Mientras países como Israel, Estados Unidos y Reino Unido han superado el 50 por ciento de su población vacunada contra el Covid, México apenas ha llegado al 26 por ciento y no todos tienen la segunda dosis.

El discurso triunfalista de las autoridades de salud destaca que las muertes han bajado, así como las hospitalizaciones, lo cierto es que no tienen un control real acerca de cuántas personas han sido infectadas y la cantidad de muertes que existen de manera oficial porque desde el inicio de la pandemia no se tomaron las medidas pertinentes para evitar la propagación.

Los datos oficiales apuntan a que los fallecimientos por Covid sumaron 235 mil; sin embargo, el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington destacó que éstas son en realidad 540 mil, 129 por ciento más de las que reconoce el Gobierno.

Testimonios existen de personas a las que algún familiar murió de manera extraña, por una gripe o neumonía, sin que hubiera la sospecha de que se encontraba infectada y propagando el virus.

La vacunación tendría que ser parte de la solución para contener la pandemia; no obstante, ha sido más importante para el Gobierno actual la exhibición de los “enemigos” de la “transformación”, la puesta en marcha de consultas populares y hasta la posibilidad de que el avión presidencial sea sede de fiestas.

Todo esto mientras la sociedad mexicana sigue desprotegida ante el virus, existen fallas en la plataforma de registro para la vacuna, y las etapas son lentas. En muchos casos no se ha puesto el segundo refuerzo.

México se encuentra en cuarto lugar mundial con más muertes por coronavirus. Antes se ubican Estados Unidos, Brasil y la India, con poblaciones mucho más elevadas que las de nuestro país, es decir, una posición de vergüenza.

Desde el inicio de la pandemia se tomó la decisión de permitir la entrada de vueltos internacionales, el mismo presidente de México alentó a la sociedad a salir, abrazarse, no usar cubrebocas. Actos que no pueden ser calificados más que como criminales.

Y mientras en sexenios anteriores cuando surgían enfermedades de esta naturaleza como la influenza, había vacunas suficientes y para todos, en hospitales públicos, privados, jornadas que llegaban a las casas de las personas vulnerables como adultos mayores o con discapacidad, a las escuelas y comunidades de difícil acceso, la estrategia actual es la aplicación por edades y en lugares donde existe hacinamiento.

Como si el Gobierno no contara con recursos financieros suficientes para cubrir la inoculación de todos, hoy busca que demos las gracias por las vacunas, un derecho que este nuevo régimen convirtió en propaganda.

@MaritzaMena7

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