Atemorizado por la solicitud del ejército para que renunciara a la presidencia porque los militares no quisieron obedecer la orden de masacrar las protestas del pueblo, Evo Morales en realidad cayó porque perdió el apoyo de los bolivianos y dio, él sí, un golpe de Estado en el 2016 al desobedecer el resultado negativo contra su reelección de un plebiscito oficial.

La funcionaria del Tribunal Electoral que determinó la invalidez del plebiscito con el argumento de que impedirle la reelección era violar sus derechos humanos fue nada menos que la presidenta del Tribunal Electoral que validó el fraude electoral de las elecciones presidenciales del pasado 20 de octubre: María Cristina Choque Quispe, ahora arrestada.

En su abuso de poder y auto designado como representante de dioses indígenas para permanecer en el poder hasta su muerte (hoy tiene 60 años), Morales no supo leer el mandato democrático de los votos. El resultado del referéndum que le dijo no a su reelección arrojó una pérdida de 627 mil 173 votos con respecto a su tope electoral en 2014 de 3 millones 173 mil 304 votos. Morales se confió en el 83.3 por ciento de votos a su favor en el revocatorio de mandato de 2008, aunque fue sólo a dos años de tomar el poder.

La base electoral de Morales comenzó con un modesto 53.7 por ciento en 2006, subió a su techo de 64.2 por ciento en 2010, bajó a 63.36% en 2015 y en este 2019 perdió la mayoría absoluta y sólo acreditó 47.1% de votos, aunque con la sospecha de fraude porque las máquinas de conteo electoral fueron desconectadas y al regresar –como el fraude electoral mexicano de Carlos Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas, en un operativo de caída del sistema de cómputo bajo la responsabilidad de Manuel Bartlett Díaz como secretario de Gobernación– mantuvo sus votos, pero el nuevo recuento le dio 10 puntos porcentuales arriba del segundo lugar y por ello se auto proclamó presidente. Sin embargo, una auditoria de la OEA estableció la inexistencia de pruebas contundentes de la limpieza electoral y decretó la realización de otras elecciones.

Ahí, en ese momento, estalló la crisis: Morales se negó a nuevas elecciones, sectores sociales –por sí mismos y muchos azuzados por la extrema derecha católica con bases indígenas– salieron de manera violenta a las calles y el presidente Morales ordenó al ejército y a la policía reprimir las protestas a sangre y fuego. Cuando las protestas se salieron de control, el ejército sólo pidió la renuncia del presidente Morales, no se erigió en junta militar y acompañará el proceso constitucional para designar un interino y vigilar nuevas elecciones.

Morales, en su arrogancia populista, careció de pensamiento estratégico y se confió en su modelo de “socialismo indígena”. La Constitución sólo le permitía una reelección, la cambió para sí y en 2016 participó en un referéndum con el compromiso formal de que obedecería sus resultados. Las cifras finales fueron sorpresivas; 51.3 por ciento de bolivianos dijo que no a la reelección y sólo el 48.7% la apoyó. El Tribunal Electoral le oficializó la desobediencia al referéndum. Y lo más grave: Morales desdeñó esa consulta, no se reconcilió con la sociedad y decidió ya como dictador. Su candidatura fue, en los hechos, un golpe de Estado apoyado –¡sorpresa!– por militares y policías.

Bolivia tiene una larga historia de golpes de Estado: 46 presidentes de la república en 89 años y varias juntas militares y civiles, el último presidente militar fue Hugo Banzer que dio un golpe de Estado en 1971 contra el presidente militar socialista Juan José Torres; pero Banzer fue destituido, acusado de crímenes y nunca fue juzgado; en luego fundó su partido de derecha y gobernó por vía electoral de 1997 a 2001, aunque un cáncer lo obligó a dimitir en medio de protestas sociales por la privatización del agua en Cochabamba.

La crisis de Morales en Bolivia fue producto de su estilo autoritario, unidireccional y mediático de gobierno. A pesar de la historia militar, no realizó ningún trabajo político para reconstruir a las fuerzas armadas. Asimismo, permitió el crecimiento de un radicalismo católico conservador. Y el factor de ruptura fue su golpe político de Estado cuando desconoció el referéndum legal que votó en contra de su reelección y él se agandalló la presidencia. Por ello hay que decir que Morales se cayó solo.

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Diferencias. El aprovechamiento político interno en México de la crisis en Bolivia está tensando las relaciones mexicanas con el gobierno de Trump, quien ha dejado ver que sí ha promovido la crisis boliviana. Y la agenda Palacio Nacional-Casa Blanca no está para mayores tensiones diplomáticas, y menos ya con el FBI operando en México como avanzada estadunidense para reconocer el terreno del crimen organizado.

Política para dummies: La política es, más temprano que tarde, el mandato de la sociedad democrática.

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@carlosramirezh

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...