problema muy serio y pediríamos a México que sea serio. Esperamos que todos los líderes den ejemplo”.

Hasta el 3 de diciembre, Tabasco alcanzaba 37 mil 796 personas contagiadas en lo que va de la pandemia y 3 mil 139 tabasqueños fallecidos por el virus. Pero a raíz de las inundaciones la situación ha empeorado, una prueba de ello es que la misma secretaria de Salud de Tabasco, Silvia Roldán Fernández, “reconoció que Tabasco vive una nueva oleada del virus, debido a que muchas familias tuvieron que abandonar sus hogares y ser alojados en albergues”.

¿Y el gobierno? Sin un solo asomo de duda podemos afirmar que tanto las inundaciones como la pandemia han sido, y siguen siendo, las tragedias más ignoradas y desatendidas por un gobierno en nuestro país. Para este gobierno la desgracia del pueblo no tiene importancia, los pobres no son primero. Los pobres y sus problemas es lo que menos les importa. Por eso, el pueblo humilde y trabajador no solo debe quejarse y denunciar la política deshumanizada e incompetente de Morena en el gobierno, sino que entre sus mismos integrantes debemos de solidarizarnos ante estas desgracias; el pueblo trabajador, además, debe organizarse y luchar para echar del poder a quienes no sirven para gobernar, por la vía pacífica y democrática que nos traza la ley, pero con mucha fuerza y decisión para que los humildes trabajadores tomen las riendas de su propio destino.

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