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Con buena fe hubiera podido pensarse que la llegada del novel coronavirus y su estela de mortandad humana sería un problema de sólo dos caras: incapacidad de la ciencia y crisis de salud social. Su carácter pandémico habría hecho que el mundo actuara de un mismo modo: superar pronto la primera y aminorar efectos de la segunda. El problema grave se presenta cuando la atención y cuidado para evitar el contagio afectan la economía porque, entonces, se desata el pandemonio. Las disputas por la economía establecida en cada país y el dinero público que manejan los Estados, dan origen a luchas políticas de distintas intensidades que la globalización interrelaciona debido a la presencia transnacional del capital monopólico dominante aliado con el capital nacional, subordinado a aquél, que controla o disputa –dependiendo de las circunstancias específicas en cada país- el poder del Estado. Así, el nanobichito pasó de ser un problema de salud, a generador de problemas políticos que lo han convertido en un ente político pasivo sujeto a todas las disputas que su presencia provoca.

Los que parecían objetivos originales –superar ignorancia y detener mortandad- fueron relegados a último lugar por las disputas ideológicas y de poder político y económico que la relación de las clases sociales con la economía suscita en cada sociedad infectada. La pandemia está haciendo crujir las estructuras del modelo económico basado en el trabajo asalariado y la organización social edificada sobre él, por las terribles desigualdades económicas y sociales que genera el binomio: producción social del trabajo y apropiación privada de la ganancia. El nanobichito hace patentes las abismales diferencias económicas existentes entre las clases sociales para enfrentar sus efectos en la salud y los que trascenderán en el desempeño cotidiano de su vida antes, durante y después de la estancia en el confinamiento obligado.

Hasta ahora los países con índices de mayor contagio pertenecen al “primer mundo”, con economías poderosas: Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido, Alemania, Federación Rusa, Francia, según el orden en cifras que da la OMS; repúblicas y monarquías bajo dominio político de oligarquías y plutocracias que, pese a sus enormes riquezas materiales, dan impresión de inermes a la llegada y propagación del virus. Una previsión científico social formulada hace 170 años, dice: “Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie; diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso ¿por qué? porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen burgués de la propiedad; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”. (Manifiesto del Partido Comunista).

Si esta prospectiva la trajésemos a la contemporánea “globalización” de la economía, quizá, conduciría a preguntar si la pandemia es únicamente un problema de ignorancia en materia de biogenética viral, o si en realidad refleja mecanismos de guerra comercial para la conquista de nuevos mercados en el mundo; donde la revolución de las TIC’s es el origen de la “epidemia de la superproducción” que no encuentra salida en los mercados para ser colocada, debido al brutal empobrecimiento de grandes capas de la población que viven de su trabajo sin conseguir hacer suficiente mercado. Un trabajo que los dueños del dinero –en contubernio con los Estados- colocaron en la precariedad para lograr competitividad de los precios de sus mercancías en el mercado nacional e internacional, e incrementar sus niveles de ganancia. La inaceptable cantidad de defunciones y despidos habidos en esos países desarrollados representa, literalmente, la más tenebrosa y genocida destrucción “obligada” de una masa de fuerzas productivas; y, los ataques directos a la OMS en medio de la pandemia, son expresión cruel de la disminución de medidas para prevenir la extensa y violenta crisis que se atribuye al SARS.

Una ríspida disputa política, tecnológica y comercial entre Estados Unidos (EU) y China crecía, previa a la llegada del virus; EU acusa a China de su creación en laboratorio con propósitos de guerra comercial; China revira que tal acusación busca desviar la atención del pueblo estadunidense de las incapacidades políticas de su gobierno. China aceptó de inmediato la ayuda científica de Cuba para detener su epidemia. EU, por motivos políticos e ideológicos, se dedicó a denostar la ayuda humanitaria cubana. China parece haber superado el problema; EU está haciendo de la previsión del índice de letalidad del virus, una provisión congruente de muertos. Solo EU justifica con la epidemia, la traslación de billones y billones de dólares del erario a manos privadas bajo el esquema de “rescate de las grandes empresas”. La economía de China, con menos de 5 mil defunciones, parece no sufrir afectaciones de consideración.

Tal vez no pueda saberse si el nanobichito llegó a desatar una crisis humanitaria, o si fue traído para resolver una crisis comercial del capitalismo global para generar, a propósito, una marea de despidos y defunciones. Las actitudes políticas dicen mucho. El presidente Trump predice vacuna para fin de año, se da tiempo para sostener conflictos con varios países, y advertir que “México está experimentando problemas de coronavirus muy grandes”; el londinense Financial Times ve catástrofe humanitaria en Venezuela con nueve decesos, pero no en Reino Unido con casi 29 mil. Estas posturas acreditan que el problema del virus no está siendo visto por los hombres del poder y el dinero como humanitario sino, esencialmente, de dominación geopolítica; es decir, de conquista de nuevos mercados y explotación más intensa de los antiguos. Si el diseño político, económico y social del capitalismo mundial basa su permanencia como formación económica en la destrucción periódica de fuerzas productivas para superar sus crisis comerciales y vemos la tragedia con la Covid19, ¿qué harán los pueblos en prevención de la Covid20, 21 y posteriores?

Heroica Puebla de Zaragoza, a 5 de mayo 2020.
José Samuel Porras Rugerio

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