A pesar de la existencia de medios masivos modernos, como es el caso de Internet, la televisión sigue jugando un papel fundamental en la vida de los seres humanos, puesto que es el medio con mayor cobertura mundial y al que más fácil acceso se tiene sin necesidad de una gran inversión económica.

Como consecuencia, la televisión sigue formando parte fundamental de la educación, especialmente en el caso de los niños; ya que son ellos quienes se hallan más expuestos a los contenidos de este medio debido a su rutina de vida y en ocasiones, a la falta de atención por parte de los padres, lo cuales suelen utilizar al televisor como una especie de niñera que es capaz de entretener a los infantes mientras ellos se ocupan de sus actividades.

Este panorama resulta peligroso para la formación de los pequeños, pues por su corta edad, son seres mucho más vulnerables ante los contenidos emitidos por la televisión, sean estos positivos o negativos.

En algunos estudios hechos sobre la atención que los niños presentan ante este medio de comunicación, se han encontrado ciertos factores que influyen en el proceso receptivo, como por ejemplo: el contenido y la forma del mensaje, así como los ciclos y los patrones de atención de los receptores; todo ello influye para hacer más o menos creíbles las informaciones emitidas. Sin embargo, no basta sólo con tener conocimiento respecto a la atención que los infantes le ponen a la televisión, además, es de suma relevancia lo referente a la comprensión del mensaje.

Existen varios elementos externos a los procesos cognitivos que interfieren en el transcurso de la comprensión y que la misma naturaleza del medio masivo da al espectador, como: la estructura narrativa (normalmente los hechos son contados televisivamente en forma abreviada y no se profundiza en detalles importantes), las técnicas de producción (uso de los diferentes ritmos en la edición, movimientos de cámara y encuadres que hacen más dinámicos los mensajes) y la separación de la ficción de la fabricación de la realidad contrastada con ella misma (haciendo referencia a que los personajes actúan como personas verdaderas y las situaciones presentadas parecen ser parte de la vida real, pero son el resultado de elementos previamente creados y pensados con cierta finalidad).

Todo ello hace que para el niño sea complejo entender la televisión, es decir, no es fácil para los infantes comprender que casi todo lo que se proyecta en pantalla es parte de la fantasía; que es algo que parece existir, pero que en realidad es el resultado de una estricta planeación previa. Resulta casi imposible el hecho de que un niño por sí solo le dé sentido adecuado a los mensajes y los maneje de manera crítica, puesto que por su edad y conocimientos, es propenso a imitar o tomar como verdadero todo lo que ve a través del televisor.

Es importante tomar en cuenta que los niños aprenden de toda la programación televisiva, no solamente de la que ha sido diseñada con fines educativos. La razón es que la capacidad humana de aprendizaje no está limitada a la habilidad técnica de captar sólo lo que se enseña con cierta finalidad. El ser humano tiene la destreza de asimilar conocimientos en cualquier momento o situación. Se aprende con o sin la intención de hacerlo y no siempre se tiene consciencia respecto a lo que se ha aprendido.

Los niños normalmente lo hacen por experimentación, observación e imitación; y estos hechos toman mayor fuerza cuando existe de por medio una sumisión ante la autoridad (condicionamiento para aprender lo que se debe hacer o no) o cuando se tienen presentes modelos atractivos a los cuales copiar. La televisión cumple con estos requisitos pues es un fuerte instrumento de penetración cultural y social, situación que la hace tener autoridad y ser atractiva; hecho que la potencializa en cuanto a la transmisión de conocimientos y comportamientos hacia los individuos.

Todos los humanos por naturaleza somos criaturas sistemáticas (seres apegados a métodos), por tanto, es fácil que nuestras costumbres y comportamientos se hallen estandarizados. Nuestras metodologías cotidianas constituyen la mayor parte de lo que llamamos nuestra cultura y de ella forma parte muy importante la televisión. En ocasiones las costumbres y procedimientos empiezan a funcionar en forma independiente del sistema al que le sirven. Se vuelven autónomos, como si un robot dejara de obedecer a su amo; como consecuencia, hay veces en las cuales los hábitos llegan a dominar la situación y es cuando éstos resultan peligrosos para el aprendizaje de las personas, pues ellas se encuentran totalmente vulnerables a los efectos nocivos de dichos hábitos.

Como es notable, la televisión no solamente es un elemento muy importante para la socialización de los niños, pues además de la adquisición de criterios sobre las normas o ausencia de ellas que en el medio se exponen, los niños aprenden mucho de sus contenidos, y no exclusivamente de aquello que es deseable que aprendan, sino también de aquello que es dañino, por ejemplo: actitudes violentas o conductas agresivas e intolerantes, que por cierto, son elementos que dominan una amplia cantidad de los contenidos televisivos.

Es posible que la televisión actualmente esté aventajando a la familia en la capacidad de mostrar modelos de comportamientos expuestos en situaciones diferentes, puesto que puede repetir y esquematizar mensajes; además masifica, uniforma, impone hábitos y conductas. Como respuesta, la familia debe ofrecer una interacción personal, realizada conforme a las características individuales y únicas de cada pequeño, lo cual resultará muy benéfico para el desarrollo del infante.

Debido a los efectos que los mensajes televisivos pueden causar en la mente de los niños, resulta sumamente importante educarlos al respecto y principalmente cuando son muy pequeños, pues es cuando su cerebro se encuentra más vulnerable ante los mensajes recibidos. Es indispensable que a lo largo de su crecimiento, los infantes empleen correctamente lo recibido a través de la televisión y de esta manera tomen sólo lo conveniente sin creer que todo lo que sus ojos ven es completamente cierto.

Los niños pequeños se encuentran en una etapa propicia para adoptar conductas y actuar según el entorno en el que se desarrollen, ya que se hallan en un momento en el que todo puede ejercer gran influencia en sus vidas; quizá si la familia actuara como mediador ante la televisión y educará a sus hijos respecto a la recepción crítica de mensajes, se obtendría gran éxito al momento de filtrar los contenidos que la televisión transmite. De este modo, dicho medio de comunicación podría interferir menos en la relación de los niños con la escuela, los amigos, los distintos grupos de convivencia y su vida en general.

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