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El discurso influencer argumentalmente zafio sigue caracterizando las posturas públicas del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en Puebla. En afán de mostrar un talante de confrontación a las políticas públicas que se generan desde la federación y el estado, la visceralidad de sus planteamientos no encuentra puntos de sensatez ni siquiera tratándose de la valoración de los efectos perniciosos de una epidemia que ha rebasado las posibilidades científicas del mundo y los trastornos de su relación con la reactivación de las actividades económicas. El desplegado público del pasado 17 de julio titulado: Postura del CCE Puebla y sindicatos de trabajadores con representación en el estado, acredita tales asertos; y el inmediato deslinde que del mismo hicieron tanto la Red Mexicana de Franquicias pidiéndoles “no pasarse de la rayita” con sus pretensiones de reapertura; como la FROC que criticó sus protagonismos, lo corrobora. Estos hechos evidencian que el contenido del desplegado, a pesar de lo que reza su título, no contó con el consenso previo de todos los que aparecen como suscriptores. Una pequeña falta de probidad empresarial.

Al sonoro escribir y decir ¡No somos mártires!, los firmantes buscan colocarse ante la ciudadanía mostrando una civilidad política que fincan en su propia apología: “Como sectores productivos hemos privilegiado la unidad, el diálogo y el respeto hacia las autoridades”; luego, recurren a un lenguaje extraño, ajeno, al sector empresarial que, aderezado con el estribillo influencer “sin polarizar”, deriva en una impostura ensayada: “pedimos que el Gobierno del Estado actúe a la altura de su investidura, sin polarizar a la sociedad, enfocándose en cómo apoyar a los miles de poblanos que viven al día, que han perdido su empleo, y que desafortunadamente carecen de certeza económica y eficiencia gubernamental” (La sintaxis es del CCE). Cual si el empresariado, como clase social, ninguna responsabilidad tuviera en la generación de la pobreza social y en la pérdida de empleos, la cúpula del CCE solo se hace de lado. Qué bien se hubiera oído este discurso, sin necesidad de epidemia, hace dos, cuatro, diez años en que existiendo las condiciones de empobrecimiento y falta de empleo que ahora enérgicamente piden apoyar, en esos ayeres nada dijeron.

No son y nunca lo han sido. La historia del trabajo asalariado registra como mártires únicamente a los trabajadores, no a los empresarios. Chicago en Estados Unidos, y Cananea, Río Blanco, y Pasta de Conchos en México son historias emblemáticas del sacrificio mortal de los trabajadores para dar satisfacción a intereses empresariales. El desplegado en comento no refleja intención alguna de que el modelo de acción que orientó esos hechos históricos cambie en modo alguno. En plenitud de contagio epidémico, marcado con semáforo rojo, azuzan la reactivación económica: “Reafirmamos nuestra postura, trabajar conjuntamente y encontrar el cómo sí: 14 estados aún con semáforo en rojo han comenzado con este proceso de forma segura, ordenada y paulatina, mientras que en Puebla solo se ha buscado el cómo no”.

Para la consecución de su propósito lanzan un ultimátum de cinco puntos: 1.- Respetuosamente pedimos una reunión con sentido de urgencia con el Ejecutivo del Estado para dialogar sobre las afectaciones que se tendrán si se continúa aplazando el inicio de las actividades…2.- Proponemos hacer este último esfuerzo con fecha de vencimiento al 27 de julio del presente año… 3.- Reiteramos la necesidad de que el IMSS impulse e implemente un programa de aplicación de pruebas PCR a trabajadores para lograr una reapertura segura y conocer el panorama que enfrenta Puebla. 4.- Hacer valer íntegramente el decreto sobre el uso de cubrebocas en vía pública. 5.- Una vez alcanzada la fecha límite, permitir reiniciar las actividades de los sectores que no están clasificados como esenciales con aforo reducido, respetando las medidas de higiene para procurar la salud de los trabajadores y consumidores.

El objetivo de la cúpula empresarial es la reapertura de los sectores no esenciales de la economía, es decir, los paralizados que son de su interés económico. Una lectura pausada de los puntos 3, 4 y 5 permite colegir la intención política del comunicado: a) Que el IMSS aplique pruebas a los trabajadores; b) invocan, para cubrirse, del decreto sobre uso de cubre bocas en vía pública; c) hablan, en tercera persona, de aforo reducido y respetar medidas de higiene –que in situ controlan ellos- para “procurar la salud de los trabajadores y consumidores”. Con estas medidas, la cúpula empresarial se dice dispuesta a “trabajar conjuntamente” para demostrarle a los poblanos y al gobierno que los empresarios saben “cómo sí” se puede reactivar la economía “de forma segura, ordenada y paulatina” aun estando el semáforo en rojo.

Estos argumentos reafirman que la desigualdad social, producto del régimen económico asentado en el trabajo asalariado y los mecanismos políticos para su permanencia, es causa directa de los grandes males que aquejan a la sociedad. En las circunstancias de letalidad mostradas por el contagio viral y la propuesta de reactivación de actividades económicas planteadas por el CCE, ¿cuál es el riesgo sanitario que correrían los empresarios? Ninguno. Con adornos retóricos se habla de aplicar pruebas, usar cubre bocas y reactivar la economía de forma segura, ordenada y paulatina sobre una sola base: “procurar la salud de trabajadores y consumidores”. Es decir, reactivación de la economía a condición de descargar todo el peso del riesgo de contagio en trabajadores y consumidores. ¡Qué brillante idea! ¿Cómo es que no se le había ocurrido antes a nadie?

Si la preocupación empresarial por “los miles de poblanos que viven al día, que han perdido su empleo y que desafortunadamente carecen de certeza económica” tuviese visos de sinceridad, tendrían que hacer uso de la memoria para recordar, y poner en tela de juicio, ciertas acciones que pusieron en práctica como clase social en sus relaciones laborales cotidianas cuyo objeto principal fue el abaratamiento de la mano de obra, en las que insistieron hasta que los gobiernos afines las convirtieron en ley. Invalidación de contratos ley, mutilación de contratos colectivos, irrespeto al reparto de utilidades, desmantelamiento del régimen solidario de seguridad social, contención de los salarios mínimos, limitación de salarios vencidos en juicio, hasta llegar al outsourcing que terminó por dibujar de cuerpo entero la moral empresarial. ¿Ninguna de estas medidas contribuyó a crear la situación de pobreza, desempleo e incertidumbre económica que padecen los poblanos? Pasó la fecha fijada del 27 de julio, y la estafeta que portaba el CCE ha sido retomada en idénticos términos por la Canaco. La pandémica realidad confirma lo sabido, que los trabajadores son la clase social que mueve con su esfuerzo cotidiano a la sociedad y su economía. Revalorar su papel social es lo que corresponde y no pretender, de nueva cuenta, su sacrificio.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 30 de julio 2020.
José Samuel Porras Rugerio

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