columnistas-Cesar-Perez
Por César Pérez González
@Ed_Hooover

Es difícil hallar en la obra de Salvador Novo algún pasaje que supere en emotividad a lo expresado en el prólogo a las “Cartas” escritas por Xavier Villaurrutia, material publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1966. Por demás es conocida su habilidad narrativa y estilo irónico que no en pocos casos lo enfrentó con integrantes de su misma generación, sectores conservadores o el periodismo cultural avasallante vivido al término de la Revolución, así que resulta atractivo verlo fuera de personaje, tratando como un igual al precursor de “Ulises”.

Claro que en sus crónicas son latentes los recuerdos de juventud, tal como lo practica Jaime Torres Bodet en sus memorias, especialmente “Tiempo de arena”, aunque los nombres van siendo menos conforme avanzan las décadas hasta ser prioritario radiografiar aquella vida pomposa y acomodada del “jet-set” mexicano, en la cual supo mantenerse actual Salvador Novo.

La vida en México durante sexenios completos le ocupan, ya quedan atrás las viejas intenciones de alumno compartidas, precisamente, con Xavier Villaurrutia. Para 1966, Salvador Novo ya ha transcurrido por una amplia vida en el servicio público, fungido como traductor, empresario teatrero y restaurantero; poeta, columnista hasta creador publicitario, entonces, ¿qué lo une a Xavier Villaurrutia? Simplemente, la memoria.

De inmediato se nota la humildad con la cual se refiere al ausente: igual que el hijo pródigo regresando a casa, prefiere palabras sencillas para resignificar la distancia. “Una parte mía murió contigo”, afirma al comienzo del prólogo que, a manera de carta, sirve para subrayar cómo era leído el poeta algunos años tras su muerte. En ninguna parte de “La estatua de sal”, por ejemplo, hay afirmaciones de esta clase, pues el cronista no busca evidenciar lazos afectivos sino exhibir cómo se vivían la moral y sexualidad al comienzo del siglo pasado.

Así, Salvador Novo también retrata el centro histórico capitalino, usos y costumbres alrededor de la Escuela Nacional Preparatoria, al grado que entrelaza historias de los jóvenes Contemporáneos en la escena privada. Ello permite conocer el alcance de su generación sumando más nombres a los que tradicionalmente la crítica suele incluir: Salomón de la Selva, Genaro Fernández MacGregor, Delfino Ramírez, Agustín Lazo, Roberto Montenegro, etcétera.

Acercarse a Salvador Novo requiere –por otra parte– una guía fina que delinee su actividad crítica y poética: Carlos Monsiváis. Siguiendo la escuela dejada por Miguel Capistrán al abordar al grupo de Contemporáneos, Carlos Monsiváis en “Salvador Novo. Lo marginal en el centro”, transforma al cronista en un espejo, objeto referencial que constantemente interactúe con sus lectores, de tal suerte no luzca suspenso en la historia, sino permita en cuantas aristas sean posibles entenderlo.

No es labor sencilla, implica no sólo conocer al escritor, sino desenredar aspectos de su vida personal: primeras lecturas, situación familiar, hallazgo de la gran ciudad, el provincialismo en el despertar sexual. Carlos Monsiváis entiende que la única manera de observar a Salvador Novo es a manera de sujeto histórico con ideales y moral definidos que no habrán de cambiar. Es decir, las actitudes mostradas en la etapa madura responden a hechos similares sufridos cuando niño.

Son las tres etapas en que puede resumirse su escritura: una vez cobrando conciencia del ambiente revolucionario y el “salvajismo” que éste implica hasta llegar a la Ciudad de México desde Torreón cuando apenas cumplía los 12 años, aunque nacido en la capital; publicación de sus primeros poemas en 1919 hasta entrada la década de 1930, terminando así aquella etapa de curiosidad; finalmente, su actividad periodística y literaria, la cual complementa entre espacios burocráticos y labor teatral.

“Salvador Novo. Lo marginal en el centro” permite esa aproximación al poeta sin otros fines más que presentarlo mediante fragmentos de su obra, una crónica en primera persona. A 115 años de su nacimiento –30 de julio de 1904– estos tres documentos permiten releer a un cronista informado y observador de su tiempo, paisajista de la metrópolis, enamorado de la historia. No es una exageración afirmar que Salvador Novo testifica uno de los momentos más altos de la literatura mexicana, cuando convergen las generaciones de Alfonso Reyes, la suya y, años más tarde, la de Octavio Paz, de ahí su importancia como guardián de la memoria cultural de esos días.

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.