Precisamente la semana pasada, en este mismo espacio, abordé el tema de los sismos. En mi artículo me preguntaba: ¿qué pasaría si en medio de la pandemia hubiera un sismo de gran magnitud? ¿Estaríamos preparados en Puebla para reaccionar con rapidez y eficacia? ¿Tendríamos listos los protocolos anti Covid en caso de sismo? Pues bien, el martes pasado nos sorprendió un sismo de 7.5 grados de magnitud y la respuesta a estas preguntas se hizo evidente: no, no estábamos preparados, y tampoco teníamos listos los protocolos anti Covid.
El pánico le ganó a la sana distancia. A muchos no les dio tiempo de ponerse cubrebocas, pero tampoco hubo quién se los repartiera en la calle. Tampoco se aplicaron medidas preventivas de contagio durante el retorno de la gente a sus lugares de trabajo. No hubo filtros de control ni protocolos de higiene previamente definidos. En medio de la sorpresa y el susto, nadie se acordó que estamos en plena pandemia, y que, en Puebla, estamos en la etapa de mayor contagio.
Afortunadamente, según los primeros reportes, en nuestro estado el sismo solo causó algunos daños materiales de poca consideración. Pero nos queda claro que, si su impacto hubiera sido mayor, a estas alturas tendríamos los albergues llenos de damnificados y estaríamos improvisando algunas medidas de distanciamiento e higiene, como de hecho está ocurriendo en Oaxaca, donde mucha gente que ha tenido que dejar su vivienda, ahora enfrenta el riesgo de contagio debido a la falta de protocolos sanitarios.
De nuevo la pregunta: ¿Estamos preparados para la temporada de lluvias? ¿Ya tenemos listos los programas preventivos de vigilancia de laderas y áreas de riesgo, así como el mapeo de viviendas en peligro debido a su cercanía con cerros? Y lo más importante: ¿Ya actualizamos los protocolos anti Covid en caso de emergencia hidrometeorológica?
Recordemos que el Servicio Meteorológico Nacional y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), han pronosticado que, en esta temporada de lluvias, más de 30 ciclones tropicales afectarán nuestro territorio entre junio y noviembre de este año, y que, en Puebla, existen al menos 133 municipios vulnerables a este tipo de fenómenos, sobre todo en las regiones de la Sierra Norte y Nororiental, donde se conjuntan los 4 principales riesgos por concurrencia de fenómenos hidrometereológicos, que son: los deslizamientos, derrumbes, granizadas e inundaciones.
Es urgente que la población conozca los riesgos hidrometeorológicos que enfrenta en su comunidad. No olvidemos que el año pasado, a principios de junio se registraron dos deslaves en Teziutlán como consecuencia de la depresión tropical “Cristóbal”. A finales de ese mismo mes, en Izúcar de Matamoros hubo que desalojar a varias familias por la crecida del río Nexapa. Posteriormente, en julio, siete personas perdieron la vida por otro deslave en Santo Tomás Chautla aquí en la capital, derivado de las fuertes lluvias. Todavía en noviembre tuvimos otro deslave en la Sierra Negra de Puebla.
Tal y como lo expuse en el punto de acuerdo que presenté en la cámara de Diputados, justo el viernes pasado, es urgente que los gobiernos estatales y municipales, actualicen y refuercen los esquemas de actuación en caso de desastre hidrometeorológico considerando el factor Covid. Porque lo peor que nos puede pasar en estos momentos de crisis sanitaria, es no saber qué hacer en caso de desastre por lluvia, inundación o deslave, para proteger a la población del virus y evitar mayores contagios.
Como sociedad, pero sobre todo como gobierno, tenemos que estar un paso adelante del siguiente desastre natural. Y para ello, como lo he dicho una y otra vez, la palabra clave es: prevención. Aspirar a una protección civil de vanguardia exige una adecuada coordinación entre autoridades y una estrecha comunicación con una sociedad civil bien organizada e informada. No esperemos hasta que ocurra la siguiente tragedia para estar preparados. ¡Actuemos ya!
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