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En la medida que las estrategias del presidente Donald Trump para revertir los resultados de la elección del 3 de noviembre que favorecen de manera irreversible a Joe Biden van fracasando y su estancia en la Casa Blanca se acerca a su fin, los estadunidenses deben prepararse para observar, en su propio terreno, las acciones que “en defensa de la democracia” puede o intenta hacer el empresario que maneja los hilos del poder del Estado en el país más poderoso de la tierra.

Antes, los terroristas o narcoterroristas, la izquierda radical, los socialistas y comunistas que amenazaban y ponían en jaque a la democracia occidental que gozaban los pueblos, estaban fuera de Estados Unidos (EU); sólo eran ubicables en esos raros lugares tropicales del mundo conocidos bajo extraños nombres como Cuba o Venezuela, a los que para obligarlos a retornar al buen camino que abandonaron por las malas influencias de esos dictadores que se apellidaban Castro y Chávez, Trump consideró necesario asfixiarlos mediante el bloqueo de sus economías, atacar por todos los medios posibles a sus pueblos y gobiernos, deslegitimar sus modelos sociales de organización, descalificar sus procesos electorales, amenazarlos de invasión militar, azuzar las disidencias internas, reconocer autoproclamados, acusarlos de violación a los derechos humanos, etc. Toca a la democracia imperial y su proceso electoral pasar por el filtro de la aprobación del aún presidente en funciones de EU que se encargó de calificar de un gran fraude en su agravio: “El presidente expresó su deseo de que la Suprema Corte revierta los resultados electorales argumentando que el máximo tribunal tiene la oportunidad de salvar a nuestro país del mayor abuso electoral en la historia de Estados Unidos”.

Los mayores problemas del pueblo estadunidense para enfrentar posibles acciones autoritarias de Trump -movimientos sociales y analistas políticos temen que impulse un autogolpe de Estado- en los últimos treinta días de ejercicio del poder presidencial serán esencialmente dos: uno, su enorme polarización social expresada en la escasa diferencia de votos certificados por los 50 estados y el Distrito de Columbia: 81.3 millones de Biden contra 74.2 millones de Trump que se tradujeron, respectivamente, en 306 votos contra 232 en la decisión del Colegio Electoral que ratificó, el lunes 14, el triunfo del demócrata; y, dos, la inexistencia en la Constitución de Estados Unidos de normas que prevean el caso de que llegada la fecha de la transmisión del poder presidencial -20 de enero- el presidente que termina su encargo se niegue a abandonarlo. Y aunque la previsión de Trump de que la Suprema Corte, dominada por los conservadores, pudiera echar abajo la elección ha fallado al negarse ésta a dar trámite a por lo menos dos demandas en tal sentido presentadas por los republicanos, le quedan intactas todas las posibilidades de poder político que conserva como jefe de Estado en funciones.

En los próximos días se espera que el magnate y sus seguidores libren una última batalla político legal intentando que los legisladores federales republicanos echen abajo la certificación del voto del Colegio Electoral que, el próximo 6 de enero, harán las dos cámaras del Congreso. De acuerdo con la regla constitucional, con que un diputado y un senador manifiesten que desean rechazar los resultados del Colegio Electoral, cada cámara se retira para su debate. Mo Brooks, diputado federal republicano, se apuntó ya para este evento. Si la mayoría en alguna de las cámaras rechaza ese resultado, la cámara baja elegirá al presidente y el Senado al vicepresidente. Hasta aquí las vías constitucionales para Trump.

La posibilidad más cruda que podría presentarse si el Congreso no rechaza el resultado del Colegio Electoral sería que surgieran decisiones presidenciales autoritarias que impidieran, llegado el 20 de enero, que Biden pudiera asumir el cargo porque Trump decidiera no retirarse. Se abrirían las puertas al enfrentamiento político de facto. Los republicanos, como partido que respalda a Trump, conservan un enorme poder en las estructuras del Estado tanto en la federación como en los estados; y, a ras de suelo, en las calles de la capital y en otras ciudades se sabe que existen grupos armados que se hacen llamar Proud Boys y los Bogaloo, que se dicen listos para dar la vida por la causa antifraude propalada por Trump. Estos grupos parecen estar ideados y haber sido creados para entrar en confrontación con la población que apoya al movimiento social antirracista Black Lives Matter señalado con insistencia presidencial de estar controlado por la “izquierda radical”. A juzgar por su primer tuit sobre la vacuna en el ocaso de su mandato, Trump, sus seguidores, y la élite político económica que representa, considerarán y utilizarán como respaldo político y moral de sus próximas acciones en busca de la retención ilegítima del poder, la puesta en marcha de la inoculación de la vacuna contra el Covid-19, de Pfizer-BioNTech, en Nueva York: “Primera vacuna administrada. ¡Felicitaciones USA! ¡Felicitaciones Mundo!”.

El aún presidente podrá ser calificado de fanfarrón, tramposo, berrinchudo, o torpe pero nunca de no saber lo que hace. Bastante muestra ha dado de que la democracia que emana de los pueblos, para él, no significa nada. La vara con que ha medido los comicios en Venezuela, le sirve para medir los que protagoniza en EU. Si no pudo obtener la reelección por vía de los votos, el alzamiento de la bandera de un presunto gran fraude cometido en su contra que ha venido esparciendo, y su declaración pública de que Biden será un “presidente ilegítimo” serán el escudo para buscar, con los medios que todavía están a su alcance como presidente en funciones, permanecer en la Casa Blanca. Quien esté creyendo que todas estas acciones se encaminan a preparar desde ahora su candidatura para el 2024 y que el 20 de enero próximo habrá cerrado su participación como presidente de EU dando lugar a la pacífica asunción de Biden, podría estar equivocado. El ingrediente religioso ha sido sembrado por sus seguidores que, con reverendos, rezan invitando a Dios a interceder para que Trump permanezca en el poder. En el sincretismo absurdo los evocadores están dispuestos a intimidar, propinar golpizas, llevar a cabo otras formas de violencia, portar armas, quemar mantas de Black Lives Matter, e intimidar a ciudadanos en sus autos sólo por usar cubrebocas.

Aun cuando prácticamente todos los mandatarios extranjeros han felicitado a Biden por su triunfo, y que también lo ha hecho el líder de la mayoría del Partido Republicano, Mitch McConell, a quien se reconoce como la figura más poderosa de los republicanos en Washington después del presidente; Trump sigue no sólo sin dar muestra alguna de reconocer su derrota atado al argumento de que los demócratas amañaron la elección, sino confrontando a McConell: “Mitch, 75 millones de votos, un récord para un presidente activo (por mucho). Demasiado temprano para rendirnos. El Partido Republicano finalmente tiene que aprender a luchar. La gente está enojada”. La normalidad democrática de Estados Unidos, que no se basa en el voto popular directo sino en el indirecto del Colegio Electoral, se encuentra en jaque por voluntad de un solo hombre cuyos partidarios están sugiriendo, insistentemente, la puesta en práctica de medidas autoritarias que lo mantengan en el poder; primero fue el ex asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn quien propuso al presidente declarar una “ley marcial parcial” para revertir la elección; conocidos los resultados de la elección, es la senadora estatal y candidata gubernamental Amanda Chase, en Virginia, quien le propone declarar ley marcial para permanecer en la Casa Blanca. La élite del poder político empresarial que controla la economía de EU está jugando entre “su” democracia y “su” fascismo, pues mientras el actual secretario de Estado, Mike Pompeo, amenaza: “Aquellos que buscan socavar las elecciones libres y justas en Venezuela deben rendir cuentas”; el equipo de Biden se apresta a exigir a Venezuela “elecciones libres y justas”. ¿Cuál será la diferencia? En los próximos 30 días se sabrá si la defectuosa democracia de EU resiste o se desmorona ante el empuje del neofascismo.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 19 de diciembre 2020.
JOSÉ SAMUEL PORRAS RUGERIO

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