Columnistas-AlbertoHidalgoMontes

Los últimos días no han sido nada fáciles para México, un país que actualmente se encuentra en una profunda crisis social resultado de las inseguridad e impunidad que día a día golpea a una sociedad harta y lastimada se suman dos sismos de gran magnitud: El primero ocurrió el 7 de septiembre en la zona del Golfo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, con una magnitud de 8.2 grados en escala de Richter. El segundo, ocurrido 19 de octubre, con un epicentro entre el estado de Puebla y Morelos, con una magnitud de 7.1 grados en la escala de Richter (el cual ha dejado un saldo (hasta la fecha en que esto fue escrito, el 02 de octubre de 2017, 361 víctimas mortales y miles de damnificados) han dejado un importante número de lecciones positivas y negativas que aprender para poder prevenir desastres naturales y poder reducir sus estragos lo más posible.

Sin duda alguna quedó patente una vez más la solidaridad del pueblo mexicano e incluso en un primer momento la utilidad de las redes sociales para poder comunicarnos de una forma inmediata, sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. En una segunda fase las redes comenzaron a generar problemas y rumores que entorpecían las acciones de voluntarios de la sociedad civil, los cuerpos de rescate, así como las dependencias gubernamentales por la generación no confirmada de información que generó que oleadas de datos falsos se volviese viral, generando en muchas comunidades abusos por parte de los propios damnificados. Las primeras 72 horas son vitales en este tipo de fenómenos, donde los víveres y medicamentos son la prioridad, después de ese tiempo y por alrededor de 10 días la prioridad cambia a refugios; para que, por último, comience un periodo para comenzar la reconstrucción de las zonas afectadas de aproximadamente 100 días en los cuales esperamos que urbanistas, ingenieros y arquitectos sean capaces de generar infraestructura social segura y sustentable para mejorar lo que antes había.

Quedó al descubierto que la sociedad mexicana aún no ha aprendido de las lecciones que el sismo del 85 había dejado, corrupción en las regulaciones de construcción y una pobre cultura de Protección Civil han dejado claro que aún hay un largo camino que la sociedad en conjunto tendrá que trabajar de forma muy seria. No basta con tener un botiquín, o una maleta de emergencia si no nos preocupamos en capacitarnos y practicar en su uso. Lamentable fue escuchar sobre la volcadura de un camión que transportaba víveres para los damnificados del estado de Oaxaca el cual fue vandalizado para robar su contenido o el robo de una cámara térmica en el centro de comando de un edificio colapsado en la ciudad de México

Otro punto a destacar fue que el Estado en su conjunto se vio rebasado por la sociedad que tuvo una mayor flexibilidad de actuación creando sinergias positivas que lograron conjuntar un gran esfuerzo sin el cual el número de víctimas seguramente hubiese sido mayor. Ahora bien, 361 víctimas mortales en un área (en los 4 estados afectados) de más de 30 millones de personas, aunque no deja de ser lamentable, no es una catástrofe, recordemos, a modo de ejemplo, que en el sismo de 1985, en tan sólo el edificio Chihuahua, hubo más de mil decesos.

Estos desastres naturales tienen que servir de catalizadores para poder generar cambios de paradigma dentro de la sociedad mexicana. Exigir mejores lineamientos de construcción, ser más severos y puntuales al combate de la corrupción. Informarnos, prepararnos y equiparnos en forma seria y consiente para poder hacer frente a las crisis que puedan acontecer, no importando su naturaleza. Es necesario que aprendamos a ver los alcances y limitaciones de las redes sociales y la cantidad abrumadora de información que éstas producen, ya Friedrich Nietzsche, filósofo y poeta alemán, muy acertadamente sentenciaba: “La mucha luz es como la mucha oscuridad, no deja ver”.

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Experto en el tema de seguridad y pandillas.