En el libro el Hemisferio Izquierda ¬¬(a nuestro parecer el mejor que se ha escrito en los últimos años sobre los problemas que enfrentan los movimientos sociales progresistas), Razmig Keucheyan señala que uno de los factores que explican la incapacidad de aquellos para convertirse en fuerzas con alcances nacionales es lo que denomina “política de identidad” (Identity politicy) , que se manifiesta en la acendrada tendencia de dichos movimientos a encerrarse en los límites de sus demandas, sin aspirar a convertirse en una fuerza de alcance nacional, o en una fuerza que intente convencer a la mayoría de la población acerca de la justeza de sus aspiraciones (Vid. Siglo XXI, México, 2013, pág. 38).

Escribe Keucheyan : “La “identity politicy” se opone a entidades como pueblo o clase obrera, cuya función histórica era coincidir, en un plano mayor o menor, con el todo de la sociedad. La lucha a favor del reconocimiento de la identidad homosexual, por ejemplo, no apunta necesariamente a generalizar esta identidad. Su objetivo es poner fin a la estigmatización de las personas concernidas”. En otras palabras, la “identity politicy” sólo busca acorazar a los miembros de determinados movimientos, evitando se “contaminen” con el contacto de otros sectores sociales.

A nuestro parecer ese concepto de política de identidad resulta de gran ayuda para entender la incapacidad de determinados movimientos para avanzar hacia proyectos que les permitan converger con otras fuerzas sociales en la consecución de objetivos comunes. Así las cosas, la lucha estudiantil debe limitarse al campus universitario, la lucha obrera al espacio de la fábrica, la lucha por la democracia al espacio de las instituciones políticas y de los partidos, y la lucha de las mujeres a la consecución de objetivos que solo interesan a las mismas, etc.

No se pretende, pues, avanzar hacia un movimiento unitario, en el que converjan la mayoría de las organizaciones y fuerzas sociales que enarbolan sus propias demandas.

Si algo propició en Puebla el triunfo de las fuerzas democráticas en los años setenta, fue la creación de un sólido movimiento popular (encarnado en el Focep), en el que convergieron casi todos los movimientos sociales de la época: universitarios, ambulantes, trabajadores, campesinos, colonos, etc.

En un trabajo que publicamos en 1984, anotábamos lo siguiente : “El hecho de que el movimiento popular esté constituido por numerosos contingentes, de ningún modo significa que aquél sea una simple suma o conjunción abigarrada de diversos grupos sociales en lucha. No, independientemente de los diversos problemas específicos, existen objetivos comunes que articulan y cohesionan a tales contingentes : entre otros (el principal, sin duda) la necesidad de quebrar y doblegar la alianza del gobierno estatal con las fuerzas derechistas de la entidad, de tal modo que los diversos sectores y capas de la sociedad poblana puedan gestionar sus problemas particulares sin tropezar con la represión policiaca”.

En otras palabras, tal movimiento de masas fue un movimiento político, que logró articular y cohesionar a la mayoría de los sectores en lucha.

A diferencia de esa época, hoy no pocos movimientos se limitan a enarbolar “políticas de identidad”.

Así, con todo el respeto que nos merecen las organizaciones feministas que se apoderaron hace unos días de las instalaciones del Congreso local, exigiendo que éste apruebe una legislación a favor del aborto, se distinguen precisamente por una marcada “política de identidad”, que no aspira en absoluto a convencer a nuestros conciudadanos acerca de la justeza de sus demandas.

Le exigen a los legisladores aprobar “fast-track” su propuesta, sin formular ningún proyecto de consulta popular o social. ¿No se supone que una de las principales demandas que ha enarbolado el movimiento democrático en todos estos años ha sido la de impulsar las consultas públicas, a la hora de promover determinadas iniciativas sociales de relevancia? En la ciudad de México ya se aprobó una legislación a favor del aborto, pero se pierde de vista que esto fue el resultado de todo un cúmulo de foros y eventos sobre dicha temática, en la que participaron la mayoría de los principales actores sociales.

Dichas organizaciones feministas actúan como si en Puebla hubiese pasado de noche la 4T, como si el triunfo de Morena fuese un accidente sin importancia, como si las autoridades fuesen representantes del machismo más inicuo.

A nuestro parecer, tal actuación les resta fuerza, aparte de credibilidad.
No estamos en contra de sus propuestas, pero estamos convencidos de que su proceder es erróneo.

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