Una de las palabras que podría resumir las posibilidades del proyecto de gobierno del presidente López Obrador es oxímoron, la mezcla de dos posiciones encontradas y hasta excluyentes. Su populismo político estará acotado por la dominación del neoliberalismo en economía y desarrollo: será populismo neoliberal.

El anuncio del presidente López Obrador en su toma de posesión en el sentido de que se había terminado el ciclo económico neoliberal no fue sino un deseo político, coyuntural, de plaza publica. La política económica y presupuestalº de la administración 2018-2024 no podrá salirse del modelo neoliberal porque estará atada a la variable suprema: la inflación asumida –dice la teoría monetarista del neoliberalismo– como fenómeno monetario.

En este sentido, la única viabilidad lopezobradorista estaría en asumir sus posibilidades reales –y no demagógicas– en función del oxímoron populismo neoliberal. La primera crisis en su equipo económico estalló cuando el subsecretario de Egresos de Hacienda, Gerardo Esquivel, le dijo al presidente López Obrador que no se podía aumentar el gasto social. La discusión subió de tono hasta el punto en que Esquivel le dijo: “Andrés Manuel, no-se-puede”. Al salir de la reunión Esquivel ya había sido reasignado al Banco de México, por cierto, la catedral del pensamiento inflacionario neoliberal, ortodoxo, monetarista y friedmaniano.

Los populismos de 1934 a 1982 duraron hasta que la inflación colapsó la estabilidad macroeconómica y condujo a las devaluaciones. En 1975 el presidente Echeverría tuvo que aceptar la condicionalidad del Fondo Monetario Internacional para obtener créditos que ayudaran a inyectar el mercado de dólares; en 1977 López Portillo despidió a sus secretarios de Hacienda y Programación porque no encontraron una síntesis entre la condicionalidad neoliberal de baja de gasto y los compromisos sociales del candidato. En 1978 López Portillo aprovechó los descubrimientos petroleros para un programa de inversiones que, de todos modos, llevaron a la inflación de 1981 y 1982 y a otra devaluación. Los tecnócratas de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari dieron un paso adelante en el pensamiento neoliberal: redefinieron el papel del Estado mexicano, haciéndolo pasar de social a Estado autónomo de compromisos sociales.

La caída de Esquivel reprodujo la crisis de 1977 de López Portillo: la imposibilidad de una síntesis entre populismo y neoliberalismo. El propio López Portillo padeció más directamente su crisis: en 1973 ascendió a secretario de Hacienda de Echeverría cuando Hugo B. Margain se negó a aumentar el gasto y a imprimir más billetes. De 1973 a 1976 siguió subiendo el gasto sin mayores ingresos y en agosto de 1976 terminó el modelo de desarrollo estabilizador basado en un tipo de cambio atado a un presupuesto condicionado por la inflación.

La política presupuestal de López Obrador quiere aumentar el gasto social y de inversión de sus compromisos de campaña sin más impuestos ni mayor deuda; por tanto, solo queda la reasignación de recursos disponibles. En la realidad Hacienda ya entendió que nunca existió la posibilidad de que baja en la corrupción y disminución de salarios de la alta burocracia y organismos autónomos pudiera aportar 600 mil millones de pesos para las inversiones lopezobradoristas. Fue lo que le dijo Esquivel al presidente de la república… y por eso lo mandaron a panteón neoliberal del Banxico.

Si quisiera encontrarse una explicación económica a la decisión de López Obrador de suspender mayores concesiones petroleras y anunciar que el gobierno haría la exploración, extracción y comercialización del crudo, estaría en el modelo de López Portillo de usar el petróleo como actividad productiva del Estado y las utilidades petroleras destinarse al gasto público. La apuesta se perdió cuando el ingreso petrolero fue menor a los programas de inversión pública y aumentó la inflación.

A menos que la estrategia económica de López Obrador encuentre fuentes de ingreso gubernamental más allá de los impuestos, el ahorro por corrupción, baja del gasto corriente, la deuda y la impresión de billetes, las posibilidades del populismo lopezobradorista estarán acotadas por las limitaciones de la condicionalidad neoliberal. Y ya no se trata sólo del FMI, sino del efecto inflacionario de la política económica y los objetivos sociales del desarrollo.

Al populismo de López Obrador le falta reflexión teórica para confrontar las mentiras neoliberales. El problema no se localiza en mayor o menor gasto y en mayor o menor inflación, sino en el rediseño del modelo de desarrollo y por tanto el replanteamiento de su correlativa política económica.

La crisis con Esquivel, su cese en Hacienda y su envío al templo del neoliberalismo del Banco de México fue el primer aviso de la crisis tradicional de los populismos sin política económica.

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...