Por Carlos Ramírez

Si para México la migración es un tema de sentimentalismo, de posicionamiento sucesorio y de crisis económica y de bienestar, para los EE. UU. es un issue central de seguridad nacional. La irrupción masiva facilitada por México de decenas de miles de migrantes centroamericanos y otros colados de otras naciones prendió la alarma de la estrategia de seguridad nacional del gobierno de Trump.

En diciembre de 2017, a once meses de haber tomado posesión del cargo, el presiden Donald Trump firmó la Estrategia de Seguridad Nacional de los EE. UU.

(https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf) como el eje de su administración. Todo lo hecho en estos poco más de dos años ha sido para reconstruir el poderío estadounidense y el camino ha sido regresar al modelo definido en 1988 por el analista Gore Vidal como el Estado de Seguridad Nacional.

En todo caso, la falla en la percepción de Trump fue del lado mexicano, donde los enfoques, doctrinas y estrategias de seguridad nacional se borraron a pesar de que la vecindad México-EE. UU. no es comercial ni amistosa, sino estratégica en términos de la seguridad nacional que señala que la sobrevivencia de México como nación independiente depende precisamente de su resistencia al acoso de Washington.

El error no ha sido del gobierno actual. En realidad, el abatimiento de la seguridad nacional mexicana fue correlativo a la integración comercial comenzada por el gobierno de Miguel de la Madrid y convertida en nueva doctrina de la dependencia geoestratégica por el Tratado del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Al firmar el Tratado, México decidió eliminar el enfoque de intereses nacionales y asumir los intereses geopolíticos de los EE. UU. No por menos el embajador de los EE. UU. en México en el periodo del Tratado 1989-1993 fue John Dimitri Negroponte, uno de los principales estrategas de inteligencia y seguridad nacional de Washington, agente de la CIA y luego director nacional de inteligencia, jefe de operaciones clandestinas de la CIA en América Latina en los convulsos ochenta por la guerrilla insurgente, encargado de la Operación Contra en Nicaragua y embajador de seguridad nacional.

La Estrategia de Seguridad Nacional de Trump nada tiene que ver con el racismo ni con la supremacía blanca –que puede ser un componente secundario en su represión migratoria–, sino con el regreso de la doctrina de seguridad nacional imperial. Los cuatro pivotes de la Estrategia de Trump son: proteger al pueblo americano, la patria y el sistema de vida estadunidense, promover la prosperidad estad0unidense, preservar la paz a través de la fuerza e imponer la influencia estadunidense.

El criterio central en materia de migración de Trump agotó el modelo de la generosidad y “faro del mundo” para regresar a las fronteras estratégicas y de seguridad, a partir del “derecho soberano a determinar quién debe ingresar a nuestro país y bajo qué circunstancias”. El endurecimiento de Trump fue provocado por la decisión mexicana de abrir su frontera sur a caravanas de migrantes con destino a los EE. UU. sin una estrategia de seguridad y sin atender a los criterios estratégicos estadunidenses.

Entre las acciones anunciadas por la Estrategia estaban: el muro, uso de instancias militares para resguardar la frontera y “el gobierno de los EE. UU. trabajará con sus socios extranjeros para disuadir, detectar e interrumpir el tránsito de personas sospechosas antes de que ingreses a los EE. UU.” Ello implica usar todas las instancias para “identificar a las personas que pongan en riesgo la seguridad nacional o la seguridad pública”. De ahí el aviso de que se aplicarían de manera estricta las leyes migratorias.

Y la crisis que viene después de los migrantes en masa estará en el objetivo estadounidense de desmantelar las organizaciones criminales trasnacionales o cárteles mexicanos y sus socios sudamericanos que ya están dentro de los EE. UU. Para ello, los EE. UU. de Trump están mejorando la inteligencia estratégica para combatir a los cárteles, un tema que Trump deslizó como siguiente paso después de la crisis aranceles-migración.

Entre las acciones que vendrán de la Casa Blanca estarán las presiones a México para profundizar su lucha y persecución contra los líderes de los cárteles y para desmantelar sus infraestructuras, aunque causen efectos violentos en los países originarios de las bandas criminales trasnacionales.

La ausencia en México de un consejo y de una agencia de seguridad nacional ha llevado a no entender que las relaciones de México con los EE. UU. son estratégicas y de sobrevivencia. La decisión de abrir la frontera sur mexicana y proteger las caravanas hacia los EE. UU. fue un error estratégico de seguridad nacional y supondría que nadie en el nuevo gobierno mexicano ha leído la Estrategia de Seguridad Nacional de Trump. Hay tiempo, pero parece que ya es demasiado tarde.

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...