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EL 3 de noviembre del presente año un grupo de figuras notables vinculadas a Morena publicaron en La Jornada un manifiesto con cuyo contenido, al menos en su mayor parte, difícilmente puede estarse en desacuerdo. Firman el documento Mario Delgado, Rafael Barajas, Armando Bartra, Héctor Díaz Polanco, Consuelo Sánchez, Blanca Montoya, Enrique Dussel y Pedro Miguel.

Los firmantes resaltan con razón los logros importantísimos de la Cuarta Transformación en apenas tres años de gobierno; la estatura política de Andrés Manuel López Obrador que ha cumplido su promesa de no fallarle al pueblo; inspirado/as en Antonio Gramsci hacen una diferenciación entre “la gran política” y “la pequeña política”; convocan a Morena a dejar pleitos internos (“pequeña política”) y a sumarse a la movilización por la reforma eléctrica y la consulta popular para la ratificación de mandato (“gran política”); exhortan a no perder de vista al gran adversario: la derecha con su músculo financiero, tecnológico, diplomático, mediático, organizativo y apoyo internacional.

¿Se puede estar en desacuerdo con las anteriores aseveraciones y exhortativas? Por supuesto que no. El problema que yo advierto en el documento mencionado es que hace una taxonomía arbitraria y autocomplaciente de las diferencias en Morena y la 4T. De acuerdo a sus aseveraciones, la 4T y su partido estarían divididos en dos bandos. El primero de ellos, el de los firmantes del documento, sería el de “la gran política” (aquella que cambia a la sociedad, la movilización social por los grandes intereses sociales y nacionales). El segundo sería el de quienes se encuentran enfrascados en “la pequeña política” (la grilla, pleitos internos, debates menores, sectarismo, intereses personales, lucha por cargos).

Me parece simplista y maniquea la caracterización del debate que corre en el momento actual a Morena y en general a la 4T. Empezando por el partido, incluso desde las premisas de Antonio Gramsci es incorrecta la caracterización. Buena parte de la obra de Gramsci estuvo dedicada a imaginar la revolución en condiciones enteramente distintas a las que Lenin las teorizó. Con una sociedad europea con el fascismo ascendente, con un Estado y sociedad civil diferentes a la Rusia de antes de 1917, Gramsci pensó en una revolución distinta y en un partido distinto.

Lenin imaginó y encabezo una revolución que conquistaba el poder y luego consolidaba su hegemonía en la sociedad. Gramsci imaginó la construcción de una hegemonía que después culminaría en la conquista del poder. Lenin imaginó un partido de vanguardia, de revolucionarios profesionales que lograba “la mayoría en “los puntos decisivos de la lucha de clases”. Gramsci imaginó y teorizó un partido que gradualmente construía una nueva hegemonía, una “reforma intelectual y moral” y con ello se volvía en un hecho cultural novedoso. En suma, teorizar y construir un partido con nuevas premisas políticas y éticas no fue de ninguna manera “pequeña política” para Gramsci.

Morena tiene objetivos similares a los que imaginó Gramsci. Aspira a lograr una transformación social (la 4T) a través de una “revolución de las conciencias”. Esta implica una visión distinta de la moral pública, de la solidaridad humana, de la cultura nacional, de la relación gobernantes y gobernados, en suma algo parecido a lo que Gramsci llamó “reforma intelectual y moral”. Lo que hoy observamos en Morena y en la 4T, es una divergencia provocada por el descontento que provoca en un sector de militantes y simpatizantes, acciones que alejan al partido de una transformación social y cultural sintetizada en lo que llamamos el cambio de régimen y la revolución de las conciencias.

Lo que se ha podido observar en Morena en los últimos años es lo siguiente: el surgimiento de un grupo político que ha hecho de los incentivos particulares el principal motivo de su actuación; la repartición de candidaturas de acuerdo a los intereses de ese grupo político; la incorporación a las mismas a personas ajenas a los principios y luchas de la 4T; la sustitución de los órganos de dirección y ejecución consignados por el Estatuto por estructuras paralelas que son las que tienen el poder real en el partido; por ende, la nominalización del Comité Ejecutivo Nacional que solamente sirve para formalizar y legalizar ante el INE las decisiones que se toman en otra parte; la priorización de las luchas electorales y el descuido de las luchas sociales. Expresar descontento y urgir correctivos ante estos hechos no es pequeña política. Al contrario, es gran política de acuerdo a las premisas de Gramsci.

Consecuencia de todo lo anterior gradualmente ha ido surgiendo una élite política que se sustenta en los altos cargos en el partido y en el gobierno. Que también sostiene vasos comunicantes con la élite que se formó en el período neoliberal. Más aun, una parte no desdeñable de la elite política que ha ido surgiendo con la 4T proviene de la élite neoliberal. Decir todo esto, no es excluyente de estar conciente de que hoy la derecha lucha denodadamente por revertir lo que se ha logrado en los primeros tres años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Afirmar lo que he expresado no desdice la convicción de nuestras tareas inmediatas: la reforma eléctrica y la ratificación de mandato. Pongamos claras las premisas del debate y no empequeñezcamos al adversario caricaturizándolo.

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