Antier, Carlos Evangelista Aniceto –uno de los representantes de Morena en Puebla— anunció que dicha organización “buscará conformar una alianza en Puebla con partidos ‘afines’ y sus aliados de la coalición Juntos Haremos Historia para competir en la elección de 2021”. Y agregó que “se realizarán acuerdos que se ‘ajusten” a la plataforma morenista y la llamada Cuarta Transformación” (Vid. E-consulta, 8 de noviembre de 2020).

Tal propuesta de Evangelista se ajusta a los cánones del Evangelio de la mayoría de los partidos, según los cuales las alianzas deben establecerse entre las organizaciones políticas existentes, tratando desde luego de que “se ajusten” a sus plataformas u orientación ideológica.

Aunque Evangelista aclara que dicha propuesta proviene de un acuerdo emanado del Consejo Nacional del Partido, a nuestro parecer –con todo respeto– se caracteriza por una visión sumamente plana y esquemática de lo que deberían ser las alianzas de Morena, sobre todo en una coyuntura política tan compleja como la que atraviesa actualmente nuestra entidad y todo el país.

Pensamos que ha llegado la hora de superar esa visión : si algo ha puesto de relieve la irrupción de Morena en el panorama político nacional es el surgimiento de un sinfín de protagonistas a los que difícilmente podríamos catalogar de actores políticos ya que se trata, en lo fundamental, se sectores o contingentes sociales que no actúan o participan en dichas organizaciones. Es incontrovertible que López Obrador tuvo la atingencia de comprender que en México latía una gran vendaval de energías que ninguna de los partidos políticos era capaz de encauzar o despertar. Incluso, convencidos estamos, la misma clase dirigente de Morena no ha logrado avizorar de manera cabal tal situación; esto obedece a que ésta continúa presa de los enfoques y encuadramientos tradicionales acerca de las alianzas políticas.

En el debate que se llevó a cabo a mediados de septiembre de 2012 acerca de si Morena debía ser partido o movimiento se concluyó que debía ser ambas cosas, y gracias a esto se logró abrirle paso a una Coalición (llamada “juntos haremos historia”) que desbordó los diques de las visiones tradicionales de las alianzas, ya que se logró incorporar a toda una cauda de expresiones políticas y sociales que no encajaban en los partidos, y, sobre todo, a toda una constelación de ciudadanos independientes. Gracias a esto, seguros estamos, AMLO pudo triunfar en los comicios de 2018, convirtiendo de paso a Morena en la principal organización política del país.

Lamentablemente al parecer la clase política de Morena, o sus principales núcleos, parece haberse olvidado de dicha problemática, actuando como si no hubiera existido cambio alguno en la estructura de dicha organización : cada vez más actúan como si Morena no fuera sino uno más de los partidos que disputan el poder por el poder.

Esperamos que AMLO les recuerde que Morena no es, o no debe ser, una organización cerrada, controlada sólo por su clase política: debe continuar involucrando a todos aquellos de nuestros conciudadanos dispuestos a transformar nuestros país en un sentido favorable a los intereses de las clases subalternas, y esto debe reflejarse, ante todo, a la hora de definir las políticas de alianzas.

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