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Si queremos conocer la calidad moral y el desarrollo cívico de una comunidad hay que ver como trata a sus miembros con capacidades diferentes.

El 3 de diciembre es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, declarado desde 1992 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidades en todos los ámbitos de la sociedad y el desarrollo, así como concientizar sobre su situación en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural.

Como ya he mencionado en otras ocasiones, es importante considerar lo que marca la Agenda 2030, que se compromete a no dejar a nadie atrás. Las personas con discapacidades, como beneficiarios y como agentes de cambio, pueden acelerar el avance hacia un desarrollo inclusivo y sostenible, así como promover sociedades resilientes para todos, incluidos los ámbitos de la reducción del riesgo de desastres y la acción humanitaria, además del desarrollo urbano.

En los Objetivos se hace referencia a la discapacidad, específicamente en las partes relacionadas con la educación, el crecimiento económico y el empleo, la desigualdad y la accesibilidad de los asentamientos humanos, así como en la recopilación de datos y el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Sin embargo, estas no son acciones exclusivas de los gobiernos, instituciones u organismos internacionales, y tampoco se deben establecer porque lo señala alguna ley o decreto, una sociedad incluyente se construye diariamente con la participación de todos sus integrantes, y el primer paso es reconocer que todas las personas tenemos el mismo valor por el sólo hecho de ser humanos.

El respeto al otro se inculca desde casa, en la infancia, y debe reforzarse durante toda la vida, en la escuela por ejemplo, la educación también debe ser inclusiva porque toda sociedad es producto de su educación.

Debemos distinguir que las personas con alguna discapacidad no son la discapacidad, simplemente son personas, y tenemos grandes ejemplos de vida que nos han demostrado que los limites no están en el cuerpo sino en la mente.

Por mencionar algunos, desde el extraordinario compositor Ludwig Van Beethoven, a quien no lo frenó la sordera, hasta nuestros atletas paralímpicos, que siempre consiguen medallas de oro para México.

Pablo Pineda que con síndrome de Down terminó una carrera universitaria, Nick Vujicic, que sin extremidades es un conferencista internacional, o Stephen Hawking, físico teórico, astrofísico y cosmólogo, fue diagnosticado a los 21 años con esclerosis lateral amiotrófica y los médicos no le daban más de dos años de vida, murió a los 76 años dejando importantes aportaciones científicas.

También tenemos héroes como Dick Hoyt, el padre que corrió 32 maratones junto a su hijo tetrapléjico a causa de una parálisis cerebral, motivado simplemente por el amor.

Cuántas historias no conocemos de héroes similares, padres y madres que, movidos por ese amor incondicional, buscan sacar a sus hijos con alguna discapacidad adelante, algunos creando fundaciones para personas con la misma condición de sus hijos, otros llevándolos a rehabilitación o rehabilitándolos ellos mismos con sus propios medios. Y aprovecho la ocasión para que reflexionemos en ¿cuántas veces hemos apoyado a estas personas, participado a favor de estas causas?, o en cuántas ocasiones hemos sido indolentes ante situaciones similares.

Una sociedad incluyente dispone de mecanismos para garantizar el respeto a los Derechos Humanos, la dignidad y la ciudadanía activa de todas las personas que la integran, busca garantizar que todos tengan las mismas oportunidades de participar en todos sus ámbitos.

Pero lo más importante es recordar que estas sociedades están formadas por ciudadanos respetuosos, con calidad moral y valores cívicos que viven a diario.

Hoy me gustaría sensibilizarte para no dejar toda la responsabilidad de la inclusión en los gobiernos, instituciones o empresas, porque estas organizaciones están formadas por personas y cada uno de nosotros debemos tomar un papel activo.

La inclusión empieza con nuestra forma de pensar, sentir y dirigirnos a los demás, la decisión de tratar a todos con respeto, abrazar nuestras diferencias, reconocer el valor de cada ser humano todos los días, no esperar una fecha especial para hacerlo.

Las discapacidades que pudieran parecer una imperfección, nos ayudan a perfeccionar nuestra capacidad de valorar y amar, nuestra capacidad de ser más humanos.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

Extitular de la Secretaría de Gobernación de Puebla. Fue diputado federal por el Partido Encuentro Social. Licenciado en Economía, egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ejerció...