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“Dudo que todos los bienes de este mundo valgan una sola existencia humana” Tomás Moro, Utopía.

La llegada del virus SARS-CoV2 ha propiciado ciertos comportamientos humanos que van modelando una nueva realidad histórica a la que las personas deben adaptarse, aun contra su voluntad, en dos planos: a) aislarse, so pena de contagio y riesgo de perecer; b) adquirir la tecnología y sus avances para efectuar su trabajo y relacionarse con los demás. Dos conductas sociales marcadas directamente por la epidemia y la implantación de la revolución tecnológica, que confluyen en la transformación del modelo de producción social del trabajo asalariado, con las que el capitalismo está jugando sus últimas cartas. La pandemia, desde la OMS y muchos gobiernos, ha tenido un manejo científico médico, político y mediático tan poco escrupuloso que el fenómeno se ha vuelto ininteligible para el grueso de la población que se mira inerme frente al riesgo de contagio y obligada, por necesidad, a adquirir teléfonos, ordenadores, e internet que le permitan en lo inmediato, y con miras a futuro, mantenerse en contacto con su núcleo social y desempeñar trabajo desde casa.

Un mundo donde las relaciones humanas están dominadas por la mercantilización y el obsceno interés por el dinero, invariablemente trae al pensamiento tribulaciones sobre el uso social que del virus y la tecnología están haciendo los grupos económicos dominantes pues, lo que se ve, mientras para los pueblos la pandemia es una desgracia, una moderna peste; para las élites que controlan las riendas políticas y económicas de las sociedades, se ha establecido ya como un fabuloso negocio con ganancias inconmensurables. El ejemplo más grave por la devastación humana, e ilustrativo del mecanismo jurídico que utilizan los gobiernos de corte empresarial para trasladar dinero público a manos privadas en beneficio de las élites, es Estados Unidos.

David Brooks, corresponsal de La Jornada, describe ese contraste: “Entre el 18 de marzo y principios de agosto, la riqueza total de los multimillonarios estadunidenses (aquellos que poseen fortunas mayores a mil millones de dólares) se incrementó en 685 mil millones de dólares…Entre los que más se han beneficiado durante este periodo: Jeff Bezos (Amazon) con un incremento de su riqueza neta de 71 mil millones, Mark Zuckerberg (Facebook) con un incremento de 38 mil millones de su fortuna personal (superó los 100 mil millones en su riqueza personal); Elon Musk (Tesla) con 46 mil millones, y Bill Gates con 14 mil millones…Durante ese periodo, unas 160 mil personas han fallecido por Covid-19 de un total de más de 5 millones de contagiados en Estados Unidos”. (https://www.jornada.com.mx/2020/08/11/mundo/021n1mun).

El mecanismo “legal” puesto en práctica, a fuerza de uso, es simple: “Las severas medidas de restricción impuestas por algunos estados estadunidenses, por el avance del Covid-19, limitaron la actividad económica e hicieron temer un descalabro de las ganancias de empresas; sin embargo, el gobierno y el Congreso actuaron con un vasto plan de apoyo a empresas y hogares, que permitió limitar los daños; además la Reserva Federal (Fed) inyectó miles de millones de dólares a los mercados, a lo que respondieron los índices”, “El índice Standard & Poor’s (S&P) 500 de la Bolsa de Nueva York cerró ayer en un nivel nunca visto, con lo que borró las pérdidas que enfrentaba desde que inició la pandemia de coronavirus, mientras el Nasdaq anotó un nuevo récord, en otra jornada de escalada en Wall Street”.

¿Cuál sería, entonces, el elemento científico indudable que demuestre al mundo que el virus tuvo origen natural y descarte cualquier posibilidad de creación humana para un ataque vírico contra la población? Que la humanidad tenga plena certeza de que sus muertos se fueron por el atraso e incapacidad de la ciencia, y no por pago forzoso de la implantación mundial del negocio tecnológico; que se trató de una muerte natural colectiva, no de un genocidio perpetrado en nuestras narices; que nada tuvo que ver en el surgimiento del virus la industria petroquímica y que fue mera casualidad, o simple coincidencia, que después de la prohibición del uso de las bolsas de plástico y la caída a valor cero del petróleo, con la pandemia, el consumo de los plásticos se hubiera incrementado de manera tan notable; debiendo formar parte de esas coincidencias, que dicha industria trabaje con bacterias genéticamente modificables, que los infectólogos digan que el virus dura más tiempo vivo en los plásticos, y que los principales productores de plásticos son Estados Unidos y la Unión Europea.

Junto con las tecnologías de la información y comunicación, el mundo ha llegado a una etapa de desarrollo donde la industria y el comercio parecían aniquilados por el atorón pandémico; sin embargo, los que mueren pertenecen a la población trabajadora que arriesga la vida frente a la epidemia al desempeñar el trabajo por necesidad de subsistencia, enajenándolo a la élite empresarial que se beneficia y enriquece. Si la sociedad posee demasiada civilización por la ciencia y tecnología, el régimen de propiedad privada hace que esa civilización se concentre en las élites dominantes que han acaparado para sí el conocimiento científico y lo han convertido en acabada expresión de los negocios con la salud, economía política y el trabajo de los pueblos. La desigualdad social convertida en fuente de todos los oprobios para los trabajadores y sus familias generando la crisis social que se ofrece ante nuestros ojos.

¿Cómo vence esta crisis la burguesía? –se preguntaban Marx y Engels en tiempos semejantes en que se notaban los efectos sociales de la revolución industrial- y decían: De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas. (Manifiesto del Partido Comunista). La pérdida de casi un millón de vidas humanas y la destrucción de cientos de miles de pequeñas y medianas empresas representan la moderna destrucción de fuerzas productivas. La conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos, es decir, la globalización, va a cambiar su configuración geopolítica en función de los avances de la revolución tecnológica, guerras comerciales, y de ocupación militar que mantiene Estados Unidos, con China, y los frentes de guerra abiertos en Asia y América Latina bajo la mirada expectante de Rusia. La violencia de la crisis y la disminución de los medios de prevenirla se explica, a decir de Asa Cristina Laurell, en “La búsqueda afanosa de una vacuna contra el Covid-19 se hace en su gran mayoría por las empresas de la poderosa industria farmacéutica, la cual ha sufrido un rápido proceso de concentración durante la última década. Paralelamente, ha disminuido la producción pública de vacunas que antaño se consideraba un elemento básico de la seguridad y soberanía nacionales. En la coyuntura de la actual pandemia, los gobiernos han subsidiado o financiado a los privados, como es el caso de Moderna y el gobierno estadunidense o AstraZeneca en colaboración con la universidad de Oxford. Otra forma de apoyo público a las actividades de la industria farmacéutica es la PREP Act (Public Readiness and Emergency Preparedness Act 2005/2020), que la libera de pagar indemnizaciones si la vacuna tiene efectos secundarios. En todo caso, este costo es asumido por el gobierno de Estados Unidos y por otros gobiernos. Es, pues, otro caso de socialización de las pérdidas y apropiación privada de las ganancias”. (https://www.jornada.com.mx/2020/08/13/ciencias/a03a1cie).

En este contexto, ¿Quién, con certeza, podría afirmar que la tardía y lerda acción del presidente Trump frente a la epidemia obedece exclusivamente a su torpeza intelectual, y no a una encomienda deliberada de la poderosa élite rica de su país dueña de ciencia, tecnología, petroquímica, industria, banca y capital? Si los pueblos llegaran a descubrir que su exterminio es condición esencial de la acumulación del capital, el capitalismo tendrá sus días contados.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 24 de agosto 2020.
José Samuel Porras Rugerio

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