Entre falta de servicios y pobreza viven colonos al sur de Puebla. Foto: Ángulo 7
Entre falta de servicios y pobreza viven colonos al sur de Puebla. Foto: Ángulo 7

Falta de servicios básicos, delincuencia y pobreza padecen colonias del sur de Puebla, como Nuevo Plan de Ayala y Jardines de Juan Bosco, en la junta auxiliar de San Baltazar Campeche, donde se suma el peligro de vivir cerca del contaminado Río Atoyac.

La falta agua potable, drenaje, calles pavimentadas, escuelas y centros de salud mantienen en la marginación a cientos de familias a pesar de encontrarse en el municipio más desarrollado de la entidad.

El recorrido inicia en Limones, la última estación de la línea 2 de la Red Urbana de Transporte Articulado (RUTA), donde las calles están pavimentadas, hay una sucursal de Farmacias Similares, tiendas de abarrotes, papelerías con computadoras públicas y puestos de quesadillas.

Al avanzar con sentido al sur, el ambiente va cambiando, abundan jóvenes en las esquinas sentados con teléfonos celulares en la mano, algunos hablando con otros y unos más solos, como pasando el tiempo, o esperando algo.

Techos de lámina, puertas provisionales, ventanas cubiertas con cartón en lugar de vidrio, bardas sin terminar y mucho menos pintar, pero eso sí, con grafitis, son el panorama que identifica a estas colonias.

Carencia de servicios

Calles de terracería repletas de charcos de lodo, algunos cubiertos con cascajo, son espacio de juego de niños descalzos y descuidados, que entre decenas de perros callejeros corren, gritan y ríen.

Por ser días de vacaciones, los menores se encuentran en la calle en un día entre semana a las 11 de la mañana, sin embargo, al preguntarles por dónde está su escuela para ver en qué condiciones está, no saben explicarlo y solo refieren que “está muy lejos”.

Situación diferente ocurre con la iglesia, que ocupa al menos una hectárea, misma que está rodeada por malla metálica, tiene dos canchas de futbol y una de basquetbol.

Si bien en la calle no hay mucha basura, en terrenos baldíos sí, que entre la maleza alojan telas, cartones y vidrio principalmente, pues se nota que los envases desechables y de aluminio han sido recolectados previamente, pues la basura no se encuentra desperdigada, sino en montones.

Tras recorrer algunas veredas se llega a las laderas del Atoyac, donde a unos metros se localizan casas a medio construir pero que están habitadas por familias de bajos recursos.

El paisaje de la desigualdad

Para quienes llegan por primera vez al sitio el olor es molesto, aunque soportable, los rayos del sol del mediodía se reflejan en el agua verdosa con espuma, la cual devuelve un vapor que se introduce en las ventanas abiertas de las viviendas.

Al otro lado del río, el panorama se vislumbra esperanzador, pero imposible de alcanzar para los colonos de Jardines de San Juan Bosco.

Se ven casas blancas brillantes, edificios con cristales que deslumbran, otros aún en obra negra y una barda color café que los resguarda; es Lomas de Angelópolis.

El río corre con fuerza con sentido al sur, llevando a su paso ramas, botellas, ropa, costales, bolsas de plástico llenas de algo desconocido y otras que van vacías, pero que llegarán al mismo lugar: la presa de Valsequillo.

Por un puente a diario cruzan cientos de personas que trabajan como albañiles, jardineros, pintores, cocineras, niñeras, intendentes y empleadas domésticas en Lomas de Angelópolis, La Vista y demás fraccionamientos y plazas comerciales que hay del otro lado del río.

Resignación de habitantes

Quien cruza, tiene que pasar por una vereda que da a una caseta de vigilancia, donde un policía pregunta a cualquiera a dónde va y a qué.

Todos los empleados poseen una credencial, por lo que al decir al vigilante que soy reportero, me niega la entrada al decirle que no voy a ver a nadie y solo me permite hacer fotos desde ahí.

Al volver al puente me encuentro con dos empleadas domésticas, pregunto cómo es vivir cerca del río, una explica que al principio era molesto, pero “se acostumbró”. La otra, con pena, señala que “hasta ahí le tocó vivir”, lo cual toma sentido más tarde, al decirme que es agremiada al Movimiento Antorchista.

Ambas reconocen que carecen de servicios, que viven en condiciones de pobreza, que su colonia “es fea” e insegura porque ha incrementado la delincuencia y coinciden en que los gobiernos municipal y estatal mantienen abandonadas la periferia de la ciudad.

Pero “ni modo”, refieren antes de despedirse, “aquí nos tocó vivir”, como citando a Carlos Fuentes en “La Región más Transparente”, la diferencia es que esta historia no es ficticia como la de Ixca Cienfuegos.

 

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