Arturo Rueda /Tiempos de Nigromante/Diario Cambio

Estoy convencido que Blanca Alcalá no quería ser la candidata tricolor a la minigubernatura.

Además de los muchos contras que tenía jugar una carrera para gobernar apenas veinte meses, había otra poderosa razón: justo en la recta final de la definición del candidato, cuando se levantaban encuestas y se sondeaban a los grupos, Alcalá inició la construcción de su “Casa Blanca” en el fraccionamiento La Misión.

 

Construir, adquirir una vivienda, no es un delito.

 

Hacerlo justo cuando el PRI se preparaba para nominarla candidata, en detrimento de Enrique Doger, seguramente levantaría sospechas sobre su origen.

 

Y si el origen de ese inmueble es oscuro, muy oscuro, como demuestra la investigación periodística que hoy presenta CAMBIO, aceptar la nominación fue un acto suicida.

 

Blanca quería el 2018, en parte, para llegar con “Casa Blanca” terminada y operaciones jurídicas concluidas. Con el expediente cerrado, vaya.

 

Pero ni Emilio Gamboa, ni Enrique Peña Nieto, ni Manlio Fabio Beltrones, se imaginaron nunca que la senadora se construía una vivienda sobre un terreno que le regalaron los constructores favoritos de su gobierno municipal.

 

Constructora y Pavimentadora Guraieb facturó 61 millones de pesos en su trienio a través de 29 contratos.

 

Algunos los obtuvieron por licitación, la mayoría por adjudicación directa.

 

Gerardo Sanz Guraieb, cabeza del grupo, ya había sido identificado por el periodista como Alejandro Mondragón como uno de los financieros de la campaña del 2007 que la llevaron a la presidencia municipal.

 

Sanz Guraieb, además, es identificado como parte del grupo de Aristeo Reyes y la AECO, quienes se llevaron la mayor parte del pastel de la obra pública en ese gobierno.

 

El 15 de octubre del 2010, a cuatro meses de que acabara su trienio, los socios de Constructora Guraieb liquidaron su adeudo, pagaron sus moches a la alcaldesa, con el terreno de 800 metros sobre el que se asienta la “Casa Blanca”.

 

Aunque el predio vale 6 millones 800 mil pesos, la escritura pública de la notaría 2 de Cholula indica que lo vendieron en 1.7 millones de pesos, puro valor catastral.

 

Feliz coincidencia, el terreno lo adquirió otro socio de Blanca, Marco Antonio Corona Mazatle, quien participa con ella en la gasolinera Nacozari.

 

Sí, la misma gasolinera que la alcaldesa se auto entregó por la vía de su tía María del Rocío Ruiz Loaeza, a quien —otra casualidad— Corona Mazatle le compró sus acciones en agosto del 2011.

 

Todo ha sido documentado.

 

Blanca aceptó en Ultra Noticias que la “Casa Blanca” sí era suya, “pero no era suya”. Algo muy extraño.

 

“El terreno es de una persona, la construcción es parte de nosotros” le dijo a Fernando Canales hace dos semanas. También le contó que se dio el lujo de mandarse a hacer una biblioteca porque en su casa de La Calera los libros ya no cabían.

 

¿Quién construye una casa sobre un terreno que no es suyo?

 

¿Quién arriesga varios millones en una operación de compra-venta no concluida?

 

¿Cuál es la relación entre Marco Antonio Corona Mazatle —un empresario don nadie— y Blanca Alcalá Ruiz para que la deje construir en su terreno que obtuvo de los constructores más favorecidos en el trienio y que adquirió a un precio irrisorio?

 

Todo huele a podrido, como en Dinamarca.

 

¿Cómo Blanca aceptó la candidatura con una historia patrimonial tan oscura?

 

¿Hay alguna forma de explicar todo esto de la Casa Blanca?

 

¡Qué tremenda equivocación nombrarla candidata!

 

¿Dará alguna explicación en el debate de hoy?

Para mayor información:http://www.diariocambio.com.mx/2016/opinion/tiempos-del-nigromante/item/12349-blanca-y-su-casa-blanca-moches-y-prestanombres-al-estilo-del-pri

 

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