columna-invitada

Por Tito Ramírez García

En su alocución ante la tumba de Marx, Engels señaló: “así Marx descubrió la ley por la que se rige el proceso de la historia humana; el hecho, muy sencillo pero que hasta él aparecía soterrado bajo una maraña ideológica, de que antes de dedicarse a la política, a la ciencia, al arte, a la religión, etc., el hombre necesita por encima de todo, comer, beber, tener donde habitar y con qué vestirse y que, por tanto, la producción de los medios materiales de vida, o lo que es lo mismo, el grado de progreso de cada pueblo o de cada época, es la base sobre la que luego se desarrollan las instituciones.” (Fragmento tomado de la Biografía de Carlos Marx, escrita por Franz Mehring). Lo cual me recordó al único pueblo que conozco y que considero con un elevado nivel de educación política, con un gran desarrollo cultural y deportivo y con la promoción general de la ciencia y el conocimiento en general: Tecomatlán, Puebla.

Mi padre, un hombre comprometido con las causas de los campesinos popolucas, primer plenista del pueblo y uno de los fundadores de Antorcha, cuenta que la primera vez que acudió a Tecomatlán, allá por el año 1994, pensó que ahí nada podía prosperar y que seguramente la población se iría en algún momento, pues es una región seca, poco propicia para la agricultura, con poca vegetación y agua. Él estaba acostumbrado a la selva del sur de Veracruz, en donde el clima es propicio para gran parte de la actividad agropecuaria.

Sin embargo, debido a que siguió acudiendo a reuniones con otros campesinos del país y de la región centro-sureste del país, se sorprendió de ver cómo, al paso de los años, Tecomatlán prosperaba y avanzaba de manera acelerada. De ser un pueblo rural, pasó a ser un verdadero referente de desarrollo en toda la Mixteca Baja de Puebla. Y sostiene que esa fue una de las causas por las que él siempre ha estado convencido de que la organización y la lucha de un pueblo unido puede hacer mejor la vida de un pueblo y, ello mismo, lo mantiene hasta hoy, a pesar de sus más de 80 años en las filas del antorchismo nacional.

Pero en un país lleno de pobreza, de violencia, de inseguridad y de ignorancia, hay algunas cuestiones que a cualquiera deberían llamarle la atención: Tecomatlán es un pueblo con pleno empleo y una percepción salarial decorosa, hay nula incidencia delictiva (la cárcel lleva varios años cerrada) y su población mayoritaria residente es estudiantil, pues al ser un referente en la educación, en el deporte y la cultura, acuden a educarse en este minúsculo pueblo, cientos de estudiantes provenientes de los estados vecinos de Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Chiapas.

Además de ser considerado la Atenas de la Mixteca por lo dicho anteriormente, también posee la Feria de la Unidad de los Pueblos, uno de los más grandes de todo el país y el único con todos los espectáculos totalmente gratis para toda la población local y visitante.

¿Pero por qué es tan importante el desarrollo de Tecomatlán? Porque representa el primer paso dado para cumplir un sueño lleno de luces. El Movimiento Antorchista, la siempre calumniada organización social de los pobres de México, se propone luchar por una patria donde haya paz, pan y trabajo para todos; donde todos podamos desarrollar nuestro potencial libremente. Los antorchistas queremos crear una patria para todos, donde nadie tenga que mendigar nada, sino obtener lo necesario de manera decorosa y pueda vivir con dignidad y felicidad.

Antorcha sí sueña con un mundo lleno de luces donde el hombre trabaje y viva sin llorar, pero no se contenta con soñar. Todos los días nos aplicamos diariamente en la brega para hacer realidad nuestros sueños y enseñamos a los de nuestra clase a soñar y luchar por realizar los grandes anhelos de la humanidad: la liberación de la esclavitud económica, política e intelectual y Tecomatlán representa en pequeño lo que queremos hacer en grande, para todo México. Por eso, el ejemplo de lucha de nuestros compañeros tecomatecos y sus dirigentes son inspiración para muchos, en la dura tarea de hacer realidad nuestro gran sueño antorchista. Sencillamente, pensamos como dijo Lenin alguna vez, cuando aludía a una discusión con Krichevski y Martínov, sobre el derecho a soñar, citado por Ernst Bloch: “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.”

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