Hace unos días un abogado en el estado de Arizona, en la unión americana me cuestionaba sobre la corrupción en México. Llamó seriamente la atención sobre que hay actos de corrupción tan cínicos que, al verlos en la cotidianeidad, ya pasan desapercibidos (hasta cierto punto nos acostumbramos).

Sin embargo, para los ojos de los extranjeros, lo que es nuestra realidad día a día, para ellos es poco más que imposible.

No es noticia nueva decir que México ocupa un lugar crítico con relación a los fenómenos de la corrupción e impunidad. Los hechos ocurridos en la última década hablan por sí mismos: la lucha contra el crimen organizado, donde tal pareciera que la política gubernamental es la de prueba y error hasta que funcione (no importando la cantidad de delitos violentos que como consecuencia se han tenido desde el año 2006).

Los niveles altos de corrupción al interior de los poderes políticos (con casas blancas incluidas), las desapariciones forzadas y un número sobresaliente de delitos no investigados ni castigados, han generado en la esfera de la opinión pública nacional e internacional una percepción de ingobernabilidad y una auténtica preocupación ciudadana que ha desembocado en la exigencia hacia el Estado de respuestas y soluciones.

Amable lector, al punto que hemos llegado como nación es insostenible, imagínese usted: Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) con sede en Francia, de 34 países miembros ocupamos (¿Por qué no?) el lugar 34 en corrupción e impunidad, si nos vamos a los que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) registra, nos ubicamos en el lugar 95 de 168 en el mundo, justo por debajo de países como Filipinas y Bolivia mientras, por mencionar el país dónde se me cuestionó, EUA, ocupa el lugar número 16.

Usted podría replicar: “Bueno una cosa es como nos ven en el extranjero y otra como estamos”. En la última Encuesta Nacional sobre Victimización y Percepción de la Seguridad Pública (Envipe) 2014 realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica que los mexicanos perciben a la impunidad como uno de los diez problemas más importantes que aquejan a la entidad en la que viven. Incluso los equipos de planeación de los últimos presidentes de México han desarrollado estrategias para el mejoramiento de la seguridad pública focalizando esfuerzos en dos acciones claras: la creación de más y mejores policías y en la legislación de penas más severas para aquellos que cometan delitos de alto impacto, como el secuestro.

Impunidad arraigada en el sistema político

A pesar de estos esfuerzos el fenómeno parece que siguiera arraigado en el sistema político dificultando así, la defensa de la justicia y por consiguiente de los derechos humanos; ante este punto es necesario cuestionarse: ¿Qué situaciones ocurren al interior de la estructura judicial de México que fomentan el crecimiento de este fenómeno? El fenómeno de la impunidad pone en duda el cumplimiento del derecho al acceso a la justicia pronta y expedita.

En el deber ser, los actores involucrados en el proceso de investigación y seguimiento a los delitos, así como su castigo (desde la investigación, detención, proceso, sentencia y reclusión) deberían garantizar que esto fuera así. Sin embargo no lo es, una apuesta muy fuerte por parte del Estado mexicano, es sin duda, la entrada en vigor del Nuevo Sistema de Justicia Penal, sin embargo sólo se encuentran capacitados de forma adecuada un 30% de corporaciones policiales en el país y la capacitación para agentes del Ministerio Público, Jueces y abogados litigantes está para llorar. Basta ver los cientos de videos que están en YouTube sobre las pifias ridículas que se comenten en juicios. Lo cierto es que resultados sobre el Nuevo Sistema de Justicia los podremos palpar de forma concreta en un periodo de entre 5 y 10 años.

¿Hay solución?

¿Hay solución a tan desalentador panorama? La verdad es que sí, y aunque es muy sencilla genera un sinfín de problemas. Educación, de nada sirve, tener más policías, elevar las penas a políticos corruptos si son educados con antivalores como la corrupción o con el de la impunidad, si no entendemos que estos dos tópicos en particular no se dan en árboles, sino que son el resultado de una pobre educación en el seno familiar. Por un lado tenemos a la población desfavorecida esperando que el “Papá Gobierno” les dé y por otro tenemos a gobernantes que creen que son descendientes de los mismísimos dioses, motivo por el cual son intocables.

Bueno ejemplo nos dan los Obama, donde Sasha, la menor de las hijas, entró a trabajar en verano a una cadena de comida rápida como cajera, sabia decisión de los padres que dejará como resultado grandes enseñanzas para la joven, el comprender cómo realmente viven las personas de a pie es fundamental para poder desarrollar un criterio más apegado a la realidad social…me hubiese gustado ver a algún hijo del matrimonio Peña-Rivera trabajando en una Oxxo, digo nada más por curiosidad…

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Experto en el tema de seguridad y pandillas.