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Convendría hacer una reflexión colectiva sobre el quehacer empresarial que se considera socialmente exitoso, sobre todo aquel al que suele etiquetarse como “negocio redondo”, visto desde la perspectiva de sus impactos en las formas de organización y convivencia humanas. Para nadie es un secreto que la sociedad actual ha sido edificada, desde la llegada de los españoles a América, sobre las espaldas del trabajo asalariado como forma dominante de las relaciones económicas entre las personas; el derecho y la institucionalidad política han sido erigidas sobre esa base y, sin embargo, dadas las enormes desigualdades sociales generadas por los mecanismos de distribución de la riqueza creada, el sistema económico que nos organiza como sociedad se ha revelado -desde hace mucho tiempo- como la fuente primigenia de los diversos males sociales que nos aquejan. Siendo el trabajo, esa actividad vital de hombres y mujeres creadora y productora de riqueza social, reconocido como un derecho humano, no lo es para todos; dada la mucha demanda y escasez de oferta, su precio -el salario- se rige por las leyes del mercado; y las condiciones reales en que se presta están sujetas a los vaivenes de una disputa cotidiana en cada centro de trabajo regida, esencialmente, por la voluntad empresario patronal cuyo margen de acción se establece en las legislaciones laboral, de seguridad social y fiscal que dicta el Estado, o pasando sobre ellas. Una detenida observación de la estructura económica con base en la que funcionan la organización de la población y la burocracia instituida permite ver, en ambos casos, la existencia de una forma piramidal donde la gran base social la constituye el grueso de la población trabajadora sobre la cual, en sentido hacia la cúspide, se crean capas sociales de gradual menor dimensión que la base, que motivadas por salarios relativamente mejores que los que se otorgan al basamento mayoritario, y en el caso de la burocracia, investidos además con micropoder de autoridad; cumplen el papel de oprimir y controlar a la capa social sobre la que salarial y jurídicamente han sido colocados. Esta fórmula se repite con las demás capas sociales que, en el mismo sentido, son estatuidas para ser el capataz de la capa inferior. Es principio básico de organización y control social en el mundo capitalista.

La estructura de organización política del empresariado posee la misma formación piramidal donde la gran base la nutren las micro, pequeñas y medianas empresas; y en la cúspide se colocan las grandes corporaciones que controlan los hilos de la economía sometiendo, mediante el poder económico, alianzas con el capital foráneo, y el control del poder estatal a la totalidad de las empresas chicas. Podríamos ubicar ejemplificativamente, en la base, a organizaciones empresariales como Canirac, Canaco, Caintra, Asociación de Hoteles y Moteles, Canacope, etc.; que son agrupadas a su vez, mediante ficciones jurídicas de centralismo político, por organizaciones más amplias, nacionales, asentadas en CDMX, como Canacintra, Concanaco, Concamin, Alampyme, etc.; que a su vez se agrupan en Coparmex; forman parte del Consejo Coordinador Empresarial, hasta llegar a la cúspide donde se ubica el Consejo Mexicano de Negocios (antes Consejo Mexicano de Hombres de Negocios) integrado por los hombres más ricos de México identificados por la revista Forbes; cuyas grandes fortunas se construyeron, no sobre la base del trabajo personal de toda una vida, sino de haber logrado “negocios redondos” al amparo y contubernio del poder presidencial en turno que les sirvieron para hacerse, cómodamente, de cuantiosos bienes que pertenecían al erario nacional. Estos hombres de superlativo nivel de poder económico, dominante, se codean con la American Chamber of Commerce of México AC; y son, también, distinguidos accionistas en las sociedades mercantiles que ejercen el poder mediático en el país. Esta estructura organizativa piramidal que genera opresión, de la cúspide hacia la base, se reproduce socialmente en toda empresa, institución y familia.

La defensa apasionada que el empresariado, nacional y extranjero, está haciendo de la figura jurídica del outsourcing como forma de relación jurídica entre patrones y trabajadores es reveladora, por sí misma, de lo que este sector entiende por “negocio”, lo que considera su libertad para hacerlo, y su íntima convicción sobre la forma y modo en que deben asentarse las relaciones personales que traban los seres humanos que conviven en torno al trabajo asalariado. Por negocio, entienden la obtención de un provecho o ganancia ventajosa derivada de toda acción comercial que emprendan, útil para acumular riqueza; siendo la subcontratación (outsourcing) un mecanismo ideado para escamotear los derechos laborales de la clase trabajadora traducible en disminución absoluta o impago de los mismos, para el empresariado es un buen negocio con independencia de los efectos económicos y sociales que esto cause al modo de vida de los trabajadores afectados y sus familias. Su libertad para hacer este tipo de negocios la justifican con el argumento de ser la subcontratación una figura “legal” al haber sido incorporada a la legislación laboral. Sobre esta libertad, desde el siglo XIX Abraham Lincoln dijo: “Nosotros, todos, estamos por la libertad; pero empleando la misma palabra no expresamos la misma cosa. Para algunos, la palabra libertad puede significar que cada hombre haga lo que quiere de sí mismo y del producto de su trabajo; mientras que para otros, la misma palabra puede significar que algunos hombres hagan lo que les dé la gana con otros hombres y con el producto del trabajo de éstos…”. Es decir, el empresariado dominante finca su cosmovisión y libertad de empresa en el atropello del trabajo ajeno y la fácil apropiación o esquilma de los bienes públicos. Sus adeptos se proclaman “libertarios”.

Los gobiernos de corte proempresarial presumieron las enormes facilidades que brindaban para la formación de empresas. La inclusión del outsourcing en la reforma laboral de 30 de noviembre 2012, efectuada durante la gestión de Felipe Calderón vino a demostrar que se trataba, en ambos casos, de mecanismos ideados para defraudar al fisco, seguridad social, y a los trabajadores acudiendo a empresas de papel especializadas en facturación falsa, evasión de pago de cuotas al IMSS, y la apropiación patronal de las utilidades, disminuciones salariales, elusión del pago de aguinaldo, vacaciones, prima vacacional. Además, tal reforma, eliminó el pago de salarios vencidos reduciéndolos a un año, sustituyendo su carácter resarcitorio por una simbólica indemnización sujeta a diversos artilugios para hacer difícil su pago. Las trampas contra los derechos laborales de los trabajadores son ostensibles y vergonzantes. Sin embargo, no vacilan en practicarlas empresas como Walmart, Femsa, Comex, HSBC y Santander. Su defensa es airada y apasionada: “Cambios al outsourcing amenazan a la industria”: Concamin; “No subcontratar personal afectará la economía”: Coparmex; “La ley de outsourcing lanzará a 3 millones a la informalidad”: Manpower.

Recientemente se ha girado orden de aprehensión contra el empresario Raúl Beyruti, El rey del outsourcing, acusado de cometer delincuencia organizada, operaciones con recursos de procedencia ilícita y defraudación fiscal. El imputado defiende su actividad asegurando que “ofrece soluciones y alternativas con estándares de calidad, y actuar en apego estricto a las regulaciones fiscales, de seguridad social y laborales”. Por la cuantía de sus operaciones detectadas -treinta mil millones de pesos- el hombre es catalogado como un empresario exitoso cuyo giro de actividad, desde esa perspectiva, es un negocio redondo. ¿A qué sectores de la sociedad se afecta con la evasión fiscal, de seguridad social y la esquilma de prestaciones laborales? ¿La defraudación es el mecanismo que el empresariado considera adecuado para aumentar su riqueza? Sería menester que los sectores de la derecha y sus partidos políticos reflexionaran con mesura en qué país y en qué mundo pretenden vivir. Se asumen, con mayor énfasis ahora, como defensores de la democracia, legalidad y el estado de derecho a pesar de que cuando fueron gobierno, impulsaron e impusieron estas y otras trampas contra los derechos laborales de la población trabajadora. ¿Qué tipo de convivencia social puede lograrse mirando todo en la vida como negocio?

Heroica Puebla de Zaragoza, a 28 de febrero 2021.
José Samuel Porras Rugerio

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