1.- No, la protesta de las mujeres no es una revolución. Las revoluciones las hacen los proletarios en su lucha contra la burguesía para instaurar un régimen comunista. De manera lamentable, la clase obrera –afectada por la violencia de género, como lo probó el caso de las muertas de Juárez contra trabajadoras de maquiladoras– está ausente de las protestas de las mujeres.

2.- Asimismo, tampoco es el 68-2.0. Hace 52 años los estudiantes y la clase media urbana salieron a exigir democracia y desarrollo; hoy las mujeres, con el apoyo del pueblo y de los hombres, protestaron con/sin violencia como víctimas de la delincuencia y la violencia de género. De nueva cuenta, como en el 68, los trabajadores y las centrales sindicales se quedaron del lado del Estado y sus funcionarios.

3.- La primera lectura de un día sin mujeres por el paro del lunes 10 es, eso sí, proletaria, aunque no lo asuman todavía: las mujeres demostraron su papel activo, clave e insustituible en el proceso productivo como mano de obra en acto.

4.- La inseguridad de las mujeres no es un asunto de estrategia de seguridad –las cifras de agresiones y muertos no distinguen género–, sino de enfoque de clase. Los géneros no hacen las revoluciones; la clase proletaria de baja a alta sí.

5.- La protesta femenina se centró en los feminicidios, la mayoría de los cuales no son delitos de la inseguridad cotidiana, sino del machismo agresor: las matan por mujeres, no por víctimas de la inseguridad. En los hogares se reproduce el rol productivo entre la burguesía –los machos como patrones– y el proletariado –las mujeres como trabajadoras del hogar, sometidas a reglas de explotación productiva–; los hombres represores lo saben y por eso aumentan la intensidad de la explotación: el gasto para el hogar como salario femenino doméstico.

6.- El tema que deben explorar las mujeres es el papel social que viene desde los imperios indígenas de hombres-machos, el Virreinato continuador de esa diferenciación productiva y el México federalista que tardó hasta 1947 en reconocer el derecho al voto de las mujeres.

7.- El papel social de las mujeres es la acreditación de debilidad, de exhibición a veces como trofeo, de exigencias de pulcritud exageradas. Ese rol se reproduce desde el hogar: las niñas educadas como princesas, con cocinitas como juegos de edad, de atender a los hermanos, de ser formadas para tener hijos. La educación superior para las mujeres ha amainado este rol, pero no lo ha hecho desaparecer, como lo demuestra el modelo de la doble jornada: como trabajadora y como ama de casa. Los niños son educados para ser caballerosos en función del consentimiento de las niñas, no para reconocer que fuera del género ellas y ellos son iguales en productividad y que no hay sexo débil.

8.- La explotación de las mujeres como mano de obra productiva, social y familiar se basa en el modelo de segregación. Existentes, pero segregadas. La sola conceptualización en enfoques femeninos-feministas es una segregación asumida.

9.- La violencia contra las mujeres –fuera de los márgenes de la inseguridad en las calles, aunque con agresiones en lugares públicos como el metro– es un acto de superioridad del resentimiento masculino: la crisis de 1976 a la fecha ha aumentado y potenciado el papel de la mujer en el sector productivo, es decir, como proletariado y como burguesía en las mujeres empresarias, en tanto que esa crisis ha afectado las posibilidades de empleo de los hombres. Los casos de violencia en el hogar prueban que la razón es la impotencia productiva de los hombres y su negativa a ser mantenidos por sus esposas en trabajos que van desde la fábrica hasta un puesto de comida en la calle; el machismo como resentimiento de clase.

10.- Las mujeres deben superar el modelo Sor Juana que acusa a los hombres de lo que hagan las mujeres; las mujeres son, en diferentes niveles, producto del modo de producción, trabajen en la fábrica o en el hogar. Por tanto, padecen una explotación de clase.

11.- La banalidad –para usar el concepto de una mujer intelectual– del machismo debe alejarse del análisis sentimental de la debilidad del género femenino y ascender al espacio de la mujer como clase productiva. La verdadera liberación femenina llegara cuando la mujer puede tener la autonomía para trabajar y abandonar la dictadura del mandil y cuando los hombres las vean como compañeras de clase productiva.

12.- Las protestas del 8 y 9 de marzo pasados no fueron ni serán una revolución. Fueron, eso sí, actos de rebelión, verdaderas revueltas sociales. Su destino es corto en tanto no propongan reformas de estructura productiva, de derechos sociales como obreras y de alianza con la clase trabajadora para modificar el modelo de explotación laboral y hogareña.

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Política para dummies: La política es la expresión de poder del modo de producción.

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@carlosramirezh

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...