samuel-porras-columnista

samuel-porras-biografía

Se ha ido un grande del futbol y su partida generará torrentes de palabras, letras e imágenes de su vida personal y deportiva. El deportista que accedió a todos los lujos que puede dar en la vida tener la fama mundial de un futbolista encumbrado, se asentó en el hombre que a pesar de esa fama jamás olvidó su extracción humilde; nunca se convirtió en un desclasado social, superfluo, vacío, petulante como son todos los desclasados. Maradona, Pibe, Cebollita, Pelusa, el Diez, no se apartó de los apodos que la gente de los barrios populares le fue tatuando a fuerza de cariño y reconocimiento desde sus inicios en la práctica del deporte de su vida, para nunca olvidar su origen en el barrio Fiorito donde jugaba en los terrenos baldíos. Recorrió medio mundo y tuvo empatía con el resto. Como deportista suele ser comparado con otros, el Rey Pelé por ejemplo. Como hombre con inclinaciones políticas e ideales de izquierda, con nadie. Diego Armando hizo gala frente al mundo de su amistad con líderes políticos como Fidel Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales, Nicolás Maduro, Lula da Silva, Dilma Rousseff, Alberto Fernández; de su defensa a la memoria política de Juan Domingo y Eva Perón como le enseñaron sus padres; de su tatuada admiración por el Ché Guevara; de su defensa de las causas de los pueblos del mundo; de su acompañamiento a las luchas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los hijos de los desaparecidos: “Soy completamente izquierdista, de pie, de fe y de cerebro”. Consecuentemente se opuso abiertamente a “los que nos quieren controlar a todos” en referencia a los gobiernos de Estados Unidos.

Diego Armando tenía una hermosa distinción, reflejo de su claridad de pensamiento y amor por el ser humano, cuando enfrentó a la mafia del futbol mundial, la dirigencia de la FIFA: “Es una vergüenza siempre rodeados de ladrones, como (Mauricio) Macri. Esa dirigencia nunca tuvo la pasión del futbol, sólo del dinero, de los negocios. No sabe lo que es el corazón del futbol, el alma del futbol”. ¿Qué deportista había hecho una mejor separación entre el futbol, el deporte, complemento necesario para el cultivo de la salud física y espiritual de los seres humanos, y el negocio sucio en que lo han convertido los magnates que controlan las ligas en el mundo? Entre la pasión por el futbol y la pasión por el dinero; entre adoradores del negocio y creyentes en el corazón y alma del futbol; jugó como lo hizo para el público, no para los mercaderes del balón. Un rebelde del futbol, desafiante del poder y mafias que crecieron encima de ese deporte vuelto un gran negocio al comerciar con su esencia de fiesta popular.

Su entrañable amistad con Fidel Castro, “el mayor héroe de la historia de todos nosotros”, recorrió el mundo: “Todos los días, cuando me levanto, le doy un beso a Fidel”; y parece sellarse para la eternidad con el hecho de que Maradona falleciera el 25 de noviembre, misma fecha en que se conmemora la partida del líder de la Revolución Cubana, acontecida en 2016. Admiró la lucha del revolucionario y la heroica resistencia del pueblo cubano contra el poder imperial de Estados Unidos. Maradona es la mano de Dios y el gol del siglo; Diego Armando es el hombre convencido absolutamente de sus inclinaciones políticas por la izquierda en el mundo. En él, fue tan espectacular verlo correr por el pasto sin que nadie lo pudiera detener en 52 metros, 44 pasos, 10.6 segundos, 14.4 kilómetros por hora, 12 toques con la pierna izquierda, y cinco ingleses eliminados para anotar el gol del siglo; como reunido -y fotografiado- junto a Fidel Castro y Hugo Chávez al mismo tiempo. Con el trabajo deportivo de Maradona los grandes empresarios del futbol y los medios en el mundo se enriquecieron cuanto quisieron; el pueblo argentino y sus estratos más humildes sólo dicen: Lo amamos porque nos dio alegrías en la niñez, en la juventud y en la vejez, para muchos fue la única gran alegría de sus vidas difíciles.

Ni siquiera la muerte ha puesto a salvo a Diego Armando de los ataques políticos de la enfermiza derecha argentina. No le perdonan su opción política por los pobres ni haber preferido, sobre el oropel de la fama, los motes cariñosos con que el pueblo se refirió a Maradona sintiéndolo uno de los suyos; ni muerto lo dejan descansar o le dan muestra de algún respeto. Ni el féretro ni la consternación de sus miles de admiradores que se dieron cita para despedirlo en el funeral fueron obstáculo material ni moral para que la policía de Ciudad de Buenos Aires llegara en motos y armados para reprimir a los dolientes con extrema e injustificada violencia disparando balas de goma, gases lacrimógenos y disparos disuasivos; así como policías de civil que además de represión, se dedicaron a generar más disturbios. Es, todavía, el activismo político de Maradona sacando a luz la miseria moral de la oposición derechista. Los miles que sólo querían despedir a Diego, reprimidos y algunos heridos, acusan al opositor jefe de gobierno de la ciudad, el derechista Horacio Rodríguez Larreta, de provocar esta lamentable situación.

Como si todo ello no fuese suficiente, se cierne sobre la muerte del astro un nuevo conflicto derivado del fantasma del descuido de atención en su convalecencia, por una negligencia o abandono de persona. Y los contrastes en la vida de Diego parecen no querer dejarlo en la muerte. Mientras en distintos lugares y barrios de Buenos Aires se levantan “altares del amor” en su memoria, también lo hace la sospecha de que, quizá, su deceso no debió ocurrir, abriendo en mala hora un mundo de especulaciones sobre el suceso. Si la posibilidad de una tragedia surgiera por las circunstancias específicas en que ha perdido la vida el Cebollita, en realidad será que el Pibe, muriendo, ha decidido abrir otro flanco de lucha política: poner en el tapete de discusión la ética médica, pero con mayor razón la humana. Que sea en tiempos de pandemia, debe considerarse el mayor atrevimiento. Exactamente cuando el mundo no sabe los motivos precisos del surgimiento del coronavirus, ni los de su rara coincidencia con la implantación de la revolución tecnológica en el mundo imponiendo, al unísono, el “quédate en tu casa” y el home office; a la sombra de cuya rara confluencia las élites imperiales dueñas del conocimiento y la tecnología enriquecen, y los pueblos consumidores empobrecen.

Maradona parece haber tomado la decisión de cuestionar, también, el uso del conocimiento científico médico y la postura humana frente a la muerte del otro. Hombre de firmes convicciones políticas es altamente probable que, desde el lugar que ahora ocupa en el inasible mundo etéreo, reitere lo que antes dijo: “Esa dirigencia nunca tuvo la pasión del futbol, sólo del dinero, de los negocios”. Sus seguidores, que mantendrán su imagen en el recuerdo, quedarán moralmente obligados a abrazar e impulsar estas reflexiones trascendentes que se abren con la partida de Pelusa; pero esa reflexión a la que invitan ha de ser tan sincera, constructiva y formadora que alcance el punto máximo de impedir que la integridad humana de Diego Armando Maradona sea dividida y que la faceta política de su vida sea rasurada u ocultada privilegiando la deportiva. Mantener vivas ambas facetas permitirá que El Diez siga cambiando el mundo que le tocó vivir, siendo el corazón, el alma del futbol.

Heroica Puebla de Zaragoza, 29 de noviembre 2020.
José Samuel Porras Rugerio

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.