Cartas a Gracia

No es la primera vez que iniciamos el año Gracia, revisando aspectos pendientes de un programa sectorial que coincide con la conclusión del primer año de trabajo del ejercicio gubernamental en ciernes. Programa que respondería al proyecto de nación de la 4ª transformación que permitiría que la administración federal diseñara en el mediano o largo plazo el tipo de ciudadana o ciudadano que respondería a la promesa de un cambio de régimen; cuestionado entre otros, por maestras y maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), quienes ven en el proyecto educativo de la administración 2018-2024, la continuidad de la reforma educativa de Peña Nieto y de las imposiciones de los organismos internacionales.

La Nueva Escuela Mexicana definiría, en consecuencia, la manera en la que pretenderían organizar y realizar las actividades de docencia en las escuelas de educación obligatoria mediante formulación de nuevos planes y programas y de administración que les responderían a sus inquietudes e intereses, mientras proseguirían medidas como la de la normalidad mínima escolar y la recentralización de la nómina y el gasto educativo -iniciada por Videgaray, Chuayffet y Nuño- y, acelerada incluso mediante demanda de los gobiernos, locales que en la medida ven la posibilidad de resarcir la maltrecha economía local; mientras que Moctezuma y los economistas que le acompañan redefinen los mecanismos de coordinación entre el sector central y los diferentes niveles de gobierno -incluidas las instituciones autónomas- en los que destacaría la subordinación de las autoridades educativas estatales a las disposiciones de las federales. Plantearían -en materia educativa- los encargos que corresponderían a las áreas sustantivas y a las adjetivas, y en función de su visión y contrario a lo que pudiesen esbozar, valorarían las tareas asignadas y como éstas se concretarían en cada centro de trabajo, escuela y salón de clase.

La visión general de las cosas se modifica con cada administración Gracia; y por lo tanto, se viste (y el sexenio 2018- 2024 no es la excepción) con los tonos y se engalana con los pendones que les darían una identidad sexenal. Cambiaría una y otra vez de los colores de la enseña patria -característicos del Partido Revolucionario Institucional- al azul y blanco -con los que los panistas muestran su devoción mariana-, para adoptar el actual color guinda, que poco a poco se identificaría con la moral cristiana. En tanto Gracia, en los ciclos lectivos 2018-2019 y 2019-2020 en las escuelas de educación básica se laboraría con 3 programas de estudio de manufactura diversa y disposiciones contrarias al retorno de los talleres o a la supervivencia de los clubes escolares; sin embargo, en práctica se enseñaría al muy leal entender y saber de la planta docente empeñada en que las y los chamacos aprendan algo.

Como afirmas, en las escuelas es otro el cantar y cada quien reza para su santo; sin importar como trabajan sus compañera(o)s, personal directivo y madres y padres de familia y mucho menos el proyecto institucional que, de acuerdo a Moctezuma, se elaboraría de manera colectiva y se concluirían en el ciclo escolar 2023-2024. Las instituciones escolares, a pesar de programas como la Escuela es Nuestra y los recursos asignados oficialmente, siguen careciendo de lo indispensable para laborar y más cuando muchos progenitores las han dejado en la orfandad, tras una campaña oficial que pretende evitar el cobro de cuotas y de las aportaciones voluntarias de madres y padres de familia.

Las otrora poderosas camarillas institucionales siguen en la misma tesitura; solo que vestidas de otro color y con otro discurso. Empero las organizaciones gremiales CNTE y SNTE, alzarían la voz y conscientes de su fuerza, evitarían despidos y disminuirían amenazas que excompañeras y excompañeros de lucha que ahora han sido incorporados a la burocracia institucional, vierten en contra de subordinados, a pesar de que el titular del despacho educativo federal “Esteban Moctezuma” asume su responsabilidad en condiciones especiales, reconociendo que el mal trato que se dio al personal docente en el sexenio peñista, agravó la insurrección magisterial, definió el voto mayoritario del magisterio por el MORENA y genera un esfuerzo de reconciliación nacional con las direcciones gremiales.

La supervisión escolar retornaría a prácticas que nunca abandonó y priorizaría que docentes, directivas y directivos cumpliesen, en primera instancia con lo que a ellas, y a ellos les urgen sus jefas y jefes de áreas centrales priorizando labores adjetivas, elaborando informes, organizando a las sociedades de madres y padres de familia, y ahora como antaño, velando por los intereses de sus gremios al reconvertirse en lo que fueran, correas de transmisión que divulgasen las indicaciones de los líderes sindicales y secciónales, anticipando -por ejemplo-, sesiones como las del consejo técnico con la finalidad de alargar el tiempo de holganza en las escuelas (como ya sucediera recientemente). Por fortuna, existen entre quienes integran este cuerpo, supervisoras y supervisores que, aprendiendo del discurso de antaño enfatizan el acompañamiento en la formación permanente del profesorado y el abandono de prácticas nocivas de “otras épocas”.

Las declaraciones oficiales priorizan la reforma a la educación normal y a la formadora de docentes, lo mismo que la actualización y capacitación permanente de maestras y maestros en servicio, empero no todo son amores y buenas razones, y más cuando los buenos propósitos se enfrentan con la falta de presupuesto, como ejemplifica el monto asignado a la rubros formación y capacitación docente que asciende a la ridícula cantidad de 400 pesos anuales por cada una(o), y les hace pensar que no es lo mismo cumplir que prometer.

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