columna-invitada

Por Romeo Pérez Ortiz

El humanismo, en el sentido filosófico de la palabra, es la comprensión del hombre concreto, la comprensión y atención de sus necesidades, su dignidad, sus capacidades y potencialidades. Entendido así este término, el humanismo de Antorcha no consiste solamente en el apoyo físico a los desvalidos de este país, sino también y sobre todo en el apoyo moral, cultural, educativo y político. Un apoyo sincero, fraterno y un llamado a la clase proletaria a unirse y educarse. El humanismo de Antorcha es también una enseñanza y un relincho de justicia para que todos los pobres del país entiendan que la justicia puede alcanzarse con su organización y su educación.

El Movimiento Antorchista Nacional (MAN) ante la tragedia ocurrida en Tabasco y la casi nula atención del Gobierno federal, emprendió una campaña nacional de colecta de víveres colocando miles de centros de acopio en todo el país, al que presurosos acudieron decenas de miles de obreros y campesinos con sus manos callosas y de enjutos rostros para unirse al apoyo de sus hermanos de clase. Un número similar de madres con sus bebés en brazos se presentaron también al lugar para donar kilos de arroz, frijol y litros de aceite que tenían contemplados para sus alimentos del día. A los centros de acopio acudieron también miles de estudiantes pobres adheridos a la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (Fnerrr) y cientos de maestros afiliados a Antorcha Magisterial (AM) para donar ropa y productos de primera necesidad para todos los damnificados. Desde Yucatán hasta Baja California Sur una multitud de proletarios se solidarizaron con sus hermanos de clase, como ha ocurrido siempre en la historia. El pueblo pobre se solidariza con sus camaradas porque la tragedia, la pobreza y el sufrimiento los identifica. La tragedia ocurrida en Tabasco, en lugar de aislar a los pobres, los ha unido más, y los ha hecho comprender que el único culpable de sus desgracias es el sistema económico actual y sus servidores. Han comprendido que el culpable no es la naturaleza, sino la negligencia e indolencia de los gobiernos anteriores y los actuales, que sabiendo el impacto de las inundaciones que ocurren año con año en esas regiones donde hay lluvias torrenciales y la creciente de los principales ríos, no se adelantaron a la inminente catástrofe.

Con la ayuda del pueblo noble y valiente, el MAN reunió más de 200 toneladas de víveres, que fueron enviadas a los damnificados para paliar un poco el sufrimiento, pues sabemos que las pérdidas que los residentes tabasqueños sufrieron son muchas y cuantiosas y no se comparan ni en lo más mínimo con el apoyo brindado por nosotros. Pero el gesto de solidaridad es para decirle al pueblo de Tabasco que cuenta con nuestro apoyo físico y moral, que juntos exigiremos una y otra vez a los gobiernos federal y estatal en los medios al que tengamos alcance para que brinden apoyo completo e integral a todas las personas afectadas, pero sobre todo no nos cansaremos de denunciar y exigir que la solución definitiva a las inundaciones que año con año ocurren en Tabasco está en la creación de una infraestructura hidráulica que contenga la creciente de los ríos más grandes, que atraviesan el estado de Tabasco.

Decimos que es necesario y urgente que se destinen ingentes recursos en megaproyectos para salvaguardar la vida de los humanos que habitan en esas regiones donde la precipitación pluvial es intensa. Sin embargo, tal parece que no encontramos eco en el gobierno actual, pues el presupuesto para la prevención de desastres naturales es insignificante en comparación con el presupuesto asignado por los gobiernos federales anteriores. Veamos. Durante el periodo 2013 – 2017, el Gobierno federal asignó un presupuesto que osciló entre 189 y 719 millones de pesos (El Economista, 15 de noviembre), mientras que en 2019 el presupuesto fue de 187 millones de pesos, pero se redujo a 111 millones en 2020, y para 2021, apenas se tienen contemplados 66 millones de pesos para el Centro Nacional de Prevención de Desastres, como lo muestra el Presupuesto de Egresos de la Federación 2021.

Queda de manifiesto una vez más que en la agenda del presidente de la República no está el atender las demandas más sentidas de los pobres. No es de humanos, en el sentido amplio de la palabra, el ver sufrir a un ser humano y no conmoverse en lo más mínimo para atender sus necesidades básicas. No es de humanos el solo contemplar el sufrimiento ajeno y teniendo las facultades y posibilidades de brindar ayuda, no se brinda. No es de humanos, dejar que se inunden los miembros de una misma comunidad, en el sentido de Aristóteles: “porque si cada uno por separado no se basta a sí mismo, se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comunidad o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios”, y renglones seguido advierte: “… así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así también apartado de la ley y la justicia es el peor de todos” (Política, pág. 32). El presidente actual está apartado de la ley y de la justicia, pues desoye los gritos de desesperación y de dolor de su pueblo. Un gobernante con esta actitud apartado de la comunidad ni es dios, sino bestia y el peor de todos como bien lo dijo Aristóteles.

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