El gobierno del presidente Barack Obama delineó una variante de la estrategia imperial de seguridad nacional de los EE. UU.: enfocar el problema de las drogas no del lado de la demanda, sino del lado de la oferta. Es decir, culpar a los productores y traficantes del consumo interno.

Entre reglamentaciones estrictas nació la Estrategia Para el Combate del Crimen Organizado Transnacional, aprobada en julio de 2011. En su Estrategia de Seguridad Nacional, el presidente Trump proyectó un paso adelante el modelo de Obama y asumió la táctica del presidente George W. Bush: perseguir a terroristas –y hoy su variante en delincuentes– en sus madrigueras locales.

De ahí la percepción de que la crisis de seguridad, de migración y de narcotráfico de los EE. UU. con Mexico no enfrenta al intenso presidente Trump, sino que México debiera percibir una lógica de imposición imperial de los intereses estadounidenses en México desde el gobierno de Richard Nixon y la obsesión estadounidense sobre el sur del Río Bravo, sobre todo México, de su geoestratega Henry A. Kissinger.

En su Estrategia de Seguridad Nacional de diciembre de 2017, Trump incluyó una definición estratégica de tareas del Estado: perseguir las amenazas hasta su lugar de origen; es decir, atacar a los presuntos enemigos del american way of life o modo de vida estadunidense en los países donde se ocultan los cerebros enemigos. Por eso la Casa Blanca como instancia de poder decidió desde 2001 atacar el terrorismo en el mundo islámico radical.

Ahora Trump viene sobre México: junto a la doctrina de seguridad nacional imperial Trump ha desempolvado la estrategia contra cárteles. En su Estrategia de Seguridad Nacional Trump corre el escenario de guerra no sólo a las agrupaciones yihadistas o promotoras de la guerra religiosa contra los infieles que han invadido zonas árabes musulmanas radicales, sino que ya incluyó a las organizaciones criminales transnacionales (OCT). Para Trump, sí hay diferencias entre yihadistas y narcotraficantes, pero “presentan desafíos comunes” como para incorporarlos en el mismo expediente: aprovechan la sociedad abierta de los EE. UU., operan en agrupaciones autónomas con objetivos comunes, se mueven en la red oscura de internet, logran recursos financieros aprovechando el capitalismo y sobre todo, varios de esos grupos yihadistas y de narcos “están protegidos y respaldados por los Estados y cumplen sus órdenes”.

Las Estrategia de Seguridad Nacional de Trump aporta algunos indicios de las nuevas formas de operación de las organizaciones criminales transnacionales dedicadas al narco en México y Colombia. Un dato sobresale: la percepción en los EE. UU. que los cárteles mexicanos funcionan como corporaciones globales que son “compatibles” con las corporaciones de Fortune 500. En este enfoque cabe la información de la revista Forbes de que Joaquín El Chapo Guzmán como jefe del Cártel de Sinaloa tenía una fortuna personal de mil millones de dólares y el dato semi oficial de que El Chapo tiene escondido en algunos lugares 16 mil millones de dólares.

“Las organizaciones criminales transnacionales están motivadas por el beneficio, el poder y la influencia política”, dice la Estrategia. Probablemente por experiencia propia, los EE. UU. creen que los cárteles mexicanos tienen alianza y protección de estructuras del Estado nacional. “Algunos adversarios del Estado usan las OCT como instrumentos de poder nacional, ofreciéndoles un refugio territorial”.

La Estrategia de Obama contra las OCT https://obamawhitehouse.archives.gov/administration/eop/nsc/transnational-crime) dio el primer paso audaz al articular relaciones orgánicas entre crimen-terror-insurgencia y sembró la semilla de desconfianza hacia Centroamérica, hoy potenciada por la invasión de centroamericanos a los EE. UU. sin pasar por la acreditación de personalidades, funciones y objetivos por el arco de la migración legal y registrada. Cuando México alentó la migración centroamericana hacia los EE. UU. no tomó en cuenta el enfoque estratégico de seguridad antiterroristas y antidrogas de la política exterior estadounidense.

Obama reconoció a México por su “campaña histórica contra las OCT”, pero alertó la expansión de especialidades de esos grupos clandestinos que estaban entrando a los EE. UU.: drogas, personas, armas, contrabando, dinero ilegal, extorsión y secuestro por rescate. “Las OCT en México hacen que la frontera de los EE. UU. sea más vulnerable “porque crea y mantiene corredores ilícitos para cruces fronterizos que pueden ser usados por otros actores u organizaciones criminales y terroristas“.

De ahí que las presiones de la Casa Blanca no son de Trump, sino de la seguridad nacional imperial de la Casa Blanca.

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...