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Cartas a Gracia

Mientras leía tu oposición al retorno a clases presenciales y el señalamiento por la falta de agua potable, las condiciones deficientes de los sanitarios incluida la restitución de insumos de trabajo saqueados, recordaría que el jueves 10 de junio se cumplieron 50 años del infausto Jueves de Corpus; de la agresión a la manifestación convocada en apoyo a los universitarios de Nuevo León y al que asistiría un contingente de poblanos, entre ellos Borja, Rosa María Avilés, Rosa María Barrientos, Raúl López García, Raúl Victoria, Montero, Óscar Sánchez Daza, Vergis, Villareal, Aurelio Fernández, Jorge Sánchez Zacarías, Jorge Méndez Spindola, José Luis Meléndez y Gustavo Santin Nieto. La sapiencia de algunos dirigentes alertaba sobre una posible represión frente a quienes planteaban “ganar nuevamente” la calle.

Dejando de lado lo estrictamente personal, valdría la pena revisar el posicionamiento de los representantes de las y los trabajadores de la educación ante el anuncio del regreso a clases presenciales, a partir del pasado lunes 7 de junio. Destacarían las posturas adoptadas, tanto por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) como la de su contraparte la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE); organizaciones contrapuestas.

La postura del SNTE pasaría de un simple anuncio de bienvenida, a la coincidencia total con el llamamiento institucional, como se haría notar en el Comunicado conjunto no. 18, SEP-SNTE, publicado el 03 de junio del 2021, Gracia. En este manifiesto destacaría un acuerdo adoptado entre las partes para lograr “el regreso seguro a clases presenciales”, entre los que resaltarían que el retorno se haría “conforme a las Tres V: asistencia Voluntaria, con trabajadores de la educación Vacunados y semáforo epidemiológico en Verde” a partir del 7 de junio, adoptando como razón, el interés superior de la niñez y la adolescencia a la educación estipulado en la ley general, en las leyes específicas y, en los convenios internacionales suscritos por el ejecutivo federal y ratificados por el Senado de la República.

En el que podría interpretarse sería el punto tres, se estipula que las partes acordarían el retorno a las escuelas de la siguiente manera: 1) voluntario, aunque en otros documentos el SNTE recurra al sentimentalismo y a la “responsabilidad” de maestras, maestros y demás trabajadores de la educación; 2) ordenado; 3) gradual y 4) escalonado; enfatizando el carácter voluntario del regreso a clases y, de la misma manera se puntualizaría que para ningún estudiante de educación básica y media superior, sería “obligatorio adquirir material escolar adicional al que ya utilizan en sus hogares niñas, niños, adolescentes y jóvenes”; aunque, al ser un acuerdo entre patrón y trabajadores, debería puntualizar la prohibición para aquellos -personal directivo y docente, auxiliado por la sociedad de padres de familia- que tendrían la posibilidad de instrumentar una medida que rayaría en lo absurdo.

El acuerdo obligaría, en otro de sus puntos, al cumplimiento de la normatividad y de los protocolos emitidos por las autoridades sanitarias, educativas y al alimón -llámense 9 intervenciones y 5 momentos; o bien, lineamientos (de los que se publican uno tras otro) y obligaría al SNTE para actuar “de manera coordinada, en apoyo de las autoridades educativas y de Salud”. Comportándose como patrón de sus agremiados y no como su representante, el SNTE compromete al personal docente para que apliquen “los protocolos establecidos por la Secretaría de Salud, para su persona y sus alumnos”.

Anteponiendo el derecho superior de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, el SNTE se jactaría de ser de los primeros en escuchar el llamado de las autoridades y a través de un promocional con el que abre su página https://snte.org.mx, llamaría al regreso gradual a clases pretendiendo que el retorno del personal del sector educativo se haría con los “debidos cuidados y de manera voluntaria”, aunque acota el mensaje al personal docente y excluye al directivo y a los trabajadores de apoyo.

Sin embargo, no todos escuchan el “llamado de la escuela” al que alude el SNTE, aunque según a la CNTE, sean presionados por las y los supervisores escolares para hacerlo. La organización con la que el SNTE mantiene relaciones de “amor y odio”, la CNTE -mayoritaria en 5 entidades incluida la sección X de la CDMX-, argumentaría la falta de condiciones sanitarias y de infraestructura, y presentaría los datos de una encuesta en la que habrían participado 1 240 escuelas, frente a otra, en la que encuestarían a más de 18 mil y cacho afiliados a sus organizaciones. Y, a falta de datos oficiales y oficiosos que se presentaran en una página que aglutinara a todas las fracciones de esa organización, los datos presentados arrojarían los siguientes resultados: el regreso a clases no sería “viable en el último tramo del ciclo escolar ya que sólo serían 22 días laborales desde el 7 de junio hasta el 7 de julio” […] que se reducirían a un “máximo de 8 clases” al instrumentarse de manera escalonada. Aducirían que una “encuesta publicada del 24 al 30 de mayo”, arrojaría que solo el 26.2 por ciento de las escuelas de la CDMX “cuenta con una plantilla de maestros completa”. Señalaría que el 21.7 por ciento “de las escuelas de la ciudad fue objeto de algún tipo de robo o un vandalismo” y que el 12.9 por ciento, de las y los docentes no habría querido o no habría podido vacunarse, además de señalar que el carácter de llamado habría sido voluntario. Y aunque frente al derecho a la educación argumentarían el derecho a la vida, lo cierto sería que las organizaciones tienen posturas encontradas.

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