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Fracasan Guardia y abrazos; vuelven los militares

Salvador García Soto en su columna Serpientes y Escaleras, publicada en El Universal, indica que el viraje del presidente López Obrador de volver a sacar a los militares a las calles, para que otra vez se hagan cargo de la inseguridad y la violencia provocadas por la delincuencia organizada, puede leerse de varias formas y obedecer a muy distintas circunstancias: la crisis económica y social del Covid-19 será más fuerte que ninguna y hay riesgos de inestabilidad social; la Guardia Nacional no funcionó ni maduró en 11 meses; la estrategia de “abrazos no balazos” fue una pésima ocurrencia; el narco se desbordó ante la ausencia del Estado y Estados Unidos presionó para volver a combatirlos.

Pero en cualquiera de las explicaciones todas, inevitablemente, conectan con dos palabras que definen la estrategia de seguridad federal de la 4T: incongruencia y fracaso.

Incongruente porque después de pasar años criticando y condenando la fallida y sanguinaria militarización del presidente Felipe Calderón a la seguridad pública, que le costó al país 121 mil mexicanos muertos en su “guerra contra el narco”, el presidente López Obrador hoy ordena que las fuerzas armadas del país, el Ejército y la Marina, salgan de nuevo a encargarse de la seguridad pública, con el argumento de que su Guardia Nacional no ha logrado consolidar su estructura, a pesar de que le inyectó 87 mil 200 millones de pesos en menos de un año –17 mil 200 millones en su arranque en 2019 y 70 mil millones este año– y de que se trata de una militarización “extraordinaria”.

Tanto atacar a Calderón y a Peña Nieto, no sin razón, por sus fallidas estrategias militarizadas que le costaron al país cerca de 250 mil asesinatos violentos, para que al final Andrés Manuel recurra exactamente a la misma vía militar.

Solo que ahora el Presidente ordena la militarización de la seguridad con un componente adicional a la violencia desbordada y a la ausencia de Estado, que en su momento esgrimieron los dos expresidentes: la posible inestabilidad social por protestas y aumento de la delincuencia que puede traer la profunda crisis a la que se encamina el país. ¿Se está preparando López Obrador para un país donde los desempleados, y los inconformes con las pérdidas de todo tipo que les dejará el Covid-19 encuentren como freno el manotazo militar?

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Oscuridades de Calderón y García Luna

Julio Hernández López en su columna Astillero, publicada en La Jornada de San Luis, señala que el subsecretario de asuntos jurídicos y derechos humanos de la Secretaría de Gobernación, Felipe Zamora Castro, había escuchado con especial atención en 2011, durante la administración que tenía a Felipe Calderón Hinojosa al frente, las quejas y denuncias de la escritora argentina Olga Wornat y de su asistente en investigaciones periodísticas, Edgar Monroy, quienes habían recibido amenazas, seguimientos, intervención de aparatos telefónicos, intentos de “accidente” y otras formas de presión para impedir que se publicara en la editorial Planeta el libro “Felipe, el oscuro”, referente a diversas facetas críticas de Felipe Calderón Hinojosa, entonces ocupante de Los Pinos.

Tan atento estaba Zamora Castro a los peligrosos sucesos criminales que se habían desatado en torno a Wornat y Monroy que el 10 de noviembre de 2011, ya con la escritora argentina fuera del país, contactó por teléfono al asistente investigador, Monroy, para que platicara del caso con José Francisco Blake Mora, quien había sustituido en la secretaría de Gobernación a Fernando Gómez-Mont Urueta. “El secretario Blake está enterado de toda la situación y él quiere platicar personalmente contigo”, le dijo el subsecretario Zamora a Édgar Monroy.

La invitación era para que, al otro día, viajara con Blake en helicóptero a una gira por Morelos, en espera de ciertos tiempos libres en los que ambos pudieran hablar de las amenazas y presiones que los periodistas nunca dudaron en adjudicar al poderoso secretario de seguridad pública de aquella fecha, Genaro García Luna. Cuando ya iba Monroy al Campo Marte, para el despegue del vuelo, el subsecretario Zamora le dijo al periodista que su lugar sería ocupado de última hora por un elemento del Estado Mayor Presidencial, pero que la conversación con el secretario Blake se realizaría ese mismo día, por la noche, en la Ciudad de México. Ese mismo día, el helicóptero en mención cayó y produjo la muerte del secretario Blake, del subsecretario Zamora y de seis servidores públicos más, cuatro de ellos militares.

Ese mismo día, Édgar Monroy decidió salir del país. Ya antes lo había tratado de embestir una camioneta blanca en una calle cercana a su casa, su celular se activaba aunque él lo apagara, recibía correos electrónicos amenazantes y llamadas telefónicas de madrugada para decirle que lo iban a matar a él y su familia.

Aseguran Wornat y Monroy que avisaron a Roberto Gil Zuarth, secretario particular de Calderón y a la influyente coordinadora de comunicación social, Alejandra Sota. Nada se hizo. Monroy vivió episodios dignos de una novela negra para salir del país y fuera de este, con policías ederales amenazándolo en el aeropuerto capitalino en “un cuartito” antes de volar rumbo a Praga e incluso ya con Calderón y García Luna fuera de Los Pinos, en 2013, cuando volvió a México.

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La saliva que detuvo el mundo

Fabrizio Mejía Madrid en su columna Tiempo Fuera, publicada en Proceso, indica que el Pentágono dio a conocer unos videos filmados por sus aviones de guerra en 2004 y 2015 en los que se muestran objetos que se mueven a gran velocidad. No podía ser mejor momento hoy que parecen enfrentadas dos posturas sobre el planeta: arreglar nuestra relación con ella, la Tierra, o esperar a que pase la epidemia y reanudar acaso con más ahínco lo que nos llevó hasta aquí. Unos quisiéramos quedarnos de una mejor forma en el planeta; los otros estarían dispuestos a arruinarlo y, luego, mudarse a Marte.

A contracorriente de las imágenes borrosas de los ovnis, ha circulado un texto del filósofo de la ciencia Bruno Latour, quien define la pandemia en dos aspectos. Primero, no la considera una crisis, es decir, algo pasajero, sino una “mutación ecológica” de la que no podremos salir de la misma forma en que entramos, a ciegas. Lo que la epidemia cuestiona con fuerza –la alimentación industrializada, el hacinamiento en los transportes públicos, la avaricia que no le permite a los obreros cuidarse, los medios de comunicación como garantes de la verdad, los sistemas de salud privatizados, la medicina como mercancía–, desmintió también la idea neoliberal de que la economía no puede detenerse. La forma en que Latour lo describe es impresionante si nos detenemos en ella: las gotas de nuestra saliva son las más eficaces globalizadoras y su pronosticada carga viral bastó para paralizar lo que nos habían dicho que era imparable: la industria corporativa, el comercio de containers, las emisiones de bióxido de carbono. La saliva detuvo al mundo.

La interrupción de la globalización es un momento para replantear, como escribe Latour, no sólo la redistribución de la riqueza, sino de la producción misma; es decir de lo que es fructífero para los más y para el planeta. Si pudiéramos discutirlo desde la sana distancia –que puede ser mental también–, quizá no salvaríamos necesariamente lo productivo, -sino muchas de las acciones humanas que no guardan relación con el rendimiento. La creación que no germina en pilas de -dinero.

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La columna Frentes Políticos, publicada en Excélsior, señala que 1. El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca. El día de ayer se publicó en el Diario Oficial de la Federación que se garantiza el uso del Ejército en materia de seguridad hasta el 2024, es una medida que genera tranquilidad a muchos ciudadanos en el país, ver a nuestras Fuerzas Armadas en nuestras colonias hace sentir a la población segura. Ojalá, hoy, aquellas voces de Morena, como la de Tatiana Clouthier, que en sus redes sociales no se ha cansado de criticar el uso de militares en tareas de seguridad; así como la de la expresidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, que criticó siempre el uso de la fuerza castrense en las calles culpando al gobierno en turno de militarizar el país, y qué decir de Mario Delgado, coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, la lista podría ser interminable, reculen en su cerrazón, pues la ciudadanía tiene una demanda de mucho tiempo que se llama seguridad y el Presidente la entiende, pero ellos no.

2. Mal y de malas. Jaime Bonilla, gobernador de Baja California, por la mañana se vio muy animoso y hasta de muy excelente humor, no esperaba un dictamen que anulara la ley que ampliaba a cinco años su mandato como gobernador. Por la tarde, una vez emitida la resolución, se le vio en una terraza distraído, pero fue hasta que los medios le hicieron señales que los recibió. Y entonces empezó a desahogarse, que respetaba la decisión, pero no la compartía. Y hasta dijo que el PAN no volvería a Baja California. Lo que parece interesante es que, con tanta virulencia y enojo que ahora tiene, seguramente iniciará una cacería de brujas sin ton ni son.

3. Problemas. Y donde siguen dándose problemas por casos del COVID-19 es en Morelos, pues se dio a conocer que, al menos, cinco empleados de la residencia geriátrica Eishel Nuestro Hogar, AC, tienen coronavirus, pero el peor de los casos es que son asintomáticos, por el momento ya aislaron a las personas y ya tienen los debidos cuidados, pero lo que resalta —sí, una vez más— es la ausencia del gobernador Cuauhtémoc Blanco, que no se le ve por ninguna parte. Y eso que, como se sabe, la pandemia le ha dado con tubo a los habitantes de Morelos, y las medidas de prevención por parte del gobierno estatal nada más no se ven.

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