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El primero de tres

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, señala que todos necesitan una estrategia, comenzó contundente Lawrence Freedman en su importante obra histórica sobre estratagemas en 2013. Tenerla, afirma, sugiere la habilidad para mirar más allá del corto plazo y lo trivial, al largo plazo y lo esencial, para ocuparse de las causas en lugar de los síntomas, y para ver el árbol en lugar de las ramas. Pero tras los 120 minutos del primer debate presidencial, ninguno de los candidatos enfocó realmente en las causas que provocaron la inseguridad, salvo Margarita Zavala que acusó el retiro del Estado en el combate a criminales, y todos buscaron el contraste con el enemigo a descarrillar, Andrés Manuel López Obrador. Vieron lo particular no lo general. En realidad este primer encuentro ante la nación se trataba de otra cosa: exhibir las inconsistencias y contradicciones del candidato de Morena. Objetivamente hablando, lo lograron; subjetivamente, se verá si tiene impacto en las próximas encuestas de preferencia electoral.

López Obrador llegó al debate para administrar la ventaja que lleva sobre sus adversarios, pero algo importante sucedió con el equipo que lo preparó, porque le dieron datos falsos sobre inseguridad. Fue uno de sus malos momentos, al presumir los logros que alcanzó en su gobierno en la Ciudad de México. Anaya le demostró que mentía. No abundó, pero según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, López Obrador no dio datos reales. En su gobierno hubo 988 mil 141 delitos en general, 686 secuestros y ocho mil 389 homicidios. En el periodo 2013 a la fecha, van 944 mil 496 delitos en general, 265 secuestros y ocho mil 327 homicidios. El candidato de Morena no replicó. Se ajustó al libreto: no enredarse en réplicas, no responder señalamientos concretos –como lo acusó Anaya-, y regresar todo el tiempo a las frases que penetran no sólo en sus clientelas electorales, sino también en un amplio segmento de la sociedad que está indignada por la corrupción y la impunidad.

López Obrador ya tiene bien anidada su narrativa, por lo que se quiso concentrar en una letanía. Anaya, y de manera amplia el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, lo arrinconaron en cada uno de los temas. Durante toda la primera parte del debate, el lenguaje de cuerpo de López Obrador mostró lo acosado que estaba, con los brazos cruzados –reflejo subconsciente de inseguridad-, con la cara dura y el cuerpo doblado. Comenzaba a dar señales de molestia ante las imputaciones de deshonesto y corrupto, pero El Bronco le abrió la puerta de salida y volteó a Meade a cuestionarlo sobre su integridad. Anaya también lo soltó y enfiló contra el candidato oficial. En este tema, Meade no tiene muchas armas para defenderse. Los actos de corrupción de gobernadores priistas, la inacción judicial por el tema de Odebrecht, la creciente percepción de impunidad en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no pudieron, porque no había forma real de responder, ser atajados por el candidato priista.

Meade llegó como el underdog, el candidato más débil por todos los negativos que arrastra del presidente (ocho de cada 10 mexicanos reprueban su gestión), y por el rechazo al PRI (seis de cada 10 mexicanos dicen que nunca votarían por ese partido). Si bien mostró que tuvo una buena preparación para el debate, no ha sido suficiente. Su estrategia tenía que haber superado el obstáculo para reducir el abismo existente entre el objetivo que busca (ser un candidato competitivo) y la realidad de las herramientas y los instrumentos que tenía a su alcance (el descrédito presidencial, del gobierno y del partido). Para un underdog siempre se sugiere que despliegue una táctica guerrillera, donde golpea a su enemigo y se retira, pero teniendo el cuidado siempre de que en el repliegue no sea alcanzado por los tiros de sus adversarios. Eso le sucedió el domingo en la noche. No le afectaron los lugares comunes de López Obrador, pero fue tóxico el emplazamiento que le hizo Anaya al hablar de corrupción y le preguntó qué podría decir de su jefe, el presidente Peña Nieto. Meade enmudeció.

Cuando se tienen pocas opciones, como con las que entró Meade al debate, las posibilidades pueden mejorar sustancialmente si actúa fuera de la caja y es disruptivo para obligar a quien luce como el poderoso. No lo hizo. Aquella pregunta lo desinfló. Incluso llegó a mezclar los apellidos de Elba Esther Gordillo con Napoleón Gómez Urrutia, al llamar “Gómez Gordillo” a la maestra, en algo que puede interpretarse como nerviosismo. Pudo haber sido más enérgico con el presidente, pero no lo hizo, o dicho que el presidente no está fuera del alcance de la ley, pero optó por no incomodarlo, menos tocarlo. ¿Se acabaron sus posibilidades en este primer debate? Es otra de las respuestas que darán las próximas encuestas.

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Pornografía electoral

Leo Zuckermann en su columna a Juegos de poder, publicada en Excélsior, indica que ahora resulta que uno de los posibles candidatos independientes, que se pasó meses y meses diciendo lo horrible que eran los partidos, que nos conminaba a un cambio de sistema político se une a la campaña del candidato del partido más repudiado de México. ¿Acaso no les da vergüenza a unos y otros andar cambiándose de bando y aceptando la inclusión de quienes supuestamente eran sus adversarios? ¿Ya no queda pudor alguno en la política mexicana?

Sí: Armando Ríos Piter anunció que apoyará la campaña de José Antonio Meade, el dizque candidato externo que lanzó el PRI, partido que hoy gobierna México y que es percibido como el más corrupto de todos. El dizque político independiente más tramposo de todos, el que presentó más de 800 mil firmas fraudulentas para aparecer en la boleta presidencial, el que acusó al Instituto Nacional Electoral de ineficaz y protector de los intereses partidistas salta, de un día para el otro, al PRI. Perdón, a la campaña de Meade, como si no fueran lo mismo.

Y, del otro lado, lo reciben sin ningún problema, echándose unos tacos, tomándose fotos sonrientes, como si el candidato priista no tuviera problema en integrar a uno de los políticos más tramposos de la historia reciente del país. Total, ya nos perciben corruptos, pues no hace diferencia alguna integrar al “buen Armando”. Es cuate. Es
del ITAM. Hombre, no pasa nada si le pintamos una rayita más a un tigre al que ya no se le ven las rayas de lo rayado que está. Unos genios.

Al día siguiente, el gobernador perredista de Michoacán, sigue el ejemplo del Jaguar tramposo. En lugar de apoyar a Ricardo Anaya, decide subirse a la campaña de Meade. Se entiende: he aquí un perredista que no está contento con que el candidato de su partido sea un panista y, por tanto, se convierte ipso facto en priista. Perdón, de nuevo, apoya la campaña del no-priista Meade, como si no fueran lo mismo.

El día que alguien escriba el libro sobre la elección presidencial de 2018 lo podrá titular “Promiscuidad”. Cual película pornográfica, todos se meten a la cama de los otros. La audiencia, mientras tanto, se confunde con tanta mezcla. Una cosa sí queda clara: la clase política mexicana no tiene límites; no tiene pudor en cambiarse de lecho y recibir a los que antes estaban en el petate ajeno.

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¡Todos ganan!

Ricardo Alemán en su columna Itinerario Político, publicada en Milenio, señala que ¡Cantó la gorda…! Y todos ganaron. Al arranque del debate el desenlace era incierto, impredecible.

Y es que según todas las mediciones —encuestas de las que todos dudan, pero en las que casi todos se apoyan—, el puntero llegó con todo para ratificar su ventaja. Incluso, el mismo puntero se encargó de desdeñar los ensayos y la importancia del debate.

Al final, como en la ópera o en el futbol americano, “cantó la gorda” y el que parecía un desenlace solo de trámite, terminó en un resultado impensable. El puntero ganó, pero el último lugar, en medio de una de las más penosas presentaciones públicas que se recuerdan. Y claro, es que no tuvo periodistas a modo. Tuvo enfrente periodistas. Y punto.

Y “cantó la gorda”, porque Andrés Manuel López Obrador no acertó a manejar el tiempo en ninguna de sus intervenciones, porque mintió de manera reiterada sobre el fracaso en su gobierno capitalino, porque no ofreció una sola idea distinta de las ya conocidas y repetidas en 20 años y porque fue superado, de manera contundente, por casi todos sus adversarios en cuanto a propuestas, congruencia y contundencia.

Si no lo saben, “cantó la gorda” (o el desenlace no se da hasta que cante la gorda), es una expresión coloquial surgida de la ópera, del clásico de Wagner, El anillo del nibelungo, donde Brunilda anuncia el fin del mundo, hasta que la voluminosa cantante aparece y cambia la historia.

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El ganador del debate presidencial es…

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, indica que en el primer debate entre candidatos presidenciales cada quien vio ganar a su gallo, sin embargo quien en verdad se llevó la noche fue el formato. Aunque siempre podría ser mejorable, el formato de anoche fue muchos menos acartonado y aburrido. Permitió el intercambio de ideas, de acusaciones, así como las réplicas, y por primera vez los periodistas conductores hicieron preguntas. Se pudieron ver tomas simultáneas de todos los candidatos, sus reacciones y sus reflejos a la hora de responder ante los ataques y propuestas de los demás. Así que sin importar que algunos vieron ganar a Ricardo Anaya, otros a José Antonio Meade, y algunos más Andrés Manuel López Obrador, Jaime Rodríguez o Margarita Zavala, el ganador del debate fue el formato.

Silvano y su hermano

Nos dicen que la decisión del gobernador perredista de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, de apoyar a José Antonio Meade, podría afectarle a su hermano Antonio García Conejo, quien compite por una senaduría. Ya se escuchan voces de panistas que piden que se le quite la candidatura al hermano del mandatario. Nos comentan que la idea de algunos panistas de quitarle la candidatura a don Antonio, significaría para el PRD una ruptura con la coalición Por México al Frente debido a que señalan que aunque a ambos los une un lazo familiar las posturas y la acciones políticas son individuales y hay varios casos de familias cuyos miembros militan en partidos diferentes sin que eso sea un problema. Mientras, el candidato a senador se mantiene firme y continúa haciendo campaña, aunque su hermano apoye al PRI.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que como déjà vu de otras elecciones resultó la proclamación de triunfo de Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade anoche al término de primer debate, aunque el del PRI dijo que además de la Presidencia se llevará “tres departamentos” del tabasqueño, después de que éste se los ofreció en caso de que le compruebe su existencia.

Margarita Zavala prefirió no opinar sobre un eventual ganador de la jornada y Jaime Rodríguez Calderón se limitó a decir que sostendrá más propuestas polémicas, a propósito de la de cortar la mano a los culpables de robo, tipo de planteamiento que algunos expertos llaman “populismo penal”.

Que para no haber estado ensayada ni coordinada le quedó de lujo a José Antonio Meade la pregunta de “El Bronco” sobre los ex gobernadores pillos del PRI, pues de inmediato respondió que gracias en parte a su trabajo, como secretario de Hacienda, es que se les fincaron responsabilidades y están en la cárcel.

¿O sí se ensayó? No, ¿verdad? Gente malpensada.

Que al festejo del posdebate con José Antonio Meade asistieron José González Anaya, titular de Hacienda; Emilio Gamboa, líder del PRI en el Senado, y Eruviel Ávila, ex gobernador del Estado de México, así como los verdeecologistas Arturo Escobar y Jesús Sesma.

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