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El día martes 24 de agosto el Comité Organizador de los Foros Retos de la Educación Superior en México en una época de cambios y Retos de la Nueva Agenda Universitaria concluye un año de arduos esfuerzos para construir un nuevo proyecto universitario para la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. El evento de clausura podrá ser visto en vivo y en diferido en las páginas Facebook del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades y la Facultad de Ciencias Física Matemáticas de la BUAP. Nuestras actividades comenzaron el 18 de agosto de 2020 y concluyen ese 24 de agosto. Se ha avanzado en la elaboración de un diagnóstico de la educación superior en México y en particular el de nuestra universidad en un documento que lleva por título precisamente el nombre de Retos de la Educación Superior en México en una época de cambios.

La nueva agenda universitaria que estamos proponiendo también es el resultado de un esfuerza colectivo plasmado en el documento Retos de la Nueva Agenda Universitaria. Hacia una Plataforma Programática para la BUAP. Hemos empezado a distribuir tal documento y esperamos hacerlo llegar a todo/as los interesado/as. Este documento contiene propuestas para seis grandes temas: Gestión académica, administrativa y financiera de nuestra universidad; Modelo Educativo; Docencia e Investigación; Educación Media Superior; Universidad y Cultura y finalmente Universidad y Género.

Lo que ahora estamos presentando es el esfuerzo de 165 universitarios y universitarias, algunos de ellos y ellas actualmente servidores públicos. No podemos dejar de mencionar a algunos de los distinguidos y distinguidas participantes que nos honraron e ilustraron con sus disertaciones. Entre ellos el Rector de nuestra Universidad Dr. Alfonso Esparza Ortiz; la Dra. María del Carmen de la Peza Casares, Directora Adjunta de Desarrollo Científico del Conacyt; el Dr. Luciano Concheiro Bórquez, Subsecretario de Educación Pública Superior del Gobierno Federal; el escritor Jorge Volpi, Coordinador de Difusión Cultural de la UNAM; el Dr. Víctor Toledo Manzur, en ese momento Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Gobierno Federal; el Dr. Melitón Lozano Pérez, Secretario de Educación Pública del Estado de Puebla; el Dr. Hugo Casanova Cardiel, Director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM y el Dr. Santiago Nieto Castillo, Titular de la Unidad de Inteligencia Financiera del Gobierno Federal.

Nuestro esfuerzo parte de una valoración justa de los avances que ha tenido nuestra universidad en los últimos treinta años. Podemos decir la BUAP se ha convertido en una de las IES más importantes del país. La producción científica de sus investigadores es de las más altas de México si la medimos con respecto a la proporción de profesores de tiempo completo con los que cuenta. Además tiene un significativo número de profesores investigadores reconocidos por el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y del Programa de para el Desarrollo del Profesional Docente (Prodep). También la BUAP es líder en Cuerpos Académicos Consolidados en el sistema universitario nacional. El cumplimiento de estos indicadores académicos nos ha permitido acceder a todas las bolsas de recursos extraordinarios en materia de educación. En años pasados se establecieron concursos de oposición y la promoción se realizó en base a la evaluación curricular. Finalmente es de destacar la estabilidad financiera que ha permitido pagar oportunamente el pago de sueldos y prestaciones laborales.

No obstante estos avances significativos obtenidos por nuestra universidad, la misma enfrenta retos notables por el complejo panorama que vive el mundo. Para empezar es ineludible expresar que todos los avances de nuestra universidad se han sustentado en una precarización laboral y salarial. Justo es decir que la resolución de este problema excede el ámbito de nuestra universidad. Se trata de un problema que la BUAP en alianza con las demás IES debe encarar con el Gobierno Federal.

Así las cosas, puede decirse que entre 2002 y 2020 la matrícula escolar aumentó 118 por ciento y la planta académica lo hizo en 39 por ciento, pero ese aumento se basó en los profesores hora-clase (aumento de 124 por ciento) y no en los profesores de carrera (5 por ciento). En suma la masificación estudiantil en la BUAP se ha resuelto con los profesores-hora clase y es previsible que esta situación se agrave con la política de rechazo cero. Los profesores hora-clase constituían en 2019 el 46 por ciento de la planta laboral y su salario era 9 veces más bajo que el de un profesor de tiempo completo además de no contar con prestaciones ni soporte a su labor.

La situación de los profesores de carrera a pesar de su distancia con respecto a la precariedad laboral y salarial de los profesores hora-clase, tampoco es buena. El salario tabulado real de un profesor titular en 2019 era tan solo 42 por ciento respecto al existente en 1978. Las políticas neoliberales inventaron como sucedáneos del salario, al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en 1984 y el Programa de Evaluación y Estímulos al Desempeño del Personal Docente (Esdeped) en 1997. La totalidad de los profesores hora-clase son excluidos de tales estímulos a la productividad además de los profesores de tiempo completo o medio tiempo que no cuentan con definitividad. Del total de profesores de carrera solamente el 57 por ciento acceden al Esdeped y únicamente el 25 por ciento al SNI. Del total de la planta académica que estaba registrada en el ciclo 2019-2020 solamente el 13 por ciento contaba con el SNI y el Esdeped, casi 20 por ciento contaba solamente con el Esdeped y el 70 por ciento no contaba más que solamente con su salario base.

Además de la precarización salarial y laboral, las instituciones de educación superior y en particular nuestra universidad enfrenta el reto de la pandemia actual. Esta ha revelado un problema de mayores alcances: nos enfrentamos una crisis civilizatoria que pone en cuestión la manera en que producimos y consumimos y la manera en la que nos relacionamos con la naturaleza. Caminamos hacia un colapso civilizacional previsto para 2050. La civilización productivista, industrialista, corporativa capitalista, nos está llevando a la necesidad de un cambio sustancial del paradigma epistémico y epistemológico hasta ahora dominante. Es necesaria una crítica al pensamiento positivista, cuantitivista, hiperespecializado y fragmentario predominante en la educación superior y su sustitución por la combinación del pensamiento complejo con el pensamiento crítico.

Como todas las instituciones de educación superior, la BUAP también enfrenta con premura los desafíos provocados por la pandemia del SARS-CoV-2: aceleración del tránsito hacia nuevas tecnologías de información y comunicación para realizar sus funciones sustantivas. Este azote universal reveló y agudizó problemas estructurales en la sociedad y también en las universidades. Fue un fenómeno global que a buena parte del planeta encontró desprevenido y poco preparado. La crisis económica derivada de la contingencia sanitaria ha provocado en todo el mundo desempleo, aumento de la economía informal, precarización y disminución de ingresos.

Este contexto hace necesario que revisemos el modelo educativo que nos ha normado desde hace más de una década. El modelo Minerva ha girado en torno a la idea de que los mercados laborales prefiguran habilidades y competencias. Urge el abandono del paradigma gerencial, productivista, empresarial o neoliberal el cual ha regido la vida de la educación superior en las últimas cuatro décadas. Los mercados se vuelven determinantes de los programas formativos. Las necesidades sociales que deben atender las universidades se circunscriben entonces, a las demandas de los mercados de trabajo globalizados como criterio de formación de los estudiantes universitarios. El pensar de nueva cuenta al modelo educativo y superar sus deficiencias anteriores implica pensar una estrategia pedagógica y metodológica para desarrollar un nuevo modelo humanista y crítico, plural, diverso y vinculado a todos los sectores de la sociedad. La vinculación social de la universidad debe atender las necesidades de todos los sectores sociales, no solamente las empresariales.

En lo que se refiere a la investigación, nuestra universidad también requiere que revisemos el modelo imperante en la actualidad. Esto implica que deben ser cambiadas las prioridades de la docencia-investigación, los parámetros para evaluarla y los criterios para remunerarla. Es necesario desarrollar trabajos colectivos que persigan no sólo la publicación de artículos sino la incidencia social y la búsqueda de soluciones a problemas nacionales. Además del rigor científico y la pertinencia teórica, la docencia y la investigación deben tener una pertinencia social. Los Complejos Regionales que han estado dedicados a la docencia deben ser convertidos en lugares de generación del conocimiento y la investigación. Deben también generar un conocimiento regional, y ser el espacio para que los estudiantes complementen su formación.

Docentes e investigadores deben ser valorados y remunerados con base en sus labores primordiales. La nueva agenda universitaria debe abandonar los sistemas de evaluación fragmentados y focalizados que conducen a la infravalorizacón de la docencia y supravalorizacion de los puntajes solamente para algunas de las múltiples tareas que conlleva la docencia, la investigación y la difusión cultural. Actualmente estos criterios de ponderación ignoran la multiplicidad de tareas académicas, de gestión y divulgación, derivadas de las actividades de docencia e investigación de los profesores investigadores. La Universidad debe facilitar las tareas de evaluación uniformando las bases de datos y cargándolas automáticamente en las plataformas en las cuales se hace la evaluación.

También deberá establecerse, una estrategia financiera sólida que fortalezca el cumplimiento de las obligaciones contractuales para jubilados y pensionados, los análisis actuariales deberán ser públicos y revisados a la luz de la evolución de la planta de trabajadores, académicos y administrativos que efectivamente laboran para la institución.

La Educación Media Superior debe ser concebida como una etapa estratégica en la formación de los estudiantes universitarios. Debe ser pensada como el fundamento de la solidez académica que nuestra universidad tiene que alcanzar. Debe desarrollarse un plan estratégico que articule a las preparatorias con las licenciaturas a efecto de crear una sinergia en la elevación del nivel académico de las primeras, lo que tendrá un efecto virtuoso en el nivel académico de las segundas. Es necesario dignificar la labor del docente medio superior no solamente considerando su hacer como igualmente importante al de un docente o investigador de los niveles de grado y posgrado, sino también en lo que se refiere a su remuneración. A los docentes de las preparatorias se les debe estimular y facilitar la superación académica y los cursos de actualización.

La relación de nuestra universidad con la cultura debe partir de cuatro principios: la cultura no es mercancía; la cultura no es un servicio; la cultura no es sólo entretenimiento; la cultura es un derecho. Puede abundarse más en este último sentido: la cultura es un bien social y un derecho humano universal. Nuestra universidad debe auspiciar las labores creativas de artistas y creadores nacionales de dentro y fuera de nuestra institución. Debe propiciar la difusión de las obras de creadores mexicanos de alta cultura y también las expresiones de cultura popular y tradicional. La preservación del patrimonio cultural de nuestra universidad debe ser ajeno a una mercantilización que teñida de ánimo lucrativo a menudo lo daña.

El tema de género en nuestra universidad debe ser concebido como de carácter transversal. Es decir que atraviesa a todas las relaciones sociales, académicas, administrativas, laborales y de conducción de nuestra institución.. Las múltiples vías y formas de violencia sexual y de género, el acoso sexual, las más diversas actitudes discriminatorias, deberán ser sometidas a un estricto escrutinio por parte de las autoridades universitarias en sus distintos niveles y sancionadas de manera firme, garantizando la seguridad de las víctimas. Debe elaborarse un mapa y un diagnóstico de estas violencias en nuestra universidad tanto en lo que se refiere a su locación como a sus distintas vías, formas e intensidades. Debe auscultarse con las distintas organizaciones feministas que actúan en nuestra universidad así como académicas, estudiantes y trabajadoras de la administración, una evaluación del actual Protocolo para la prevención y atención a la violencia de género que rige en nuestra universidad, a efecto de introducir las modificaciones y actualizaciones que sean necesarias.

Concebimos a la Autonomía Universitaria como una conquista histórica que debe ser defendida irrestrictamente. El rumbo de la universidad y la solución a los diferentes retos que enfrenta deben ser definidos por los propios universitarios en el marco de un respeto a la diversidad de pensamiento y una visión holística de la institución. La Autonomía Universitaria es el espacio para ejercer la libertad de pensamiento, la libertad de cátedra y el libre el acceso a la información. También para ejercer la democracia que favorece al desarrollo del conocimiento. Base fundamental de tal ejercicio parte del fortalecimiento de sus distintas comunidades académicas y atender con diligencia sus requerimientos a efecto de que puedan cumplir las funciones sustantivas de nuestra institución.

La Autonomía Universitaria no excluye el rendimiento de cuentas dentro y fuera de la institución con respecto al uso de los recursos que la sociedad a través del Estado le dispensa para cumplir sus funciones sustantivas. También con respecto al manejo del patrimonio universitario, el cual no se circunscribe al financiamiento público sino que debe incluir además los ingresos propios y el manejo de los bienes universitarios.

De manera muy resumida tales son las principales conclusiones a las que hemos arribado como resultado de la larga reflexión y debate en el que estuvimos inmersos en los últimos doce meses. Valoramos profundamente los logros de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en las últimas tres décadas. Pero también hemos llegado al convencimiento de que ha llegado el momento de emprender una nueva etapa en su historia.