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Yo he sido y soy bulímica y anoréxica pero me doy cuenta que con los comedores compulsivos comparto más que ir bajo el significante de los trastornos alimenticios, pues tanto en la escases alimenticia voluntaria como en la desorbitante abundancia en la alimentación se comparte el matarse a uno mismo, la mayor causa de muerte en el planeta, suicidarse poco a poco porque negarse el alimento a la boca así como atiborrarse de calorías te van restando eso que es lo único que tenemos que se llama vida. Estoy muy clara en por qué en un inició me incliné hacia los malos hábitos alimentarios y hacia el rencor a la comida y estoy más cierta aún en que en el proceso en el que me iba deteriorando deseaba morir con más intensidad cada día y debo decir que no le tenía miedo a la muerte, al contrario, intentaba llamarla con cada vómito, con cada laxante que ingería con cada día que pasaba sin comer, más paradójicamente mi cuerpo se negaba a debilitarse con la rapidez con la que la ciencia lo hubiera previsto o con la premura que yo deseaba y ahora que por fin mi cometido comenzaba a dar frutos e iniciaba el trance de la salud precaria se me instaura un interés por la vida, más el miedo sigue siendo persistente, un miedo que antaño era a vivir y que ahora se ha traducido al temor al fallecimiento corpóreo y de la mente, porque sé que más que cuerpo soy ideas y que más que un determinado peso soy un entramado de sentimientos, cúmulo de conocimientos emocionales. Siempre se expresan reservas ante algo que nos acontece como nuevo y a mí la actualidad me sucede con el descubrimiento de que no soy solo un ente que le resta a la tierra más oxígeno y aunque bien hay un dualismo en mí que se debate entre no querer aumentar de peso y una inflexión a que me transcurra por más años la existencia aún no sé por qué me empieza a gustar tanto de este mundo la trascendencia. Quizá mis consideraciones, disquisiciones que no pretenden ser obtusas, no se queden más que como palabras que entintan una página en blanco en el lector de la computadora o como mera perorata sentimentalista de una persona que se ha venido suicidando por la falta de comida, pero me siento satisfecha, he sacado mi sentir y de verdad espero que ustedes, ávidos lectores, después de haber masticado por el fanal de sus pupilas mis palabras escritas puedan mostrarse más sensibles ante nosotros, los esquizos de la comida, porque no somos más que el resultado de una sociedad en la que el culto al cuerpo a primado por doquier y donde el estereotipo de delgadez es una ilusión que mediáticamente se proclama como un estatuto de poder y donde por un flanco se nos pide ser “bellos” y espigados y por otro se nos bombardea con comida chatarra para alimentar nuestro ánimo consumista; trágate tus emociones grita la tele y abstente del deglutir para que no sientas clama la internet. Yo los dejo con una interrogante para digerir ¿qué estamos haciendo mal en esta contemporaneidad para que un habito que debiese ser natural y espontaneo como es el comer se haya vuelto un problema diario para aquellos que son comedores emocionales o abstemios alimenticios? Reflexionen mi pregunta porque quizá así puedan ser parte de la solución de generar una humanidad cimentada en el confort emocional y la salud del cuerpo y la mente de manera general.

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