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En los últimos años nos habíamos acostumbrado a observar la indiferencia de los jóvenes con la política, podríamos decir que parecían entes en estado vegetativo sin involucrarse en las luchas y demandas sociales, nuestros jóvenes lucían desenganchados y escépticos de la vida pública.

Y cómo no iban a estar desenganchados y escépticos, sí la clase política que encumbró castas de diferentes partidos les mostraba sólo la cara mala y desgastada, aquella que perdió la credibilidad y acabó por denostar la acción política; pues ésta última, se convirtió solamente en el medio para mantener canonjías y privilegios de los políticos encumbrados; así cualquiera se decepcionaría de incursionar en la política.

Parecían lejanos aquellos tiempos de la actividad política y social universitaria, que terminó por tirar a tres gobernadores poblanos: Antonio Nava Castillo, Rafael Moreno Valle y Gonzalo Bautista, estos gobernantes que fueron el ocaso del avilacamachismo y que tenían de pelos parados al Secretario de Gobernación; Luis Echeverría, los tres tenían algo en común, su incapacidad al diálogo y la confrontación contra los estudiantes universitarios poblanos.

No debemos olvidar que una confrontación en los pasillos del edificio Carolino ante el Gobernador Nava Castillo quien acudía a dar la apertura de cursos del año 1964 fue el origen de la debacle del Gobierno Estatal que detonó la confrontación de los entonces Fuas y Carolos, la falta de oficio político terminó por ser el derrotero de la renuncia del Gobernador. Tampoco podemos olvidar el capítulo vergonzoso de la historia poblana cuando Gonzalo Bautista fue señalado de la muerte de Joel Arriaga y Enrique Cabrera Barroso en 1972, lo que terminó con el asalto del Carolino el primero de mayo de 1973.

Sin lugar a duda, la fuerza y energía de los estudiantes, ha protagonizado y liderado procesos de cambio a lo largo de la historia de Puebla. Idealismo, audacia, creatividad y espíritu crítico son características que los definen.

Después de las lamentables pérdidas de los estudiantes de Medicina de la BUAP y la UPAEP, quienes asistían al Carnaval de Huejotzingo en este año 2020, ocasionaron que la comunidad universitaria en pleno, estallara en rabia, furia e indignación pues no eran los primero universitarios que perdieron la vida por la inseguridad que ha crecido en Puebla, muchos jóvenes han sido rehenes recientemente por la delincuencia con asaltos en la inmediaciones de sus campus universitarios, así como en el trasporte público, y no dudaron en levantar la voz al unísono para exigir poner un alto.

Así fue que, el 25 de febrero terminó por germinar la indignación, aquella que movió el dolor a la acción política donde el principal reclamo de la juventud era la viabilidad de su futuro personal y profesional, para que nunca más fuera truncado por la delincuencia. Y, así los alumnos de la BUAP y la UPAEP, terminaron por olvidar aquella confrontación de los pasillos del Salón Barroco que los dividieron hace 56 años, donde la ideología originaria culminó por desdibujarse para enfrentar una causa común, mantener su vida a salvo y la de sus compañeros.

Aquellos desenganchados de la política se engancharon y nos dieron un ejemplo de vida y lucha pública, despertaron y se hicieron presentes.

Este movimiento estudiantil no dista mucho de aquellos que han transcurrido en la historia, pues se observa que buscan cambiar las estructuras, lograr cambios institucionales. Los estudiantes poblanos se han vuelto catalizador y agentes activos del descontento social, pero no podemos olvidar que un movimiento es únicamente estudiantil si su objetivo es la educación y todo aquello que les garantice dicho fin.

Preparémonos para ver en días subsecuentes que los universitarios generaran espacios y bastión para la libertad y la crítica; incluso bajo el esquema de control político que está conformando la transformación de cuarta. Estemos listos pues los jóvenes forzarán a la clase política a confrontar diferentes líneas de pensamiento para crear polémica y estimular la razón.

Hoy vemos que los estudiantes evitan los medios institucionales de expresión. Sus formas de lucha se encuadran dentro de la acción directa, que no necesariamente es violenta como lo han demostrado: llamarán a manifestaciones si les incumplen lo acordado con Barbosa, bloquearán vías de comunicación, inundarán las redes sociales y podrán en práctica actos de resistencia pasiva como la ocupación de espacios públicos. Esta espontaneidad para organizarse es su fuerza, pero también su debilidad: una vez disipada la euforia, las ilusiones se evaporan y el movimiento decae. Su aporte es real y no reside en su permanencia y estatismo, sino en su capacidad para provocar transformaciones y ser el germen de movimientos posteriores que cambien a la sociedad.

Los jóvenes de hoy son el poder en acción, la política sin partidos. Y los partidos hoy empezamos a carecer de jóvenes por no entender esta nueva realidad y por no ser alternativa para ellos. Preparémonos para la crítica de los jóvenes, esos que parecían dormidos pero que sin duda serán la balanza de las elecciones de 2021, apoyémoslos, pero nunca los suplantemos, su acción política es necesaria en estos momentos de incertidumbre y ambigüedad política.

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