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Libertad inmediata a Julián Assange, ¡Ya!

El policía del mundo, faro de la democracia, guardián de los valores de occidente; el país más poderoso de la tierra y su imperial dominio, carcomidos en sus más profundos cimientos, presienten un desplome siguiendo la suerte de las estatuas de los esclavistas a manos del movimiento social Black Lives Matter. La irracionalidad política sostenida frente al mundo, por la fuerza de las armas y el poderío económico con que impusieron el exterminio de poblaciones indias y el despojo de sus territorios; el lanzamiento de bombas nucleares, azuzar guerras en el mundo, invasiones militares, despojar de riquezas naturales a países pobres, promover golpes de estado, quitar y poner gobiernos, convertir el dólar en moneda del mundo, desbaratar proyectos de socialismo, acusar a gobiernos de comunistas, terroristas, o narcoterroristas; y someter a su jurisdicción a cualquier extranjero; ha terminado por dejar abiertas y a la vista de todos las entrañas del monstruo exhibiendo su miseria moral.

Paradojas pusilánimes de la vida personificaron esas malevolencias de la historia en un malhechor empresario de espectáculos que ahora da el espectáculo de su vida como dirigente del nefando imperio yankee, trasladándolas hacia dentro de su territorio y contra su población, con un resultado terrible: Las autoridades federales estadunidenses declaran, a milicias y agrupaciones supremacistas blancas y otras expresiones de ultraderecha armada, la principal amenaza de terrorismo doméstico en Estados Unidos. Es decir, los terroristas no son los que Trump califica de tales, sino sus propios fanes políticos. La personalidad política del presidente tendría que ser apreciada no sólo desde el diván, ni sólo por el electorado de Estados Unidos, sino por los ciudadanos del mundo habida cuenta de la enorme influencia que su gobierno ejerce sobre los de otros países que resienten los efectos perniciosos de sus decisiones políticas, económicas, militares, ambientales y sanitarias.

Debe tenerse presente que Trump no ganó la elección de 2016 frente a Hillary Clinton. Considerando el voto directo de los ciudadanos, perdió estrepitosamente por una diferencia de casi 3 millones de votos. Su presencia en la Casa Blanca obedeció a la decisión de los colegios electorales de los estados en que se estructura el sistema electoral de la unión americana, no a la voluntad de su pueblo. Sería difícil atribuirle la posesión de una ideología clara; negar la existencia de los problemas difíciles de afrontar ha sido el refugio predilecto de su ignorancia. Es hombre pragmático, de conveniencias económicas, carente de principios morales cuya visión sobre tópicos de Estado, más que de un presidente, es la del gerente de la élite empresarial dominante impuesto en el cargo para obedecer mandando; es el representante político de la élite corporativa sentado en la silla presidencial. La retórica de su oratoria no argumenta, descalifica; no convence, fanatiza. Partidario del pensamiento único, el muro de hierro, y la anatema sus mensajes buscan penetrar a base de repetición, no de reflexión: “Biden está bajo control de socialistas, marxistas y Castro-chavistas que controlan al Partido Demócrata; un voto para él significa entregar el país a la izquierda radical”; características que lo identifican plenamente con el fascismo.

El manejo displicente de la pandemia evidenció su necedad al desoír el consejo científico de los médicos de su país para enfrentar el fenómeno; haciendo gala de fatuidad “enfermó” repentinamente y, del mismo modo, con el medicamento remdesivir “curó” inmediatamente del virus; falazmente prometió que habría una vacuna antes de la elección presidencial; rechazó la desinteresada ayuda médica cubana sólo por motivos político ideológicos; estas circunstancias, reveladoras de que antepuso sus defectos personales y políticos a las ingentes y urgentes necesidades de salvaguarda sanitaria, lo han degradado como persona frente a la población que se cuestiona si la previsión que hizo a fines de marzo, de que habría entre cien mil y doscientos cuarenta mil muertes a causa del coronavirus, no fue el aviso anticipado de una meta o cuota de muerte por cubrir.

La brutalidad policiaca desatada contra la población negra que, a causa de las muertes de George Floyd y Breonna Taylor entre otros, ha dado lugar al surgimiento del poderoso movimiento social contra la discriminación racial, no ha sido obstáculo para que Trump acuse a Black Lives Matter de estar controlado por la izquierda radical e incluso, en aras de generar un caos durante la elección presidencial venidera, mostrarse dispuesto a exacerbar los ataques policiales contra ese segmento social para utilizarlos como justificante de su ya anunciada postura de no reconocer los resultados electorales si pierde la elección. Descarga su racismo supremacista blanco contra la demócrata Kamala Harris, de quien hace mofa del color de su piel para asustar a los votantes con la imagen de una negra en la presidencia si algo malo le ocurriera al blanco Biden. Por su formación de vida como empresario Trump nunca estará en posibilidad intelectual de cumplir su encomienda presidencial de manera distinta al trillado manejo empresarial del Estado: guerras arancelarias, guerras por el petróleo; impulso a la implantación total de las nuevas tecnologías, privatización del sistema de salud, desarrollo de la industria armamentista y aeroespacial, rescates financieros de las grandes empresas y bancos contrastantes con las “ayudas” a la población por la pandemia. Está convencido que si la política no le da la razón, se la dará la fuerza militar que desate contra quienes él llame “narcoterroristas” o “comunistas”.

Como si fuese un karma, la historia de Estados Unidos ha elegido a Donald Trump para ser el encargado de revelar los vicios ocultos de la democracia occidental poniéndola en escaparate a la vista del mundo, para ser analizada y valorada en sus aristas más filosas: la forma de acceso al poder público, la relación de las élites empresariales con los bienes del Estado, y la esclavización del trabajo asalariado. Si los electores lo rechazan en las urnas, él está dispuesto a generar un conflicto legal que llegue a la Suprema Corte donde los republicanos se apresuran a colocar a una mujer conservadora –Amy Coney Barrett- que pueda incidir en un fallo electoral a su favor. En esa línea, no escatima esfuerzos en boicotear y violentar el proceso electoral que ya está en marcha. Con barruntos de violencia civil armada en la elección más ominosa de que los estadunidenses tengan memoria, Trump repite por doquier que se realiza un fraude en su contra y no reconocerá resultados que le sean adversos ni promete traslado pacífico del poder. ¿Cómo es posible que un hombre de las características políticas, culturales y humanas del señor Trump, sea el encargado de dirigir los destinos del pueblo estadunidense y, prácticamente, los del mundo entero? El problema no es para el insípido Biden; es del pueblo estadunidense que mira falta de respeto a su voluntad como nación. ¿Qué democracia es esa donde no se respeta la voluntad del pueblo? Si el imperialismo ha logrado que las oligarquías dominantes hagan de la “democracia” y el “estado de derecho” propiedad privada; los pueblos tienen que construir la democracia que los haga dueños de decidir y regir su destino como sociedad.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 18 de octubre 2020.
José Samuel Porras Rugerio

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