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Practicante de estereotipos ideológicos que impiden intencionalmente el adecuado análisis y comprensión de la realidad social y política de su país, rehén de intereses económicos inconfesables, amarrada por compromisos políticos con el exterior, y carcomida en sus cimientos morales; la oposición venezolana ha decidido suplir sus carencias e incapacidades para la acción política interna recurriendo a la mayor desvergüenza histórica: la traición a su país, a su pueblo, a sus connacionales y a su venezolanidad. El respaldo que no le otorga el pueblo venezolano quiere suplirlo acudiendo a la codicia y visceralidad belicista de Estados Unidos y gobiernos de derecha en la región que usan, a conveniencia, máscaras de Grupo de Lima u OEA; sin fuerza de razón ni convicción en sus planteamientos políticos sobre el destino social de Venezuela, se refugia en la fuerza de la violencia militar imperial para intentar tomar el poder, demostrando que la corta estatura política y moral de su proyecto político cabe en la estrechez significativa de un solo concepto: ambición de riqueza.

No desea comprender que acudir a tan extremas medidas refleja su desprecio hacia el pueblo venezolano y es imagen fiel de su incapacidad de hacer política; las elige porque representan la vía que cree más rápida para hacerse de la institucionalidad del Estado sin el fastidio de obligarse a elaborar un proyecto coherente de nación, darlo a conocer a la ciudadanía, gastar zapatos recorriendo ciudades y pueblos llevando la propuesta, convencer de su viabilidad, participar en elecciones, hacer campaña electoral, hasta obtener mayoría en urnas. No quiere dedicar “su valioso tiempo” a esas minucias, para ella el tiempo es oro. Prefiere lo fácil, la ruta rápida, el fast track. Busca lograr posición política y riqueza junto al gran capitalista del mundo sin invertir mucho esfuerzo en ello; de otra manera no es negocio. Juega con eufemismos: aliviar el sufrimiento del pueblo venezolano y restablecer la democracia, para enmascarar sus intenciones; recita de memoria instrucciones que provienen del extranjero: todas las opciones están puestas sobre la mesa; justifica acciones delincuenciales de Estados Unidos sobre los recursos económicos y bienes propiedad de la República Bolivariana de Venezuela: Guaidó apremió a sus críticos a analizar cómo la criminalidad chavista, y no las sanciones estadounidenses, han provocado la crisis en Venezuela. Conductas, en suma, que revelan indignidad en las tareas de oposición.

Cinco hechos acreditan fehacientemente el mal talante de su acción política: uno, autoproclamación presidencial; dos, llamar a la insurrección militar; tres, petición de intervención militar a potencia extranjera; cuatro, auspiciar la guerra contra el pueblo venezolano; cinco, pedir aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) pervirtiendo en su totalidad el contenido y propósitos que animan al Sistema Interamericano de Paz. Hechos directamente dirigidos, a demoler la institucionalidad del Estado; privilegiar la fuerza de las armas sobre la razón y el derecho; erigir al golpismo en mecanismo cupular de acceso al poder público; destruir el principio de libre autodeterminación de los pueblos; y violentar toda base lógica, jurídica y política del derecho internacional al hacer, de facto, que dos particulares –Juan Guaidó y Gustavo Tarre- sean considerados en la OEA como representantes de Venezuela. La autoproclamación a cualquier cargo público es, por sí misma, un dislate al no estar prevista en ningún orden jurídico; pero mantenerla como base para pretender alcanzar con ella la jefatura de un Estado, es la mayor ofensa que puede hacerse a un pueblo que no admite la imposición.

La responsabilidad histórica que ha contraído la oposición venezolana frente al mundo, y especialmente con América Latina, es haberlos escogido como método para intentar acceder al poder público en contravención al orden jurídico, su estado de derecho y a la voluntad del pueblo soberano. Mientras Estados Unidos cobra sus honorarios por los servicios que presta a la oposición incautando los bienes de Venezuela asentados en su territorio, al antichavismo no se le ocurre otra cosa que festinar el reciente desalojo policiaco de los activistas antiguerra de la embajada de su país en Estados Unidos, coreando “USA, USA” al aplaudir la acción, dejando claro que no es quien encabeza la lucha contra Nicolás Maduro.

Siendo tiempos en los que Estados Unidos ensaya posturas y mecanismos políticos que amenazan a la república como forma de Estado (“El abogado de la Casa Blanca, Pat Cipollone…cuestionó la autoridad del Congreso para investigar a Trump…”); y a la democracia como régimen político y jurídico (Jerrold Nadler, presidente del Comité Judicial, declaró que “la Casa Blanca está recurriendo al argumento desmesurado de que el presidente no puede ser obligado a rendir cuentas…al pueblo estadunidense. Eso es ridículo.”); (https://www.jornada.com.mx/2019/05/17/mundo/022n1mun#); la obediente oposición venezolana hace su propio ridículo invocando la intervención militar extranjera para romper el orden constitucional de Venezuela. Enfrenta por ello la posibilidad real de la derrota en su intento por derrocar al Presidente Constitucional de la República y la condena de los pueblos por la bajeza mostrada en la selección de los métodos fácticos para pretender llevarla a cabo. El pueblo venezolano y su historia patria la juzgarán y pondrán en el sitio que corresponda.

Como expresión política de derecha cuya visión del mundo se centra en hacerse del poder estatal para hacer negocios que le permitan, en burda estafa, el traspaso “legal” del dinero público a manos privadas; la oposición impulsa la corrupción para vencer escrúpulos, la comunicación masiva para distraer la atención de los ciudadanos, y se deshizo de la prudencia y sensatez políticas al apostar por la violencia. En esa ruta no ha vacilado ni tenido escrúpulo moral o político para ensayar los más deleznables y absurdos mecanismos “de lucha” que solo un restringido entendimiento de la acción cívica opositora puede aconsejar. El paso del tiempo ha permitido que las cosas vayan tomando su lugar y la visión sobre ellas se aclare. El augur de la pronta caída del gobierno de Maduro ante un levantamiento popular y militar -tesis que creyeron a pie juntillas Trump y los opositores-, el halcón John Bolton, ha sido despedido de su cargo. Las consecuencias de su defenestración marcarán el derrotero que cada uno ha de seguir: Trump, confesando sus íntimos sentimientos: Bolton me frenaba; mi postura contra Venezuela y Cuba es mucho más dura; y una foto, recientemente divulgada, que compromete al líder opositor Juan Guaidó revela que, por fin, parece haber encontrado su auténtica vocación social y el verdadero sentido de su vida mostrándose ante el mundo, sonriente, junto a Los Rastrojos de Colombia.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 16 de septiembre 2019.
José Samuel Porras Rugerio 

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