Como es del conocimiento público, el presidente Andrés Manuel López Obrador  anunció el martes que le pedirá a su colega de Estados Unidos, Joe Biden, que aborde el caso del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, y  agregó que México le abriría las puertas si fuera liberado.

Aplaudimos tal decisión, la cual termina por confirmar la impronta progresista de AMLO  tanto en lo que respecta a su defensa de la libertad de expresión como en lo que se refiere a la política internacional de su gobierno.

Hasta donde sabemos, aquél es el  primer jefe de Estado que interviene en favor de Assange, señalando –y con razón–  que “es el mejor periodista de nuestro tiempo, en el mundo y ha sido muy injustamente tratado, peor que delincuente, esto es una vergüenza para el mundo”.     Por cierto, López Obrador deslizó un ironía salvaje al comentar :  “¿Vamos a quitar la estatua de la libertad de Nueva York?… ¿Vamos a seguir hablando de democracia, de protección de derechos humanos, de libertad de expresión?”.

Ciertamente es incomprensible que Assange no reciba el apoyo que merece, máxime tomando en cuenta que gracias a él se destapó la cloaca que ocultaba las atrocidades perpetradas por los Estados Unidos en la guerra contra Irak.  Uno de los videos famosos de WikiLeaks, «Collateral Murder», o «Asesinato Colateral» le quitó el humo que cubría el término «políticamente correcto» de «Daño colateral» al que suelen recurrir los medios de comunicación al servicio del imperio.  En dicho video se observa cómo desde un helicóptero Apache los militares norteamericanos  asesinan a más de 12 personas inocentes, incluyendo dos reporteros de la agencia noticiosa Reuters.

De ese modo, tal como observa Alfredo Jalife, “lo peor de todo es que Estados Unidos se quedó sin discursos respecto de preservar la sacrosanta libertad de expresión (establecida en la Primera Enmienda de su Constitución), así como ya le había sucedido en el tema trascendental de los derechos humanos cuando fue desnudado en sus atrocidades en la cárcel de Abu Ghraib (en las afueras de Bagdad) y en su maltrato a los prisioneros de Guantánamo” (Vid.  La Jornada, 23 de septiembre de 2018).

De hecho, la justificación para invadir a Irak fue debido a las calumnias urdidas por la administración de Georg Bush — mismas que fueron retomadas por los grandes medios de comunicación de occidente– entre ellas la que sostenía que ese país contaba con armas de destrucción masiva, y la que aseguraba que Saddam Hussein sostenía vínculos con Al Qaeda.

Los videos difundidos por WikiLeaks echaron por tierra tales calumnias,  mismos que en su momento fueron difundidos por no pocos de los principales medios informativos de occidente. Lamentablemente, estos no tuvieron el valor civil de oponerse a la persecución emprendida por los Estados Unidos contra Assange.  Lejos de solidarizarse con éste, las autoproclamadas “naciones defensoras de los derechos humanos y la democracia” por el contrario algunas de ellas, como Suecia e Inglaterra, decidieron respaldar a los Estados Unidos en su vehemente ofensiva contra el fundador de WikeLeaks.  La primera lo acusó de haber incurrido en “violencia sexual” contra una dama de ese país (lo cual nunca se comprobó), y la segunda no vaciló en recurrir a todo tipo de ardides legales para llevarlo a prisión, con el respaldo, desde luego, del  ex presidente ecuatoriano Lenin Moreno,  quien en su afán de deslindarse de su predecesor, Rafael Correas, decidió quitarle a Assange la protección de la embajada ecuatoriana en Londres.

Ahora bien, frente a lo que parece una inevitable extradición de Assange a  los Estados Unidos —en donde le espera, de acuerdo por lo anunciado por la justicia de esta nación,  una prisión de por vida —  sería conveniente, tal como sostiene López Obrador, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) levantara su voz en defensa de Assange, así como la mayoría de las organizaciones defensoras de los derechos humanos del mundo.

Mientras tanto,  pienso que la defensa del fundador de WikiLeaks no debe quedarse en simples pronunciamientos :   las fuerzas democráticas y progresistas tenemos el deber de emprender toda una cruzada para defender a Assange, lo cual atraviesa por impulsar todo tipo de iniciativas,  desde mítines frente a la embajada de los Estados Unidos, pasando por campañas de apoyo al anterior en los más diversos campos de la sociedad civil, hasta marchas y manifestaciones en todos los rincones del país.

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