Como en los tiempos de Luis Echeverría, Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto, la televisión privada ha asumido con el presidente electo López Obrador su papel de aparato ideológico de dominación del poder político en turno. Si Televisa fue “soldado del PRI, soldado del presidente”, ahora TV Azteca ha suplido ese papel con el gobierno López Obrador-Morena.
El tono de Ricardo Salinas Pliego en la visita de López Obrador al espacio físico de la televisora y el uso del principal presentador de noticias Javier Alatorre rindiendo pleitesía y homenaje al visitante regresó el reloj de la historia a los tiempos de las televisoras –Televisa con Emilio Azcárraga y el priísta Miguel Alemán Velasco– subordinadas a los lineamientos presidenciales.
La pluralidad informativa no tan profunda pero presente de TV Azteca se perdió con su postración a los intereses del gobierno de López Obrador, no sólo con Salinas Pliego, sino con un vicepresidente de la cadena como secretario del gabinete presidencial (Esteban Moctezuma Barragán en Educación) y con Banco Azteca y sus comisiones bancarias usureras como distribuidora del efectivo de los programas asistencialistas de López Obrador.
No sería la primera vez en que TV Azteca juega al poder entregándose a los intereses de un gobierno. En el sexenio de Vicente Fox hubo un alto funcionario de la televisora trabajando en directo con Marta Sahagún como encargada de comunicación social del presidente: Ernesto Vidal Córdoba, para subordinar a la televisora a Los Pinos.
Las televisoras mexicanas no son canales de comunicación social, sino aparatos de control del discurso ideológico del régimen, sea populista o neoliberal. Los dueños de las tres cadenas se sumaron al poder central de Los Pinos vía su participación en el consejo asesor empresarial: TV Azteca, el vicepresidente ejecutivo de Televisa, Bernardo Gómez, y el dueño de grupo TV Imagen-periódico Excelsior (calificado por López Obrador en septiembre de 2016 como pasquín), Olegario Vázquez Raña.
La incorporación de las televisoras a instancias de dependencia directa del presidente de la república tiene un significado clave: la ratificación de que las concesiones televisivas son hechos políticos y de poder para reafirmar alianzas estratégicas entre los que controlan los espacios de comunicación nacional y el gobierno que los usa para multiplicar consensos y construir ideologías. Y los dueños de los medios quedan como meros intendentes de los intereses de la clase gobernante.
Echeverría, Salinas de Gortari y Peña Nieto ratificaron el papel de control del inconsciente de la sociedad vía la televisión no educativa. La campaña de Echeverría para doblegar a Televisa de Azcárraga (controlaba ya a Televisa de Alemán) se basó en contrastar la idiotización de la televisión con la construcción de ciudadanía en las escuelas con la educación.
El modelo lo definió Emilio Azcárraga Milmo en mayo de 1982, a lomo del cambio de gobierno de López Portillo a De la Madrid con su declaración: “soy priísta por convicción; soy soldado del PRI y del presidente”.
El papel de los medios debe ser justamente el de medios: el canal de comunicación e intermediación entre la sociedad y su entorno, incluyendo la estructura de toma de decisiones del gobierno. Pero las televisoras, como ha venido ocurriendo desde los años cincuenta del siglo pasado, han sido parte de las estructuras de dominación del sistema político/régimen de gobierno/Estado del PRI, del PAN en dos sexenios, nuevamente del PRI con Peña Nieto y ahora de López Obrador.
El problema no radica en las relaciones inevitables entre el gobierno y los medios electrónicos, sino en la incorporación de éstos a las estructuras del poder ejecutivo a través del consejo asesor empresarial de la presidencia de la república, es decir, las televisoras han dejado de representar a la sociedad –en teoría, si acaso alguna vez lo hicieron en la realidad– para convertirse en estructuras subordinadas a la autoridad superior de la presidencia de la república.
La única forma que tienen las televisoras privadas de honrar su espacio social sería separando el área empresarial de la noticiosa o de servicios sociales por medio de grupos sociales representativos que garanticen la pluralidad de ideas y de accesos. Durante su largo ciclo priísta, Televisa se cerró a la oposición y sólo la tozudez de Manuel J. Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y el grupo #YoSoy132 pudo abrir a golpes la difusión no-priísta.
Si López Obrador quiere un nuevo régimen, entonces podría comenzar con la reorganización de las concesiones de televisión y radio para evitar que sus dueños sean intendentes del poder político como Televisa, TV Azteca e Imagen.
Política para dummies: La política es circular cuando no hay ideas ni proyectos: se repite para cambiar y llegar al mismo lugar.
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