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La propagación del virus y su estela de muerte demuestran que economía fuerte y poderío militar no son sinónimos ni presupuestos lógicos, de ciencia útil y bienestar para la población. La sociedad estadunidense edificada sobre una economía que se asienta en el trabajo asalariado –con sobrexplotación del de minorías raciales y migrantes-, el predominio de la propiedad privada en todos los ámbitos de la vida social, y la dominación de un aparato burocrático institucional que resguarda el modelo económico, la autoridad del jefe de estado, la guerra exterior, y la imagen de una fuerte aplicación de la ley hacia los sectores pobres de la población sirviendo de velo para ocultar los grandes negocios de los hombres blancos que controlan la economía política; es ejemplo vivo de aquello.

El acontecer diario de Estados Unidos (EU) está exhibiendo el desplome del esquema estructural de su economía imperial y los mecanismos de estado que la habían sostenido. Esa caída se intenta amortiguar desangrando a su propia sociedad y generando conflictos bélicos al exterior. Tres características del presidente Trump atraen el respaldo que le brindan las élites multimillonarias, los republicanos, y sus seguidores: a) es empresario; b) poseedor (con ambición) de riqueza; y c) su deshonestidad política; son, las características distintivas de la absoluta mayoría de poderes fácticos; las que los hacen facción al reunir, en un reducido grupo de individuos, el poder económico y político del país. Garantizan que el jefe de estado, a cambio de ser arropado para obtener el cargo, sea obediente y disciplinado con las directrices que en el ejercicio del poder marcan sus poderosos tutores. La pandemia y su manejo gubernamental acreditan palmariamente que la institucionalidad del estado ha sido movida por el señor Trump con visión empresarial en favor de su facción, y en contra de la población.

La estructura económica es heredada. Que la ciencia y tecnología estén orientadas a la manutención del predominio político, militar, y los grandes negocios, en perjuicio de la salud de la población, no le es atribuible; ni tampoco que la infraestructura hospitalaria estatal sea insuficiente para atender la necesidad pandémica. Fueron decisiones de estado que lo superan. Pero las determinaciones, acciones, omisiones y actitudes políticas con las que ha salido a enfrentar el problema sanitario, su letalidad, y consecuencias económicas; son de exclusiva responsabilidad atribuible a él y su gobierno.

El manejo empresarial del estado reduce la visión del ejercicio del poder público a su instrumentalización como herramienta de negocio para las élites económicas; en esa visión, el resto de la población queda confinada en las categorías de sirvientes, consumidores y desechables. La reiterada negación de responsabilidad política por el mal manejo institucional de la epidemia, siendo Trump el jefe de estado, es resultado lógico de su condición previa de empresario de espectáculos, su egolatría, estrecha visión del poder político, hombre blanco, y un sentimiento imperial de que EU es el dueño de la democracia y el orden mundial. Los recientes señalamientos de Noam Chomsky son demoledores: “En cuanto Trump llegó al gobierno lo primero que hizo fue desmantelar toda la maquinaria de prevención de pandemias, eliminar financiamiento a los Centros para el Control de Enfermedades (la mayor institución gubernamental de salud pública del país), cancelar programas que trabajaban con científicos chinos para identificar potenciales virus… Esta es una sociedad privatizada, muy rica, con enormes ventajas (…) pero dominada por el control privado. No hay un sistema de salud universal (…) absolutamente crucial ahora. Es el máximo sistema neoliberal”. (La Jornada, 26/5/20).

Visto así, el manejo y resultados de la pandemia adquieren una dimensión macabra propia del capitalismo salvaje. Sobre la cabeza de Trump penden los señalamientos directos de que podría haberse evitado el 83% de las muertes, si su gobierno hubiera dictado las medidas de distanciamiento social desde el uno de marzo, y no dos semanas después; y, de generar 38.6 millones de desempleados en nueve semanas. Por supuesto, los niega. Cinco hechos van a configurar el futuro inmediato de EU, su capitalismo, y su gobierno: a) el dolor social por las más de cien mil muertes; b) la aplicación discriminatoria del “rescate” económico; c) el informe económico de que los multimillonarios estadunidenses incrementaron sus fortunas en 434 mil millones de dólares en apenas sesenta días de aislamiento social; d) el belicismo comercial y militar contra otros países; y, e) la batalla de Minneapolis.

La crítica por la alta mortalidad acusa a Trump de laissez faire al virus, y laissez passez al tiempo. El rescate económico discriminó entre las ayudas millonarias a grandes empresas, y la del estadunidense común que recibe mil doscientos dólares. El panorama económico es desolador, pero no para todos: “Según el nuevo informe del Institute for Policy Studies y Americans for Tax Fairness, el valor neto de los poco más de 600 multimillonarios estadunidenses se incrementó en 15 por ciento en ese plazo, llegando a un total de 3.382 billones de dólares, con los cinco multimillonarios más ricos: Jeff Bezos, de Amazon; Bill Gates, de Microsoft; Mark Zuckerberg, de Facebook; Warren Buffett y Larry Ellison con los mayores incrementos”. (La Jornada, 25/5/20).

Junto al probable genocidio y el desempleo de casi 40 millones de trabajadores se alzan burlonas, agraviantes, miserables, las fortunas de la élite empresarial; especialmente, las de hombres conocidos por sus negocios con las nuevas tecnologías en el mundo cuya tendencia apunta, exactamente, en el sentido de “quédate en casa” para trabajar, estudiar, y consumir. Daría impresión que la pandemia y sus efectos, letales y económicos, se asocian indisolublemente con la expansión del capital de las grandes corporaciones para dar otra vuelta de tuerca al proceso de concentración de capital que con holgura domina este grupo de poderosos magnates, expresión viva del tecnocapitalismo.

Trump ha vaciado las arcas públicas con el rescate económico y, para resarcir esos fondos, opta por emprender guerras predatorias. De degradada moralidad, advenedizo en las lides de conducción política, y sabedor del poderío militar que le respalda, cree que otros mandatarios deben poner pueblos y territorios a disposición de lo que su voluntad mande. Guerra comercial con China; intento de invasión en Venezuela; amenaza de ataque militar a Irán; confiscación de bienes ajenos; imposición de aranceles; tratar de extender jurisdicción hacia Cuba, son algunos ejemplos. Dice que: “EU está en la transición de regreso a la grandeza”. Sin embargo, un hecho inesperado, el asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco, ha desatado el “ya basta” racial de Minneapolis. Su visión empresarial y el supremacismo blanco le hacen decirse presidente de “la ley y el orden”; acusar a quienes protestan contra la violencia policial de “revoltosos”, “terroristas de izquierda”; y ordenar la represión ciudadana con Guardia Nacional y Ejercito. El manejo empresarial del estado conduce indefectiblemente a la dictadura del capital sobre la población. Las evidencias indican que el fascismo del siglo XXI se instala en la Casa Blanca, conduce los destinos de EU, y con el Pentágono insiste en mangonear al mundo. Los pueblos tienen la palabra.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 4 de junio 2020.
José Samuel Porras Rugerio

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