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En la lógica de nuestro desenvolvimiento social toca otra vez a la sociedad mexicana reflexionar, y obrar en consecuencia, sobre la coyuntura política por la que atraviesa el país derivada del triunfo electoral de AMLO y la puesta en marcha del proyecto de Nación y programa de gobierno denominados Cuarta Transformación, ahora que las fuerzas políticas opositoras trabajan afanosamente desde todos los ángulos de la actividad política, y por todos los medios a su alcance, para intentar impedir que siga en marcha. El activismo de la oposición partidista y sus factores reales de poder viene actuando en los ámbitos político, económico, social e ideológico con el objetivo de desvirtuar el significado político que tiene la decisión de la ciudadanía al haber optado contundentemente por la propuesta electoral de la izquierda. En 2018, ¿se votó contra el partido dominante?, o, ¿se votó contra la política económica impuesta por ese partido?, ¿por qué los electores no favorecieron al PAN que era la otra oposición?

En esta coyuntura la memoria social es fundamental. Resulta imprescindible que la sociedad mexicana en su conjunto sepa, en conciencia, de dónde venimos; pero esa misma exigencia debe hacerse para estar ciertos en saber para dónde queremos ir, y hacia dónde no deseamos regresar. Las disputas sociales de todo tipo, visibles a lo largo y ancho del país, nos muestran que no hemos dejado el modelo político económico que representa la tercera transformación, ni tampoco hemos fraguado el concerniente a la Cuarta. Nos encontramos, en esta lógica ordinal, bajo el dominio de la tercera y media transformación donde los choques entre las fuerzas políticas que actúan desde gobierno y oposición tienen intencionalidades, y métodos de acción para hacerlas efectivas, de distinta naturaleza. Las fuerzas políticas parecen definirse con claridad, dejando ver sus potencialidades de organización, poder, y arrastre social entre la población.

El poder del Estado se presenta hoy bajo un esquema formal constitucional de tres poderes y otro, real, fáctico, de dos fuerzas políticas: ejecutivo y legislativo, con Morena; el judicial y los organismos autónomos, en manos de la oposición. Cada fuerza impulsa, mediante las decisiones políticas, legislativas o jurisdiccionales que la parcela de poder estatal bajo su influencia le permite, el modelo social que representa y defiende. En el ámbito partidista Morena aparece desfigurado, sumido en innumerables conflictos internos generados por la apertura indiscriminada a los militantes de otros partidos que en ella vieron una posibilidad de infiltración o acomodo; otros partidos se agrupan como oposición en representación, y con la ayuda material y mediática, de los dueños del dinero. Enfrascado en las disputas por los cargos y el control del financiamiento público, Morena ha abandonado las tareas de organización social y educación política indispensables para forjar la conciencia social del camino por seguir; en tanto, la oposición va asumiendo tales tareas con el apoyo ponzoñoso del aparato mediático establecido que desbarata cualquier intento de modificación de la conciencia social y comprensión de los problemas que aquejan a la sociedad.

Las organizaciones sociales que encabezan importantes segmentos de la lucha popular en el país, parecen no encontrar una adecuada ubicación en el nuevo mapa político generado con el ascenso de López Obrador y por momentos muestran posiciones que siendo propias, en la coyuntura del conflicto entre las dos fuerzas políticas predominantes, pueden llegar a confluir en posturas y acciones políticas con la oposición. Esta posibilidad es atizada en los sótanos y cañerías de la política que desarrollan los sectores duros y atrasados del conservadurismo que, en la sombra, minan a los liderazgos sociales con el innegable propósito de que los seguidores de aquellas organizaciones se manifiesten y luchen contra el gobierno. Dinero e impunidad hacen su labor.

Nunca en la historia de México un candidato de la izquierda había ganado una elección presidencial con tan amplios márgenes de votación sobre los candidatos oficiales, con la institucionalidad y las reglas electorales impuestas por los partidos dominantes; López Obrador es el presidente más legítimo y democráticamente electo en la historia nacional. Sin embargo, eso parece no importar a la oposición que acude a todas las formas y medios posibles para intentar desplazarlo del cargo. No quieren esperar la consulta de revocación del mandato ni tiempos electorales. La oposición no está ofreciendo a los mexicanos otro proyecto social que analice, integral y científicamente, la problemática general por la que atraviesa el país, y plantee soluciones para resolverla en caso de volver a ser gobierno. Prefieren solo apostar a descarrilar la acción gubernamental y a desgastar la figura e ideología políticas del presidente difundiendo una trampa básica: Si no sigue los lineamientos de política económica y seguridad pública impuestos por los gobiernos anteriores, su proyecto político es erróneo y, por llevarlo adelante, tildarlo de dictador. Las nuevas armas ideológicas arrojadizas en su contra, son los calificativos de populista, socialista, retador de la Constitución, persecutor político, etcétera; utilizadas por los opositores en explícito reclamo de la entrega de negocios con la obra y recursos públicos a los que estaban acostumbrados y, también, en búsqueda de impunidad por los actos de corrupción que pudieran haber dejado a su paso por los cargos públicos.

Algunas acciones que promueve la oposición despiden ya un fuerte tufo golpista. Convergen en ello, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se oponen a cumplir la legislación promulgada, conforme a la Constitución, por el Presidente; el Consejo de la Judicatura Federal que promueve, junto con la embajada de Estados Unidos, el sistema penal acusatorio y los posicionamientos políticos injerencistas del embajador Christoper Landau; el panismo y el expresidente Vicente Fox con su impolítico llamado a ¡darle en la madre! a la Cuarta Transformación; los militares que fuera de la disciplina castrense externan públicamente posiciones políticas facciosas: “fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país”; y, legisladores de oposición que piden la renuncia al cargo.

En tiempos en que la alta incidencia delictiva es bandera política central de la oposición, el país ha entrado en fase de transición; de corrección de vicios y trapacerías del régimen anterior; de generación de mercado interno para el empresariado medio y pequeño; de impulso al consumo de bienes y servicios para la población con más baja capacidad adquisitiva; de empuje de nuevos valores morales para el desempeño de cargos públicos y el comportamiento social. En esta fase debemos aspirar a reconstruir el país y la convivencia colectiva sobre bases jurídicas y morales distintas a las rechazadas en las urnas. El pueblo mexicano está obligado a manifestarse claramente para recordarles, a las fuerzas políticas y a los hombres del Estado, que en México “todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 03 de noviembre 2019.
José Samuel Porras Rugerio

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