(Segunda de dos partes)

Además de llevar en nuestros genes sociales la alegría, la amabilidad y la generosidad, propios de la cultura del disfrute (Basáñez 2016), Guido Lara (Nexos 2018) plantea “cinco verdades profundas sobre nuestro ser mexicano”:

(i) “No somos contradictorios: somos duales”. La semana pasada hablé de esta dualidad que nos define, de no ser ni totalmente tradicionalistas, ni totalmente modernos. Y de la tendencia a exaltar la cultura del disfrute como punto de encuentro. El lado negativo de esta dualidad es que vivimos eternamente divididos y hasta enfrentados.

No obstante, Guido Lara sostiene que a pesar de vivir entre la cultura del honor y la cultura del éxito (según la clasificación de Basáñez), hay dos aspectos en los que estamos bien definidos: en la defensa de “los valores de libertad y el control sobre la propia vida”.

(ii) “Al mexicano no le importa el pasado ni el futuro: le importa el presente”. El estudio desarrollado por LEXIA arroja datos claros sobre nuestra tendencia al desapego por nuestro pasado, sobre la desvinculación con nuestros héroes, sus batallas heroicas y sus causas. Aquel orgullo por nuestro origen prehispánico, colonial, independiente y revolucionario que alguna vez nos caracterizó, ha ido perdiendo significado.

En cuanto a nuestra actitud frente al futuro, pasa lo mismo. En palabras de Guido Lara, “pareciera que tenemos tatuado un sentimiento apocalíptico donde la desconfianza y el temor al porvenir nos mueven a arrancarle al presente todo lo que podamos, sin tomar en cuenta lo que destruyamos a su paso”. Según el estudio, para el mexicano el futuro está asociado con la muerte. Lo que nos orilla a disfrutar intensamente hoy, ya que mañana tal vez no estemos aquí.

(iii) “No solo sí se puede: ¡se puede todo!” De acuerdo con los resultados de este estudio demoscópico, el 83 por ciento de los mexicanos considera que puede hacer mucho para cambiar su propia vida. Tenemos una excesiva confianza en nosotros mismos y valoramos como pocos nuestra libertad y la confianza de tener el control sobre nuestras propias vidas. Esto, que podría ser una virtud, presenta un lado oscuro al traducirse en la idea de que “en México, todo se puede”, a pesar de la ley y de lo que opinen los demás. Lo que se traduce en una suerte de “perdón perpetuo” a los que infringen la ley y las normas básicas de convivencia.

(iv) “El mexicano no siempre se agacha, se crece ante la adversidad.” Para decirlo coloquialmente, los mexicanos tenemos un umbral del dolor muy alto, es decir, “somos capaces de resistir condiciones adversas cotidianas negativas, pero cuando éstas tocan fondo sale a flote lo mejor de nosotros mismos”. De nuevo, esto que podría ser positivo, se torna contraproducente cuando hablamos de injusticia, inequidad, impunidad, etc. Sólo en situaciones límite los mexicanos sacamos la casta.

Y (v) “No estamos totalmente divididos, nos une la comida mexicana, entre muchas cosas más.” La dualidad cultural que nos caracteriza, al final nos divide y, en ocasiones nos enfrenta. No obstante, entre la desconfianza y la polarización, uno de los espacios de encuentro, de acuerdo con los resultados de este estudio, es la comida. En sintonía con nuestra vena alegre y placentera, “el disfrute de nuestra comida y las bebidas que le acompañan es común en cualquier región, edad o nivel socioeconómico”

La recomendación de Guido Lara, a partir de la clasificación de Miguel Basáñez (2016), es “fusionar la riqueza emocional de las culturas del disfrute con la riqueza funcional de las culturas del éxito”. Esto implica acotar nuestra idea “salvaje” de libertad “desaforada y sin respeto”, al tiempo de apropiarnos de la cultura del éxito para generar prosperidad, sin perder la alegría y la calidez que nos distinguen a nivel global. Ese, es el gran reto de nuestra generación.

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Extitular de la Secretaría de Gobernación de Puebla. Fue diputado federal por el Partido Encuentro Social. Licenciado en Economía, egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ejerció...