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La inconsciencia de que somos parte del todo nos hace olvidar que la humanidad es una gran red de vida y que la realidad que vivimos es el resultado del pensamiento colectivo con referencia a nosotros.

La conciencia va más allá de las divisiones humanas y te hace sabedor que independientemente de los estereotipos sociales fabricados por la mente humana, tu perteneces a un todo, a una totalidad. En el lenguaje cristiano, religión que la mayoría profesa, sería algo así como “todos somos hijos de Dios”.

De esta manera todo o todos estamos interconectados y somos responsables de la realidad en la que vivimos. El problema es que somos una sociedad egoísta, y dicho egoísmo, no nos permite estar conscientes de dicha responsabilidad.

Cabe señalar que generalmente cuando se huye de una responsabilidad, la huida se origina desde el miedo, egoísmo, desidia y flojera, todo esto en suma caracterizan a una sociedad actual narcisista, es decir, que renuncia a ser parte del todo para convertirse según el en el todo.

Por ello, es necesario desarrollar la conciencia del ser, pues cada persona que la desarrolle vivirá la vida desapegada de sus condicionamientos mentales y emocionales. La liberación de dichas ataduras del aprendizaje comienza con el desaprendizaje. Estar consciente o despierto, como lo he pronunciado en escritos anteriores, no sólo nos permite saber, también nos permite comprender lo que sabemos y eso no es otra cosa más que ver más allá de lo que vemos en primera instancia.

Este proceso dual, tan sencillo como complejo, nos permite acceder a otro conocimiento. Un conocimiento que no está disponible para todos, más que para aquél que está dispuesto a dar ese paso de más. Quien lo decide hacer, estará con la posibilidad de vivir una circunstancia que le permite poner en duda aquello que se sabe y la forma en que se ha aprendido y asimilado.

De esta manera se experimenta un mecanismo crítico de autorreflexión que nos permite interrogar las formas habituales y tradicionales de pensar, y del por qué actuamos de determinada manera ante ciertas ocasiones especiales o habituales.

Pareciera que en el imaginario colectivo está latente la idea de que estamos en un momento crítico y delicado de la humanidad, pero se queda en el imaginario, no va más allá, no pasa al territorio del análisis y la reflexión, por tanto, vivimos en una circunstancia dual, experimentando una sociedad polarizada en escenarios reales y virtuales, con motivos y bases de su discusión y lucha, tan reales en su cotidianidad como virtuales en su trascendencia.

Olvidamos que la humanidad es una gran red de vida y que la realidad que vivimos es el resultado del pensamiento colectivo, porque dicho pensamiento vibra y la vibración crea un impacto en el entorno, resultado de la frecuencia generada. No obstante, de manera individual puedes decidir de qué manera vivir, cambiar tu vibración y así tu frecuencia coincida con una continuidad de paz o de guerra, de calma o alteración, etc. A esto le llamamos: Libre Albedrío.

Seguramente hemos escuchado y más aún actuado conforme a nuestro Libre Albedrío. En esto ultimo déjame decirte que tengo mis dudas. Ya entendemos que la elección es la causa y los efectos son la realidad en la que vives. Por tanto, si en la cotidianidad de la vida lo que se percibe es miedo, ira, inseguridad, enfermedad, agotamiento, deslealtad, odio, estrés y demás, entonces déjame decirte que solo en apariencia tú y nosotros hemos decidido conforme a nuestro Libre Albedrío.

En realidad, esta sociedad durante mucho años y siglos, sus pensamientos y acciones han sido inducidas por la presión social y los intereses de los grupos en el poder. La situación en la que hoy estamos es solo el resultado de la complicidad involuntaria y voluntaria de la suma de acciones buenas o malas, de un determinado y distintos grupos humanos.

En realidad, el Libre Albedrío está condicionado y cuartado a escoger solo en un par de opciones enseñadas, fruto de las distintas creencias religiosas, a lo largo y ancho de la historia en los distintos puntos del planeta: el bien y el mal.

El conocimiento del bien y del mal es lo que define lo que la conciencia crea y cómo interpreta lo creado, de esta manera puedes vibrar en positivo o negativo. Hay personas que son optimistas o negativas independientemente de la condición en la que se encuentren. La diferencia es simplemente la manera en que cada persona decide interpretar y vivir su vida. Hay personas que tienen todo para hacer determinada cosa, pero no lo hacen porque son pesimistas y hay otras que no teniendo nada para hacerlo, buscan las formas y lo hacen, porque son optimistas.

Aquí regreso a la forma que concibo el todo. Cuando tú eres optimista, vibras en positivo, en frecuencias altas, en ese momento te anclas al todo, porque reconoces que para alcanzar tus objetivos necesitas de otras cosas u otras personas y entonces sumas ideas, sumas esfuerzos para hacer. Por el contrario, cuando vibras en negativo, en frecuencias bajas, te aíslas, no te expandes, te contraes y buscas, si es que buscas a tus iguales.

En realidad, el problema de la humanidad en este momento no es que se encuentre en lado negativo o positivo de la vida, es que se encuentra en un estado hibrido, de shock y de inmovilidad, que no le permite estar o ser ni de aquí ni de allá.

Malos, muy malos hay pocos. Buenos, muy buenos, también hay pocos, lo que abunda son los indecisos, los perdidos, los dormidos y esos en su ignorancia, no saben que abonan a los malos, a los responsables que este mudo sea un caos.

Nuestros Libre Albedrío ha sido limitado a creer que existe, nuestra capacidad de elegir como queremos reaccionar en cada momento de nuestras vidas está sometida a los intereses de unos cuantos. Sin embargo, el Libre Albedrío es un derecho divino de manifestación creadora que existe en cada ser. Nos han enseñado a que la búsqueda divina es externa, hacia arriba ¡pero no!

La búsqueda primera es interna, por ende, es hacia adentro. Lo divino está ahí y se expande sin dirección, sólo alrededor. Arriba o abajo es limitado, los de la izquierda o los de la derecha es litado también. Lo divino se expande y abarca a todos lados, por ello cuando alcanzas cierto nivel de conciencia, sabes y comprendes que eres nada y eres todo en la totalidad del mínimo o máximo espacio, así como lo diminuto de los planetas o galaxias en el infinito espacio del universo. ¿Entiendes la Analogía?

De esta manera tu conciencia y tu vibración determinan la realidad en la que vives. Es por resonancia que las melodías se crean, es por atracción que las cosas suceden. Las personas se agrupan así mismas de acuerdo a la manera en la que resuenan, esto despliega la unidad, y la unidad es la manifestación del poder de la creación divina en lo material y en lo humano.

Sin unidad, no hay conjunción e interacción de los elementos, por ende, no hay atracción, no hay coincidencias, no hay el Big Bang de las ideas y las acciones, entonces no hay expansión, no hay trascendencia.

Nada está separado, todo está unido, aun lo que nuestros ojos no alcanzan a ver o nuestras manos tocar, no importa, sabes que está ahí y es parte de nosotros, por ello tienes la capacidad de respetar el espacio del ausente, no robas a pesar del alejamiento del dueño, no hablas mal de nadie, aunque no te escuchen y ayudas aunque el beneficiario no se entere que fuiste tú.

La conciencia divina no espera porque sabe que todo ya está hecho, sabe que todo es lo mismo y que si ayuda él se ayuda, si roba él se roba. La conciencia divina es el entendimiento de la unidad, la unidad es la puerta de la armonía y la armonía es el movimiento perfecto para que todo funcione en tiempo y forma.

Tu cerebro, tu cuerpo en sí es armonioso, todo el tiempo se mueve. No pares, no te desapartes de tu tiempo, no dejes de ser tú. Descansa cuando duermes, ocúpate cuando estés despierto, reflexiona cuando estés en calma, comparte cuando no estés solo, valora cuando lo estés, fluye con el todo y la nada, eso es la totalidad y la totalidad eres tú, soy yo, son ellos, somos todos.

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