Banner Programa
samuel-porras-columnista

La jornada electoral de su dirigencia municipal está teniendo la virtud de enfrentar al panismo local consigo mismo, conociéndose entre sí, midiendo su cohesión interna, interrogando la solidez de sus convicciones morales, sacando a luz sus debilidades políticas, mostrando pública y abiertamente todo aquello de lo que son capaz para definir el resultado de una elección que, a decir de la dirigente estatal, fue exclusivamente suya: “Yo no vi la intervención de absolutamente nadie. Vi a miles de panistas participando. Estamos trabajando para que haya unidad. Lo importante es que hubo una gran participación de panistas”. El señalamiento directo hecho por uno de los contendientes, Eduardo Alcántara, sobre la existencia de fraude en la elección, siendo un asunto interno, vuelve a colocar a ese partido en los reflectores del descrédito derivados de una acusación que, por su persistencia, parece acompañarle como su sombra: perpetradores de fraude como método privilegiado para ganar elecciones; federales (1988, 2006), locales (2018) y para colmo, ahora hasta en la interna municipal. Por el especial significado social que tiene una elección manchada con el estigma del fraude, el panismo poblano tiene ante sí tres grandes retos: autocrítica sincera, honorabilidad política y proyecto social para el estado.

Para enfrentar el primero no basta decir a los cuatro vientos que “el morenovallismo es una corriente que para el PAN ya quedó en el pasado y es parte del anecdotario” (Rafael Micalco en Tehuacán), cuando los métodos de acción electoral que caracterizaron al morenovallismo y la defensa acrítica de su obra y formas de gobernar nutren el discurso y quehacer cotidiano del panismo local en todos sus ámbitos de acción social. El resultado formal de la elección, bajo sospecha por la alegada desaparición de 201 boletas de sufragio, acredita que la división interna del partido creada por aquella corriente está tan viva como antes asegurándose, incluso, que el virtual ganador de la contienda Jesús Zaldivar, es representante de la misma. Esta división interna se acrecentará paulatinamente por el trato político que se viene otorgando al candidato perdedor y a sus seguidores, que se quejan de compra de votos y desaparición de boletas como mecanismos de operación del presunto fraude en la elección; a quienes no se les da trato de correligionarios sino el equiparable a opositores pertenecientes a otro partido. La vituperante acusación de fraude orquestado -según Óscar Pérez Córdoba representante del PAN ante el IEE, por el Comité Directivo Municipal, la Comisión Organizadora, y la dirigencia estatal- ha encontrado como respuesta los clásicos estribillos: “en la democracia hay que saber perder”, “presenten sus quejas por escrito”, y “falta de civilidad de los derrotados”, emitidos por el señor Francisco Fraile. De ser, en algún modo, cierta la acusación de fraude quedaría al descubierto que sus procesos electorales son ejercicios institucionales de simulación realizados para encubrir la imposición de un favorito.

El segundo reto es mostrar honorabilidad política en el desarrollo de las actividades que conciernen al partido. Ha sido reiterada la postura pública de la dirigencia estatal en el sentido de fincar sus posibilidades de triunfo electoral en 2021 basándose en que “los gobiernos de presidentes municipales de Morena se han caracterizado por no hacer un buen trabajo lo que beneficia a su partido”. La actitud podría calificarse sencillamente de oportunismo. Una falta importante del panismo –debe suponerse que se hace el análisis al interior del partido- es identificar con claridad los motivos y razones por los cuales, creen o consideran, que el electorado los haya separado del poder presidencial, gubernatura y municipio en las elecciones de 2012 y 2018, respectivamente. Sería interesante que lo hicieran público. Una posible respuesta sería que perdieron esas elecciones por no haber hecho un buen trabajo. Surgirán entonces las preguntas: Qué es hacer, desde el gobierno, un buen trabajo; y, si la oposición –que antes fue gobierno y conoce todos los recovecos de la problemática social- contribuye en alguna forma a que el gobierno en turno no pueda desarrollar un buen trabajo, como método para hacerse elegible en futuras elecciones.

Pensar ya en las posibilidades que tienen de ganar las próximas elecciones sólo porque, como partido, ganaron en Puebla y municipios conurbados, puede ser un dato importante pero volátil corriendo tiempos en que es necesario fijar postura pública respecto de las secuelas políticas, económicas y sociales dejadas por el ejercicio de los gobiernos emanados del PAN. Las reacciones mostradas hasta ahora frente a sucesos trascendentes como el fallecimiento de sus líderes, las anunciadas investigaciones de la cuenta y obra pública de sus gobiernos, o la privatización del agua; no parecen fruto de profunda meditación política sino de la conveniencia por preservar determinados intereses económicos privilegiados. El hashtag #Amloasesino, la apresurada petición de revocación de mandato de Claudia Rivera, y las poco pensadas acusaciones de persecución política o cacería de brujas contra el nuevo gobierno, son reacciones a botepronto que se muestran más como distractores de la opinión pública, antes que proclama de claridad y manos limpias en el manejo del erario a su paso por el gobierno. Estas actitudes partidistas son las que están poniendo en entredicho la honorabilidad política del partido y su credibilidad como opción de gobierno.

El tercer reto, quizá el de mayor dimensión política, será ofrecer a los poblanos un proyecto de desarrollo social para la entidad. Es cómodo pero demasiado impolítico regodearse de los presuntos o reales desatinos de otros en el ejercicio de la función pública acusando inexperiencia o impericia para luego erguirse, con taimada comparación, como “gente” de experiencia y conocimiento en el manejo de los asuntos públicos; en lances temerarios que apuestan únicamente a la desmemoria colectiva o, en el peor de los casos, a la mala información de la población sobre el acontecer social.

A pesar de que el ideario del partido apunta hacia la consecución del “bien común” como objetivo social de su acción, un concepto tan etéreo tendría que clarificarse en su significado y aterrizar en el quehacer del partido para cabal comprensión de su militancia y la sociedad. Ofrecer con esa base un proyecto de desarrollo social para Puebla, que sirva de comparación con el planteado en concreto por la Cuarta Transformación, es una tarea necesaria; el electorado está buscando conseguir una sociedad más humana y vivible; el PAN poblano está moralmente obligado a asumir sus retos, a cambiar sus métodos partidarios y a decirnos, francamente, qué tipo de sociedad aspira a construir si es que desea permanecer como fuerza política.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 31 de agosto 2019.
José Samuel Porras Rugerio

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

incendios forestales