Coincido con Carlos Figueroa Ibarra (e-consulta, 15 de junio de 20021) cuando afirma que Morena salió adelante en los comicios del 6 de junio, aunque habría que evitar el triunfalismo, sobre todo tomando en cuenta los resultados obtenidos en la Ciudad de México, y en nuestra ciudad capital y casi toda la zona metropolitana.

Ahora se torna necesario reestructurar el partido, y, desde luego el movimiento que representa Morena, ya que ambos atraviesan por una crisis que urge enfrentar a fondo, evitando en todo momento las satanizaciones, excomuniones y otras medidas drásticas. Si algo nos enseña la historia de la izquierda es que esto no ayuda a resolver los problemas.

Lo que sí se torna ineludible es que los núcleos y personalidades que llevaron al desastre de Morena en Puebla renuncien de una vez por todas al afán de dirigir al partido, y me refiero en concreto al grupo que encabeza la aún alcaldesa Claudia Rivera, ya que esto traería consigo todo un cúmulo de problemas de origen que frustraría la posibilidad de reestructurar a fondo el partido.

Lenin solía decir que es más grave no reconocer un error que haberlo cometido, y esto es válido para Claudia y su burbuja (David, su hermano, y personalidades como Edgar Garmendia de los Santos y Carlos Evangelista), quienes al parecer aún no se ha dado a la tarea de examinar a fondo las causas que contribuyeron a la derrota. Digo esto porque hace unos días Claudia anunció olímpicamente su deseo de dirigir el partido, anuncio que pone de relieve una inequívoca falta de responsabilidad política, no sólo de su parte, sino también de todo su equipo.

Aunque, reitero, me opongo enérgicamente a satanizar a ese núcleo, éste debe poner todo de su parte para evitar que Morena continúa desangrándose, y la mejor manera de hacerlo es retirándose —por lo menos en un tiempo razonable—del escenario político, para permitir que el proceso de renovación del partido (y del movimiento) se desarrolle sin sobresaltos ni convulsiones.

Desde luego la reestructuración de Morena –o su re-fundación, como dice nuestro amigo Eudoxio Morales—no atraviesa sólo por renovar su equipo dirigente, sino exige también abrirle paso a todo un cúmulo de iniciativas, comenzando por la necesidad de fomentar un amplio debate entre la militancia y sus simpatizantes encaminado a examinar la nueva configuración política y social que existe en Puebla, en particular en nuestra ciudad capital. Si algo evidenció el proceso electoral es la emergencia en la arena política de amplios sectores de una clase media que en apariencia había decidido confinarse en la marginalidad. Y no se trata precisamente de aquellas capas que seguían casi ciegamente al PAN (amas de casa, profesionistas, pequeños y medianos comerciantes, etc.), sino al parecer de segmentos más ilustrados y deseosos de intervenir en la llamada “cosa pública”. El hecho de que estos sectores hayan votado a favor del PRIAN no significa necesariamente que le hayan dado un “cheque en blanco” a la derecha, sino que se pronunciaron, más bien, en contra de los errores y excesos de las administraciones morenistas (sobre todo en Puebla, ciudad capital).

A reserva de elaborar un análisis más complejo y detallado, pienso que dichos sectores fueron los que marcaron el principal sesgo de los comicios, y no las capas beneficiadas aparentemente por las políticas sociales de la 4T (vgr. los adultos mayores, los jóvenes becarios, las mujeres identificadas con el discurso feminista, etc. ).

Morena debe, asimismo, tener una noción más clara acerca del papel que pueden desempeñar todos aquellos actores sociales que continúan aprobando la gestión de AMLO (alrededor del 60 por ciento de la población), pero a los que jamás se ha involucrado en las decisiones del partido.

Un aspecto nodal a revisar (o si se quiere re-dimensionar) es lo referente a la reelección de las autoridades. Estamos convencidos de que uno de los factores que llevaron a la derrota de Morena en Puebla fue precisamente esa cuestión. Como lo ha dicho AMLO hasta el cansancio, nuestro pueblo continúa siendo maderista.

Cuestiones como esas y otras más deben figurar en la agenda de iniciativas que debe promover Morena con miras a su reestructuración.

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