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Gestionan quitar a Fernando Morales del PMC y poner a Graciela Palomares o a Roberto Ruiz Esparza

Fermín Alejandro García en su columna Cuitlatlán, publicada en La Jornada de Oriente, indica que se dice que en la cúpula nacional del Partido Movimiento Ciudadano, que preside Dante Delgado Rannauro, se ha empezado a hacer gestiones para cambiar a Fernando Morales Martínez como dirigente de esta fuerza política en Puebla. Y que son muchas las posibilidades de que avance ese proyecto.

Que se estaría buscando colocar en esa posición a Graciela Palomares Ramírez, quien ya fue diputada federal del PRI y luego dejó al tricolor para migrar al Partido Nueva Alianza (Panal), la agónica fuerza política del magisterio.

Otra posibilidad, se comenta, sería la de Roberto Ruiz Esparza, un destacado ex futbolista que inició su carrera política en el PRI, de ahí pasó a las filas del PAN –que le permitió ser diputado federal– y terminó siendo morenovallista en el languidecido Panal. Además, fue director del Instituto Poblano del Deporte.

También se dice que, quien podría estar atrás de esa gestión de cambio de dirigente del PMC, es Fernando Manzanilla Prieto, actual diputado federal del Partido Encuentro Social y exsecretario de Gobernación en el Poder Ejecutivo de Puebla.

Desde que era parte del actual gobierno estatal, se ha especulado que Manzanilla está construyendo un proyecto político personal para buscar ser candidato a gobernador en el año 2024, para lo cual estaría agrupando a distintas fuerzas políticas, entre ellas a algunas facciones del PAN, que son afines a la actual dirigente albiazul, Genoveva Huerta Villegas.

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Marzos que cambian la historia

Alejandro Mondragón en su columna Al Portador, publicada en Status Puebla, señala que marzo se ha convertido en el mes de las mega manifestaciones de protesta que, sin duda, han cambiado la historia de Puebla.

El tercer mes del año marcó el parteaguas para que cambiara el status quo del poder.

En marzo del 1995, un grupo de empresarios, universitarios y organizaciones sociales se vistieron de blanco para salir a las calles a protestar contra la inseguridad. Particularmente los secuestros que azotaban en diversas regiones de la entidad.

Hasta Palacio de Gobierno en Reforma arribó el numeroso contingente. El entonces presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Jorge Espina Reyes, leyó un duro mensaje en el que pedía cárcel a los piñaolayistas y además exigía al gobierno ponerse a trabajar en la seguridad de los poblanos, más allá de sus macroproyectos.

El gobernador Manuel Bartlett tomó nota. Sus seguidores salieron a descalificar la movilización. En noviembre de 1995, el PAN ganó por primera vez en su historia la alcaldía de Puebla y la zona metropolitana, además de arrasar en todos los distritos de la capital.

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PAN, acuerdos con alfileres

Valentín Varillas en su columna La Tempestad, publicada en Status Puebla, indica que al igual que Morena, Acción Nacional está hoy dividido, fracturado, es víctima de los apetitos personales de los distintos grupos que interactúan en su interior.

Con auténticos alfileres se sostienen los acuerdos cortoplacistas a los que han llegado, por ejemplo, el panismo radical, con lo que queda del llamado morenovallismo “puro”.

Ese que hoy vive enquistado en el Comité municipal de la capital y que tiene entre sus filas a personajes como Jorge Aguilar Chedraui, Mario Riestra y el propio Jesús Zaldívar.

¿Cuánto podría durar ahora un amarre entre corrientes con reivindicaciones completamente distintas?

Es obvio que ambos tienen una visión mutuamente excluyente de lo que debe ser la política, de cómo ejercer el poder y hasta de prioridades básicas en el ejercicio del mismo.

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Estado (de ebriedad) fallido

Arturo Rueda en su columna Tiempos de Nigromante, publicada Diario Cambio, señala que algunos juristas que se creen doctos en la Ciencia Jurídica en realidad son loritos que rara vez leen la Constitución. Confunden cercanía, buen ánimo, con la fantasía de un gobierno compartido, bicéfalo, en las áreas más delicadas de una administración pública.

Así le pasó a Carlos Meza Viveros, que una vez más ha cumplido con su eterno retorno: pelearse con el gobernador que imaginó lo haría presidente del Tribunal Superior de Justicia, fiscal general del estado, o ya de mínimo secretario de Gobernación.

Fiel practicante de que toda consulta causa honorarios, en los últimos años ha roto con todos los que un día lo cobijaron —de Marín a Gali, pasado por Moreno Valle—, así como alcaldes, precisamente por esa falta de pago.

Meza Viveros fue vocero de Barbosa durante la campaña 2019, y desde esa posición imaginó adueñarse de todas las áreas jurídicas del gobierno estatal, así como arribar, por fin, a convertirse en el magistrado presidente del TSJ en sustitución de su aborrecido Héctor Sánchez.

Siete meses después, la realidad lo volvió a poner en su lugar.

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