El III Informe de gobierno de AMLO fue un documento sobrio, republicano, que evitó en todo momento el triunfalismo pero también la otra cara de éste: la actitud defensiva o el sigilo excesivo a la hora de enumerar los logros, los avances, y las dificultades y obstáculos. Sin alardes ni falsa modestia se jactó de los avances conseguidos en los tres primeros años de su administración, destacando al respecto la lucha contra la corrupción, el cumplimiento de su promesa de darle prioridad al apoyo a los pobres, la estabilidad del peso, la puesta en marcha de los proyectos encaminados al impulso de la economía, todo ello sin necesidad de recurrir al endeudamiento externo, y sin recurrir a medidas que podrían desatar la inflación. Enfatizó el fortalecimiento de la inversión nacional y extranjera, el aumento notable de las divisas provenientes de nuestros paisanos, el beneficio derivado de la suspensión de apoyos fiscales a los grandes conglomerados económicos nacionales y extranjeros. Subrayó el aumento experimentado por el salario mínimo, el respaldo sostenido a los sectores vulnerables (tercera edad, jubilados, etc.), todo lo cual ha traído consigo el fortalecimiento del consumo interno.

Reconoció, sin embargo, que aún falta mucho por recorrer en cuanto a la cristalización de los proyectos de la 4 T. En todo momento admitió que la pandemia causada por el Covid-19 ha representado un obstáculo gigantesco a los mismos, empero manifestó que pese a ello el país ha logrado superar sus efectos más perniciosos, tal como lo pone de relieve el crecimiento del PIB en un seis por ciento en el año en curso (que, desde luego, no comprensa aún la caída del ocho por ciento el año pasado).

Contra lo que todo mundo esperaba, no arremetió contra los adversarios de la 4T, limitándose a ironizar acerca de los presagios apocalípticos de los mismos, y a señalar que su gobierno en todo momento ha sido respetuoso de los derechos humanos, y, en particular, de la libertad de expresión. Reconoció que aún estamos muy lejos de extinguir la violencia generada por el narcotráfico, y, aunque hizo referencia a los logros conseguidos en el combate a la delincuencia organizada (por ejemplo los golpes asestados a las mafias del “huachicol”), se mostró muy cauteloso a la hora de evaluar los objetivos al respecto.

Sorprendió a propios y extraños cuando aseveró que, caso de verse ante la necesidad de abandonar el gobierno a mitad de su administración se iría con la conciencia tranquila, convencido de que había logrado cumplir con las metas expuestas al inicio de su administración, empero, fue evidente que esto lo hizo con el propósito de convalidar su empeño en cristalizar la propuesta de revocación de mandato, que se pondría en marcha en marzo de 2022.

En fin, pues, pensamos que el III Informe de Gobierno de AMLO logró el objetivo de demostrarle a nuestros conciudadanos que la nave del Estado marcha por buen camino, pese a las aguas procelosas que la han sacudida en los tres años de su gestión.

Más allá del III Informe, pensamos que el buen desempeño de la 4T no sólo depende del actual jefe del Ejecutivo, sino también del respaldo social a la misma. A este respecto, AMLO podría decir, como lo hizo Charles de Gaulle en 1958, cuando la V República se veía amenazada por todo tipo de problemas, “para combatir esas adversidades, yo disponía de buenas armas: la coraza de que me revestía el lúcido apoyo del pueblo, y la espada que era mi certidumbre de seguir el único camino válido” (Vid. Memorias de Esperanza, Taurus, España, 1970, pág. 132).

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