Por Carlos Ramírez

En la real politik de la economía, toda la posibilidad teórica, política, transexenal y de república ideal de la Cuarta Transformación (4-T) depende sólo de una variable: el crecimiento económico, el maldito PIB. Y de nueva cuenta, los documentos hacendarios para 2020 y hasta 2025 niegan la meta lopezobradorista de 4 por ciento promedio anual y fijan una meta de 2.3 por ciento, apenas una décima arriba del 2.2 por ciento del largo periodo neoliberal.

El problema radica en el hecho de que el PIB nunca ha sido asunto de cálculo al ahí se va o fijado por criterios de expectativas políticas de gobierno. En este sentido, la cifra más importante de todos los documentos presupuestales y de política económica para 2020 está en el PIB previsto para el resto del sexenio. La exceptiva del FMI y de Hacienda señaló 2.6 por ciento para 2021-2025 (incluye primer año del próximo sexenio) y Banco de México es más racional y señala 2.1 por ciento.

La razón principal para el baño de agua fría en las expectativas de la 4T radica quizá en la parte más importante de la estrategia lopezobradorista: la meta de PIB se fijó como ideal y no en función del desarrollo previsible de la economía. Es decir, la propuesta de la 4-T quiere crecer el doble de sexenios anteriores, pero con el mismo modelo de desarrollo.

Pero no se puede lograr más con lo mismo. El mismo modelo de desarrollo estaría enfrentando las mismas restricciones del pasado, por lo que sería muy difícil lograr otras metas que necesitarían de otro modelo de desarrollo. Todos los gobiernos neoliberales, de Salinas de Gortari a Peña Nieto, soñaron con crecer a tasa mayores al 2 por ciento, pero sin modificar la capacidad productiva del modelo de desarrollo. El Tratado de Comercio Libre ha dejado escapar la posibilidad de detonar mayor desarrollo, en tanto ha mantenido e inclusive agudizado el viejo modelo productivo capitalista subsidiado. Al diseñar el TCL, Salinas de Gortari se centró en el atractivo de corto plazo de multiplicar las exportaciones, pero sin mayor aportación nacional.

La planta productiva del viejo modelo de desarrollo –vigente en la 4T– ha requerido desde la apertura en 1985 de una reconversión industrial para poder producir más y ha necesitado de un mayor mercado interno. Sin esa modernización, México multiplicó por 10 su comercio exterior, pero manteniendo ritmos bajos de crecimiento económico.

Ahora la 4T fija en teoría una meta de 4 por ciento de promedio anual de PIB –2 por ciento en 2019-2020, 4 por ciento en 2021 y 2022 y 6 por ciento en 2023 y 2024–, pero por segunda ocasión los Criterios de política económica se colocan en la realidad. Si el PIB estimado para 2020 es de 2 por ciento –hoy imposible por el cierre de 2019 y las restricciones del 2020–, la tasa anual aceptada por Hacienda en los Criterios 2020 es baja: 2.3 por ciento en 2021, 2.5 por ciento en 2022, 2.6 por ciento en 2023, 2.7 por ciento en 2024 y 2.7 por ciento en 2025. El promedio en las cuentas de Hacienda sería de 2.6 por ciento.

Lo demás será lo de menos. Y, en términos de expectativas sociales, las metas de aumento del bienestar estarán basadas en asignaciones presupuestales directas, sin ningún efecto multiplicador en la economía. Es decir, populismo puro. Pudo haber sido un populismo productivo si la prioridad de beneficios sociales se hubiera basado en el aumento del producto; pero la tasa promedio anual optimista de 2.6 por ciento no alcanzará para una verdadera política de bienestar social y se quedará en una estrategia de dinero subsidiado, no productivo, a sectores específicos que le interesen al presidente de la república.

El dilema de todo presidente de la república ha estado en decidir una estrategia de reforma productiva para sentar las bases de un crecimiento sano mayor o justificar su sexenio con el mismo modelo de desarrollo, la misma política fiscal recaudatoria y la misma planta productiva obsoleta e incapaz de crecer más de 2 por ciento.

Los candados de la política económica del gobierbno posneoliberal actual son las mismos de la estrategia neoliberal: inflación de 3 por ciento, déficit presupuestal de 0 a 2 por ciento, política fiscal restrictiva y gasto social sin aumentar dinero circulante ni deuda. Y el ancla principal del neoliberalismo se mantiene en el posneoliberalismo: un PIB bajo para no generar presiones inflacionarias. Estas variables explican por qué los técnicos de Hacienda no se preocupan por buscar un PIB mayor a 2.3 por ciento y falta por saber por qué la 4T no se ha echado a cuestas la reforma del modelo de desarrollo para una modernización productiva que sí permitía, sin inflación, crecer a una tasa promedio de 5 por ciento anual.

Mientras no se reforme el modelo de desarrollo, el discurso del 4 por ciento de PIB se ahogará en el pantano del neoliberalismo vigente.

Desdén a Toledo. Como siempre ocurre, la muerte de una persona famosa despierta los sentimientos de todos. Así ha ocurrido con Francisco Toledo. En Oaxaca y a nivel federal Toledo fue desdeñado, perseguido, humillado, acotado y atacado por el establishment del sistema priísta-perredistas. Sus luchas por la cultura fueron aplastadas por los últimos seis gobiernos priístas. Y hoy sobran homenajes que se le negaron en vida. Pero queda el Toledo rebelde, hosco, anti PRI, anti sistema y anti clase política. Ojalá no se olvide.

Política para dummies: La política es la búsqueda de la estabilidad, no de la justicia.

http://indicadorpolitico.mx

[email protected]

@carlosramirezh

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...