*Por Mtra. Estefanía Arreguín Zárate

Desde de la formación humanista, la incidencia social y la participación comunitaria es esencial. A partir de la pandemia, la contingencia nos ha puesto en una pausa obligada para salir, para convivir y relacionarnos con otros. Sin embargo, a pesar de que se han ido agregando aquellos recursos tecnológicos que nos permiten acercarnos y podemos entrar en contacto con algunos, pocos son los que han contado con el privilegio de las computadoras, del internet, de la cercanía virtual.

La sociedad civil, las llamadas ONG’s, no han podido alcanzarnos en esta carrera tecnológica, muchas se han quedado atrás y han tenido que abandonar muchos de los proyectos que promovían el trabajo participativo entre sociedad civil y las comunidades en vulnerabilidad. Los estudiantes universitarios, han tenido que poner pausa las visitas de campo, el servicio social en comunidades, las asignaturas presenciales, los traslados a zonas rurales o a otros estados para prácticas de campo, actividades desde donde ponían sus habilidades propias de la disciplina que están estudiando, todo esto en suma propiciaba grandes aportes, invitaba al estudiante a sumarse y promover una participación cívica, a fortalecer su propio compromiso social.

En México, existen algunos espacios educativos que facilitan este tipo de experiencias a través de las cuales se puede observar que los estudiantes se enfrentan a realidades que quizá desconocían o que interpretaban de forma distinta, y a su vez, conforme se van integrando van reconociendo las necesidades, fortalezas y riqueza cultural de la comunidad o región, así como de sus diversas problemáticas tanto económicas como socioculturales a las que se enfrentan.

Dentro del proceso formativo de los universitarios, este contacto directo con la gente, con los proyectos sociales, dan mucha guía de por donde desarrollar sus propias iniciativas, ponen en práctica lo aprendido, pero al mismo tiempo intercambiar estos saberes con los que están en el día a día, en la búsqueda de un bienestar para sus comunidades.

El año pasado, gran parte de las organizaciones de la sociedad civil (OSC´s) tuvieron que cerrar sus puertas pues la falta de recursos y la poca participación presencial mermó de manera considerable en sus actividades. La consecuencia es fatal para quienes dependen de los recursos de las OSC’s para sostener sus proyectos de emprendimiento, sus planes de salud preventiva, sus actividades de asistencia a grupos en vulnerabilidad (indígenas, personas de la tercera edad o con discapacidad). Un ejemplo claro son los albergues para migrantes, quienes, si bien no han detenido sus actividades, han visto disminuida su capacidad de atención, pues tiempo antes de la pandemia recibían muchos voluntarios y estudiantes y las universidades apoyaban con campañas, colectas y además, dotaban de proyectos de formación y talleres que resultaban muy relevantes para quienes integran esos espacios. El caso es similar con las organizaciones que atienen temas de salud mental, talleres de alfabetización o de atención infantil.

Al mismo tiempo, nuestros jóvenes no pueden tener ese acercamiento, se frustran de tener que avanzar con proyectos a distancia, sin conocer el contexto en persona, tienen que imaginar los espacios, las comunidades, dotarse de paciencia para que, en las reuniones virtuales alguien de la comunidad logre conectarse a una plataforma y de manera breve compartirles su experiencia, transmitirles un poco de lo que es la vida comunitaria.

Las organizaciones y los estudiantes necesitan regresar al encuentro, a lo presencial, a recorrer juntos las comunidades, a escuchar de viva voz lo que se vive en la mixteca, en la sierra norte de Puebla, en Chiapas, en Oaxaca. Sin embargo, aún falta para poder tener de vuelta este aprendizaje situado, estas experiencias pueden convertirse en un proceso de transformación en los estudiantes, abonan a su desarrollo humano y generan una actitud empática y de reconocimiento mutuo; además propician el fortalecimiento de diversas habilidades como: el diálogo, promoción cultural, participación ciudadana, fortalecimiento de valores, conciencia, colectividad y sensibilización social.

La recuperación de estos espacios, tiene una apuesta clara, acercarse a los otros, complementar la formación socio profesional y permitir al alumno el compenetrarse a otros contextos, donde puedan logar una relación más cercana. Sobre todo, en estos tiempos álgidos, donde las comunidades han permanecido en el olvido y que se han agudizado sus necesidades y sus recursos económicos se han visto todavía más limitados.

* Licenciada en Comunicación y Maestra en Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana Puebla. Actualmente es Académica del área de Servicio Social de la Ibero Puebla desde donde promueve proyectos con comunidades vulnerables en el sur del país, así como en otras regiones de México y Estados Unidos. Su intervención en esta área tiene especial énfasis en experiencias transnacionales, servicios sociales a migrantes y el papel que juegan las organizaciones no gubernamentales.

Sus comentarios son bienvenidos

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.