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En la violenta lucha entre la nueva clase de los que surgen y el estrato antiguo de quienes experimentan una decadencia, en parte aparente y en parte real, hay consideraciones morales en danza, llevadas y traídas por los diversos partidos antagónicos que las emplean para disfrazar los verdaderos fines. Robert Michaels.

A juzgar por los hechos: quién los convoca y agrupa, contenidos ideológicos de su propaganda electoral, y la temprana aparición de un repetido aspirante a la candidatura presidencial en 2024; las grandes batallas que emprenderá la oposición por conducto de los partidos políticos que la representan se librarán, a partir de la elección en puerta y hasta la presidencial, contra sí misma; pues tendrá que enfrentarse a su propia historia, lenguaje, ética política, y al desvelo de la verdadera relación que pretende con el ciudadano común, con el pueblo llano. ¿Qué significado tiene el hecho de que dos empresarios -Gustavo de Hoyos y Claudio X. González- tengan o representen el poder suficiente de convocatoria a cuyo llamado inmediatamente acuden las dirigencias nacionales de los partidos PRI, PAN, PRD, para adherirse a la plataforma política –“agenda ciudadana”- de una agrupación civil -Sí por México-, pactar ir juntos contra Morena en la próxima elección, y formar la coalición Va por México? Al primero se le ubica como dirigente de Coparmex y buscador asiduo de una candidatura al gobierno de Baja California. Al segundo se le identifica más por el nombre, idéntico al de su padre -personaje ligado al ex presidente Carlos Salinas de Gortari, del cual fue asesor económico- y por su activismo político desarrollado mediante la asociación civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad que fundó, en 2016, “con el objetivo primordial de conjuntar el esfuerzo y talento de mexicanos y mexicanas de distintas especialidades comprometidos en la causa de construir un Estado de derecho en México”; y, de la que recién se ha separado “para realizar nuevas tareas –desde la trinchera ciudadana– para defender la democracia y preservar el Estado de derecho”, según carta publicada por la propia asociación (https://contralacorrupcion.mx/maria-amparo-casar-asume-la-presidencia-de-mexicanos-contra-la-corrupcion/).

Según su página web Sí por México se caracteriza como: “Somos una gran comunidad de personas y organizaciones que creemos que otro México SÍ es posible y estamos convencidos que la participación ciudadana es el mejor camino que tenemos para lograr el cambio que el país lleva buscando desde hace décadas”. Su agenda ciudadana se compone de seis puntos básicos: “Sí a una democracia plena; Sí a la seguridad, acceso a la justicia y combate a la corrupción; Sí a una nueva economía incluyente que disminuya la pobreza y la desigualdad; Sí a la salud y educación universal con calidad; Sí a la igualdad sustantiva y al combate a la violencia contra las mujeres; Sí a un medio ambiente sano y sustentable”. En este planteamiento empresarial -por la ubicación social de los convocantes- y la adhesión de los partidos, por convicción o consigna, se establece el campo discursivo donde enfrentarán decisivas batallas electorales debatiendo, ineludiblemente, la honestidad y sinceridad políticas de su llamado a la ciudadanía.

Destaca como siempre el problema del lenguaje. Somos -dicen- una gran comunidad de personas y organizaciones, ¿gran, es un adjetivo figurado de importancia, o de cantidad? Comunidad, según el diccionario, alude a una cualidad común compartida por dos o más; a conjunto de personas que conviven bajo ciertas reglas o tienen intereses comunes; o a un grupo social al que pertenece una persona, ¿su gran comunidad es la élite económica a la que representan, o por tener la misma creencia y convicción? Creen que otro México SÍ es posible. ¿Cuál es ese “otro” México que buscan? Como una especie de palabra mágica o clave, en toda actividad política que desarrolla la derecha, siendo gobierno u oposición, existe una marcada inclinación por nombrar al país México: Sí por México, Acción por México quizá en eco o añoranza de Pacto por México. En la elección de 2018 sus candidatos eligieron lemas de campaña permeados por esa inclinación: Por México al Frente, de Ricardo Anaya; Todos por México, de José Antonio Meade. No se sabe si Va por México sea simplemente una disfrazada restauración de Vamos México la fundación filantrópica que asistió en su pobreza a la pareja presidencial foxista; o expresión apocopada de verdadera intención: vamos por México. Aun cuando pudiera pensarse que se trata de una comodidad discursiva coloquial, como ocurre con la generalidad de los hablantes, en la gran comunidad opositora adquiere sentido y significado al hacer evocación subliminal del Plan de Iguala, proclamado por Agustín de Iturbide el 24 de febrero de 1821, cuyo primer principio fue “Establecer la independencia de México”, donde adquirió definitividad el nombre.

Los planteamientos de democracia plena, acceso a la justicia, combate a la corrupción, economía incluyente que disminuya pobreza y desigualdad, salud y educación universal con calidad, igualdad sustantiva, combate a la violencia contra las mujeres, medio ambiente sano y sustentable; son temas que por su generalidad y obviedad son inasibles si no se establecen con claridad las premisas de su comprensión política y, sobre todo, cómo lograrlos. El problema del fin y los medios. Invocados antes de 2018 denotarían un aparente perfil de izquierda; en 2021 los expone la derecha. ¿Qué hace ubicuos tales planteamientos? La diferencia está en que se les dote de contenido con visión de “comunidad”, o con perspectiva de Nación. Lo inasible de los temas genera, inherente, la posibilidad de innumerables interpretaciones semánticas del lenguaje utilizado a conveniencia de su emisor, convirtiéndolo en discurso vacío, retórico, sin significación concreta, clara y específica para los receptores. Este tipo de discurso cuestiona la honradez política de quienes lo elevan a la condición de bandera política en campaña electoral precisamente por su maleabilidad. En el caso específico de Va por México, asumir esa plataforma los obliga a librar la batalla electoral más importante: contra sí mismos; obligados a enfrentarse con su propia historia.

El gran empresariado, de 40 años a la fecha, se ha encargado de diseñar el modelo económico que hizo de la mexicana una sociedad con grandes, graves y profundas desigualdades sociales; sus partidos políticos instauraron, con la fuerza de “la dictadura perfecta”, el régimen político que ha mantenido esas desigualdades adentrándonos en la descomposición social. El PRI que gobernó al país por siete décadas tuvo por “leal oposición” al PAN; el PAN que gobernó durante dos sexenios, contó con respaldo del PRI y se consiguió un patiño, el PRD. El mexicano común conoce esta historia, su lenguaje falaz, los engaños entre su decir y hacer, los atracos al erario, los acarreos, los fraudes electorales, la corrupción en todos los rincones, etc. La historia de su dirección del país fue evaluada, en su justa dimensión, casi un siglo después. Que digan estar convencidos que la participación ciudadana es el mejor camino para lograr el cambio que el país lleva buscando desde hace décadas –¿durante décadas el país fue dirigido a tontas y locas?- implica un desprecio para la ciudadanía que en 2018, con su voto abrumador decidió un cambio de partido en el gobierno, de política económica y social, y de régimen político rechazando a los que estaban, es decir, a los partidos que ahora integran Va por México. Hablar de cambio en el país, a dos años de la actual administración es, por decir lo menos, un prejuicio, no un argumento político razonado considerando, además, que el gran empresariado, los partidos políticos, el poder judicial federal, y los medios de comunicación han hecho cuanto han podido por obstaculizar su desempeño. ¿Quiénes sumieron a México en la desventura y descomposición social, pueden ser ahora sus salvadores?

Heroica Puebla de Zaragoza, a 07 de febrero 2021.
José Samuel Porras Rugerio

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