*Por: Mtra. Estefanía Arreguín Zárate

Estamos a punto de arrancar un nuevo ciclo escolar, muchos de los espacios educativos señalan estar preparados para recibir a su comunidad estudiantil. Sin embargo, en cualquiera que sea el nivel educativo, primaria, secundaria, superior, los estudiantes y sus familias se encuentran entre un mar de dudas de qué es lo mejor y lo viable para retomar las actividades escolares. Hay muchos otros que no tienen opciones, también hay muchos otros que desertaron desde el ciclo escolar pasado y ni siquiera están considerando regresar a estudiar. Hay muchas realidades, muchos contextos y cada hogar tiene sus consideraciones.

Desde mi experiencia con estudiantes universitarios, el regreso a casa hace más de 16 meses ha significado una adaptación que ha sido en muchos casos severa y dolorosa. La gran mayoría tiene que colaborar en sus casas para traer apoyo económico, han reconfigurado su forma de trabajar desde casa en sus diversos proyectos universitarios y han aprendido a adaptarse a estar en el mismo espacio compartido con otros integrantes de la familia, otros, han aprendido a vivir sin su familia debido a las pérdidas causadas por la pandemia. En estas primeras sesiones virtuales de arranque de semestre, muchos de ellos me han expresado esta necesidad de regresar a las aulas, a retomar su vida escolar con sus compañeros, a socializar.

Regresar a la universidad puede ser una luz en su camino, es una posibilidad de generar nuevos vínculos, recuperar lo que, desde su sentir, se ha quedado en pausa, fortalecer su formación y recuperar los meses que ellos consideran perdidos. Sin embargo, no podemos negar que el regreso a las aulas es una tarea compleja y que debe ser dentro de un esfuerzo colectivo, comunitario y con mucha responsabilidad. Cada uno llegará a su ritmo, a sus necesidades, con sus expectativas, pero también vendrá acarreando sus miedos, sus duelos, su incertidumbre.

¿Cómo vamos a abordar temas sociales y de realidad social con alumnos que han enfrentado pérdidas, que han tenido que replantearse su propia trayectoria, no solo universitaria sino de vida?

Tanto para los estudiantes como para sus familias el regreso a clases es también una inversión en tiempo, en esfuerzos y en preocupaciones. No hay tanta claridad y sí muchas expectativas de cómo serán las siguientes semanas a partir del regreso masivo. No es únicamente un tema de contagios, es más profundo, es valorar qué se quiere priorizar, qué no podemos controlar y con qué riesgos estamos dispuestos a convivir. Sumado a lo anterior, hay que recordar que el distanciamiento social también trajo consigo la poca o nula convivencia, es así que las primeras semanas también implican un proceso de adaptación a esta llamada nueva normalidad. Toca que cada uno sea consciente de su autocuidado, pero también del cuidado mutuo, del respeto a las medidas que tenga el compañero, el profesor; no son tiempos de juzgar (nunca lo han sido) sino de acompañar, de ser empáticos, de ser comprensivos, hay quien la ha pasado peor en la pandemia, insisto, cada realidad es distinta.

En el caso de los alumnos universitarios, su realidad profesional está cada vez más cerca. Para ellos, hay un futuro con pocas promesas allá afuera, si antes de la pandemia ya temían por la falta de oportunidades, hoy se encuentran con la expectativa de encontrar alguna oferta laboral, una que además vendrá cargada de la falta de experiencia en campo y de los pocos espacios de encuentro social que han podido retomar en estos últimos meses.

Probablemente muchos de ellos le apuesten a continuar su formación en algún posgrado, cosa que solo perpetuará esa búsqueda profesional que parece que, por momentos, y ahora todavía más con la tercera ola, se diluye propiciando menos espacios para promover sus capacidades, su trabajo.

Es apenas el inicio de un nuevo ciclo escolar, ciclo familiar y ciclo de vida en tiempos de pandemia, hay un camino largo por recorrer, lleno de incertidumbres, pero también con tantas expectativas que por ratos parece prometedor y en otros tantos momentos parece sombrío. Lo que es seguro, es que cada uno tendrá que ir a su paso, a su ritmo y reconociendo que no estamos igual que en marzo del 2020, los meses de la pandemia nos han permeado y toca hacer frente a los retos y adversidades que aun encontraremos en el camino. Busquemos escuchar al otro, entender sus necesidades, promover una dinámica de apoyo mutuo, de comprensión, que sea uno de los frutos (no pedidos, pero sí valorados) que nos pudo dejar la pandemia: el sentir empático, la colectividad y la fraternidad, todo esto debe acompañarnos en este nuevo camino que estamos por emprender.

* Licenciada en Comunicación y Maestra en Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana Puebla. Actualmente es Académica del área de Servicio Social de la Ibero Puebla desde donde promueve proyectos con comunidades vulnerables en el sur del país, así como en otras regiones de México y Estados Unidos. Su intervención en esta área tiene especial énfasis en experiencias transnacionales, servicios sociales a migrantes y el papel que juegan las organizaciones no gubernamentales.

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